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Las convivir del alcalde Jorge Iván Ospina

Las convivir del alcalde Jorge Iván Ospina

Acorralado por las críticas debido a la creciente inseguridad en Cali, generada por las acciones de las bandas delincuenciales, el alcalde de la ciudad, Jorge Iván Ospina, sacó un As de la manga: darle vida al modelo de seguridad democrática propuesto por Álvaro Uribe, consistente en la creación de “Brigadas y Redes de Seguridad Ciudadana”. Así nacieron las famosas CONVIVIR, creadas por Uribe para “enfrentar” la delincuencia en Antioquia y todos sabemos lo que pasó con ellas: degeneraron en grupos de limpieza social y en estructuras paramilitares que se multiplicaron por todo el país, con ayuda de la fuerza pública, cometiendo miles de asesinatos, en su gran mayoría de personas inocentes.

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Ospina anunció su decisión a través de su cuenta personal de Twitter, que utiliza para los asuntos de gobierno: “Debemos actuar de otra manera, los criminales ganan en fuerza y la capacidad resolutiva es limitada. Es necesario crear Brigadas y Redes de Seguridad Ciudadana. Desde mañana a organizarnos a nivel de barrio pero tenemos que cuidar la vida”. (sic)

A quienes piensen que es ilógico que un alcalde de izquierda haga semejante propuesta debemos recordarles que Ospina no es, ni ha sido un hombre de izquierda.

Que su padre haya sido un guerrillero del M-19, que murió luchando por sus ideales, no significa que su hijo también sea un hombre capaz de sacrificarse por las mismas ideas de transformación social. Qué hubiera vivido y estudiado en Cuba tampoco significa que sea consecuente con la causa de los oprimidos; de Cuba se trajo sus amigotes a los que los que ha engordado con los favores recibidos en la isla. Qué se rodee de zurdos radicales a los que alimenta con jugosos contratos, significa que los usa como validadores para posar de izquierdista.

Ospina es un militante de la derecha, un lobo disfrazado de oveja que engañó en dos ocasiones a los caleños, posando de progre y social demócrata.

En su primera campaña a la alcaldía recibió el apoyo de Juan Carlos Abadía y Juan Carlos Martínez, dos emblemáticas figuras de la política vallecaucana, verdaderos monstruos de la corrupción que cogobernaron con Ospina.  También tuvo el apoyo de Uribe, a quien nunca ha dejado de coquetearle.

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Los sindicatos, especialmente de EMCALI y el magisterio  se encargaron de lavarle la cara a Ospina y mostrar que esos apoyos eran propios de la política y que pese a haberlos recibido el alcalde se mantenía impoluto y firme en sus convicciones.  Pero fuimos testigos de cómo Martínez obligó a Ospina a mantener en el cargo a la secretaria de gobierno quien nunca gozó, por ese hecho, de la confianza de los caleños ni de las autoridades.

Ospina peleó con Martínez, quien lo señala de traidor. Por eso no contó con su apoyo en las pasadas elecciones, pero si lo tuvo nuevamente de Juan Carlos Abadía, también de Dilian, Roy Barreras, Gaviria y por supuesto de Uribe, quien, como suele hacerlo le apuesta a varios candidatos a la vez, por eso el Centro Democrático recibió como cuota una secretaría y Ospina puede hacer alarde de la lealtad del concejal de ese partido, quien resultó más dócil que el más tierno de los  gatitos que apoyaron su campaña y hoy beben a reventar la leche que emana de los contratos.

El desespero de Ospina lo llevó a mostrar los  colmillos y quitarse el disfraz, para mostrar lo que verdaderamente es, un politiquero que además de saquear los recursos de la ciudad pretende cometer el atropello de instalar el modelo de seguridad democrática impulsado por Uribe.

Cuando me desempeñé como fiscal en el Distrito de Aguablanca, justamente en la época en que Uribe promovió las Convivir, fui testigo de varios intentos de la policía de crear Brigadas y Redes de Seguridad (democrática) y, en todos los casos, el experimento dio lugar a la conformación de grupos de limpieza que extorsionaban a los pobladores a cambio de “seguridad”.  Quienes no pagaban la cuota de seguridad o no se sometían a las órdenes de los “vigilantes o cooperantes” eran amenazados o expulsados de sus viviendas.

Los grupos de vigilancia se financiaban con “una cuota de seguridad” que obligaban pagar a los vecinos. Con ese dinero compraban armas y droga, creando verdaderas estructuras criminales, que luchaban entre sí por el control del territorio (barrios o comunas), dando lugar a las famosas fronteras invisibles.

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La acción de la fiscalía impidió que el paramilitarismo tomara fuerza en la ciudad. La presencia del Estado en el oriente de Cali,  a través de la Casa de Justicia, impidió el avance el paramilitarismo. Ninguno de los frentes de vigilancia tuvo el éxito esperado, cual era promover las Convivir como la herramienta apropiada para enfrentar la delincuencia.   Cuando la comunidad tuvo claro que el Estado es quien tiene la  obligación combatir los malhechores, haciendo uso de las herramientas legales, rechazó los grupos de vigilancia. La confianza de la ciudadanía en la institucionalidad se materializó en apoyo a la gestión de las autoridades, sin necesidad de conformar brigadas,  ni redes de vigilancia.

La propuesta de Ospina es la cimiente del paramilitarismo. La falta de coherencia y claridad del acalde sobre la manera de enfrentar la delincuencia y la inseguridad en  la ciudad nos pueden llevar al caos y al resurgimiento de grupos paramilitares.

En el afán de recibir el apoyo de Uribe a quien el país reconoce como un  amigo del fiscal general de la nación, Ospina es capaz de cualquier cosa. Los líos judiciales que acorralan al alcalde lo tienen desenfocado y dispuesto a sucumbir a las tentaciones de la extrema derecha, que no dudará en sacarle provecho. Para verdades el tiempo, como dicen por ahí.

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