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Lavaperros vallunos

Lavaperros vallunos

Por: Gustavo Orozco, especialista en Seguridad y Terrorismo

Hace poco escuché una frase de un ciudadano al que llamaré Ramón. Mamado de la inseguridad en Cali, se atrevió a soltar la siguiente perla: “extraño la época de los capos del narcotráfico, la de esos patrones que ponían a flotar en el río Cauca a todo bandidito o ladronzuelo de medio pelo que azotaba a la comunidad”.

Debo confesar que al comienzo la frase me produjo un frío desconcertante. Pero a medida que escuchaba ahondar en los detalles, entendí, sin compartir completamente, su analogía traqueta.

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Don Ramón selló su reflexión de la siguiente manera, “cuando en este pueblo mandaba el patrón, no había ladrones, nunca se robaban una moto y mucho menos un carro y ¡pobre de aquel que se atreviera a hurtar en una casa!”. Y podrá ser cierto.

Durante su disertación nunca lo interrumpí y, por el contrario, escuché con atención su historia. Durante el viaje de regreso a casa y cuando intentaba dormir, varias preguntas revoleteaban en mi cabeza, ¿Cómo contradecir un argumento tan crudo, pero efectivo, frente al fenómeno de inseguridad? ¿Cómo basarnos solo en conceptos filosóficos de justicia y sociedad? ¿Somos en realidad fruto de una cultura traqueta y mafiosa?

Lo primero que hice fue organizar las ideas. Para empezar, descarté de entrada el viejo cuento de alcanzar las metas sin importar los medios. Y para la muestra un botón: Colombia sigue sumida en una cruenta guerra que no respetó las formas de lucha en ambos bandos y aún hoy seguimos recontando muertos.

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Paso seguido, recordé las disertaciones platónicas sobre el concepto de justicia, donde aprendí que ésta es la base de toda sociedad y cumplirla por mano propia sería regresar a la época cavernaria. Es decir, aún con todas las fallas que presenta nuestro sistema judicial, debemos fortalecer nuestras instituciones.

Por último, me quedó el asunto de la cultura traqueta y mafiosa. Tema espinoso y doloroso. Si la historia es cíclica, en el Valle del Cauca quedó demostrado que la violencia también. Es la única manera de explicar que, en la actualidad, luego de padecer el millar de muertos de una guerra entre carteles del narcotráfico; miles de viudas y huérfanos, cientos de masacres y decenas de capos capturados, abatidos o extraditados, en la región se siga hablando de vendettas mafiosas.

Para no ir muy lejos, basta recordar que solo este año el Valle del Cauca ha sido el cruento escenario de 12 muertos en tres masacres (Buga, Cartago y Jamundí). Las dos más recientes sucedieron hace apenas una semana. La tesis de las autoridades es la misma de siempre: ajustes de cuentas por microtráfico y en el abanico de presuntos responsables emerge el famoso cartel de los más buscados con toda clase de alias: Niche, Mona, Pipe, Negro, Gordo, y una docena más. Pero todos son simples lavaperros, nada de capos.

En plena Semana Santa, los bandidos se atrevieron a lo impensable en esa región del país: atracar a mano armada la entidad bancaria de un pequeño pueblo que en otrora fue ´oficina´ de un reconocido narco. Ocurrió en El Cairo y en ese robo asesinaron al único policía que atendió el hecho. Sus compañeros estaban en otro punto del municipio, atendiendo una supuesta llamada de auxilio por un tiroteo, que les tendieron como señuelo. ¿Simples lavaperros?

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Esa misma semana, sucedió otro hecho insólito de inseguridad en el departamento. En Andalucía fueron víctimas de atraco y secuestro los integrantes de un grupo juvenil de ayuda social y ambiental, que ese día limpiaban la antigua estación férrea municipal. Luego de despojarlos de sus pertenencias, uno de los muchachos fue secuestrado durante dos horas por los criminales que se movilizaban en moto. ¿Simples lavaperros?

En la masacre de Cartago, donde fueron asesinados dos hombres y dos mujeres, el director nacional de Seguridad Ciudadana de la Policía, denunció los alias de la temida banda criminal que funciona como oficina de sicarios no solo en ese municipio, sino en todo el norte del Valle y Eje Cafetero. Ese mismo día ofrecieron recompensas y sacaron el cartel de los más buscados en Cartago. Por ningún lado aparecieron las fotos de los temidos jefes de la famosa oficina de sicarios a la que llaman Los Flacos. En el cartel solo figuran unos cualquiera, unos lavaperros.

Y claro que hay que perseguir y capturar a todos los criminaluchos que han surgido de la atomización de las grandes estructuras mafiosas y terroristas que ahora compiten como peones por la plata y el territorio. Pero la prioridad real, de absolutamente todas las autoridades, tiene que estar en perseguir a los que dan las órdenes y engordan la billetera.

Que don Ramón no los vea no quiere decir que no estén. Lo único que prueba es que encontraron, en el silencio, la manera de engañarnos mientras viven como si esto fuera su resort. ¿Hasta cuando estarán dichosos entre trago, mujeres y piscina dándole ordenes a sus peones de 5 pesos sin que nadie los revele y sin que nadie los toque?

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