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Lo que sobra y lo que falta - Parte II

Lo que sobra y lo que falta - Parte II

Hablar de cosas que nos sobran podría tomar largas páginas, como ya lo veíamos. Pero también, así como nos sobran cosas, no cabe duda que nos faltan otras. Y no sólo cosas materiales, sino, y más importante, cosas de nivel superior; si quiere llamémoslas de índole moral o espiritual.

Y voy a tratar de mencionar algunas sin entrar en mojigatería. Por ejemplo, ¿será que nos falta más mirar la propia viga que la paja en el ojo ajeno? Somos expertos en "todo" cuando de criticar se trata. Así es como nos convertimos en el más experto entrenador cuando hablamos de fútbol, y el gurú más experimentado cuando hablamos de estrategias políticas.

"Aquí arreglando el país"es una frase que se escucha cuando llega uno a saludar a un grupo de más de tres. Y no es exageración. Dedicamos horas enteras a criticar lo divino, lo humano y lo mundano, y a dar las soluciones a cuanto problema nos es planteado.

Pero, ¿cuánto tiempo dedicamos a analizar, hablar, y mejor aún a trabajar por nuestras propias falencias, debilidades, o por aquella circunstancia vergonzante que aún no hemos podido superar? Sin duda muy poco.

Después de "comer prójimo" por horas, nos despedimos, damos media vuelta y nos vamos con nuestra propia carga de insatisfacciones, carencias, luchas y desvelos que casi nunca compartimos con nadie, porque nos creemos autosuficientes, porque nos da pena, o porque simplemente no tenemos el valor de enfrentarlas.

¿Qué más nos sobra? Nos sobra orgullo, nos sobra soberbia, ira, duda, ego, angustia, estrés y un gran etc.

Por un momento piense si a usted le fuera dado el poder de reducir, de bajar al mínimo la intensidad de cada una de estas cosas, por no decir que pudiera eliminarlas por completo. ¿Se imagina entonces su vida sin esas cargas? ¿Se imagina el correr de los días sin la angustia que produce la falta de dinero? ¿Sin el estrés del domingo a las seis de la tarde? ¿Sin la penuria de tener que sostener una cara delante de todos, cuando usted sabe dentro de sí que su cara es otra? ¿Se imagina usted siendo una persona apacible, que nada lo perturba, que nada lo desacomoda?

No estoy hablando de un mundo ideal e irreal, estoy hablando de que hay una forma de encontrar una vida armónica y definitivamente mucho más "vivible". Con dificultades sí, pero con la certeza de que cuando lleguen, usted las enfrentará desde la tranquilidad, desde la paz, y aún desde el gozo de saber que ya cada batalla ha sido ganada de antemano.

¿Qué esto suena utópico? Tal vez, pero no tengo duda que es posible, y no sólo posible, sino alcanzable, y menos difícil de lo que imaginamos.

Lo primero es entender de una buena vez que todos necesitamos ayuda. Unos más otros menos, pero todos necesitamos una mano que nos ayude a asomarnos a eso que llamamos felicidad. Tienen todo mi respeto quienes se atreven a usar aquella frase que dice: "yo me hice solo", pero no creo que eso sea posible, nadie se hace solo. O necesitó ayuda para hacer lo que cree que hizo, o mirando con más detenimiento es que en realidad no ha hecho mucho.

En segundo lugar, una vez aceptemos que necesitamos ayuda, es imprescindible buscarla en el lugar adecuado, y no es en la suerte, ni en las cábalas, ni en adivinos, ni en agüeros, brujas o pitonisas. Tampoco en amigos de turno que creen saberlo todo, ni en consejeros de oportunidad que tienen sus propios intereses.

La verdadera ayuda, sin duda usted ya lo intuyó, está en la persona de un hombre que vino al mundo hace más de dos mil años, y nos dio la lección de amor más grande del universo: entregar su vida por la salvación de otros: de usted, de mí, de todos los que un día decidimos creer.

No es teoría, no es una apuesta más, ni un ensayo para ver si las cosas funcionan. Es saber con toda certeza que lo que usted espera, será, y lo que usted no ve, si lo cree, sucederá. Es entender que Dios no es un Dios lejano y que aunque parezca que no hay razones para ocuparse de usted, Él espera que un día usted decida creer y se entregue sin vacilaciones a conocer la verdad.

No tengo duda, nos sobran y nos faltan cosas, pero lo más importante que nos falta es fe. La fe es el principio y el fin de todo. Es el camino para que podamos recibir el poder de transformar nuestras vidas planas, aburridas o angustiadas, en hermosas experiencias que merecen ser vividas día por día.

La fe es darnos la oportunidad de conocer un mundo nuevo, diferente y único, un mundo en el que la vida cobra sentido y aparecen todas las respuestas. En suma, un mundo en donde por una parte, cada vez nos faltarán menos cosas. Pero por otra, cada vez más abundará el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio propio.

Esa es la vida que nos espera con Dios en nuestro corazón y su Espíritu Santo como compañero de viaje. Es cuestión de creer para poder ver.