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Ley anti chancleta

Ley anti chancleta

¿Hasta dónde puede intervenir el Estado en la educación de nuestros hijos? es la pregunta que me surge con la aprobación de la ley que prohíbe reprender a los hijos mediante correazos, palmadas, pellizcos, coscorrones o el famoso "chancletazo". Por supuesto, no comparto el uso de la violencia, los tratos crueles o degradantes como método de corrección contra los niños, niñas y adolescentes, pero estas medidas traspasan el límite entre la familia y el Estado.

Si bien es cierto que la violencia no es un método pedagógico, que genera más violencia, que no facilita cambios de conducta, que los menores aprenden más con el ejemplo y que la mayoría de las veces los padres no corrigen a sus hijos sino que descargan su ira y frustraciones sobre ellos; preocupa el hecho que el Estado cada vez se entromete más en temas de formación y educación de los hijos que compete directamente a las familias.

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Durante siglos la familia ha sido el principal agente socializador, donde se aprenden normas, valores y principios, pero esta institución está en crisis y es amenazada por el Estado. Parece ser un enemigo molesto al cual hay que destruir, enfrentando primero a las mujeres contra los hombres y ahora a los hijos contra los padres; ya que limita la autoridad de los progenitores y la formación de los hijos pasa a ser “potestad” del Estado.

Es así como hemos ido pasando de generaciones que respetaban la figura del “Padre” a otras donde era “papito”, “cucho” y ahora “quién sos vos” para decirme que debo o no hacer, en donde se desestructura la familia y se desdibuja la autoridad de los padres sobre los hijos; porque ahora es el Estado el que marca las pautas de comportamiento. Parece ser que el concepto de familia y de autoridad riñen con las ideologías de la “nueva sociedad”.

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Con esto no estoy diciendo que apruebe la violencia en contra de los más indefensos de nuestros hogares o que me oponga a buscar nuevas alternativas de corrección sino que poco a poco los padres pierden la potestad sobre sus hijos. Puede que las generaciones criadas con “chancletazos” no hayan sido las más equilibradas emocionalmente, pero respetaban la autoridad de sus padres, habrá que esperar los frutos de estos nuevos modelos de crianza, porque cada vez más las nuevas generaciones se crían sin Dios ni Ley.

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