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La respuesta II

La respuesta II

De Shakira recuerdo su pelo negro, su nariz de breva, su bemba, sus dientes normales y un poco amarillos, y sus cuartos traseros, acaso lo único latino que aún le queda. Una década después compondría Las caderas no mienten.

También las nalgas de Marbelle, toda la pompa insulsa de Amparo Grisales y la esbeltez de La Niña Mencha, Margarita Rosa de Francisco, que desconocía la posibilidad de votar en blanco.

De Juanes su cabello largo, el sonido rockero de Ekymosis y sus brazos siempre cruzados que ampliaban la exposición de sus tatuajes profusos.

De Carlos Vives esa juventud tardía que se alargaba con sus pantaloncitos calientes y que aún intenta con sus balacas mujeriles.

El tufillo en las axilas de Enrique Iglesias y ese lunar que ya no existe.

El bigote tinturado, los cachetes flácidos y el cáncer de garganta de Rodrigo; las gafas de Álvaro, y ese amor por la música colombiana que profesan Silva y Villalba.

Todos y más pasaron por el Magazín 9pm.

De Ryszard Kapuściński me queda su cita de Heródoto: “La verdad es la primera víctima de la guerra” y su reflexión en torno de la nuestra, que leyó como un remedo en mayo de 2004. “Me dijeron que Colombia estaba en guerra. Caminé hoy por las calles de Bogotá. No vi tanques, ni cadáveres desmembrados, ni niños huérfanos, ni hambrunas, ni desabastecimiento”.

De Mario Vargas Llosa, en abril de 1997, sus resplandecientes cabellos de plataque refulgían por el sol capitalino y el séquito de zalameros con guayabera blanca -encabezados por el magnate editorial Belisario Betancur- que lo escoltaban hasta el auditorio José Asunción Silva en Corferias.

De otras cabezas blancas y no menos brillantes mentes, las de Carlos Gaviria y Jorge Robledo, cómo iluminaron los 25 años del proyecto Nasa en Toribio, evento al que no asistió ningún medio de comunicación nacional en septiembre de 2005.

De Gustavo Petro sus brazos cruzados, su torso echado hacia atrás e inclinado a la izquierda mientras cuadrábamos luces y arrancábamos la entrevista. Estaba en campaña al Congreso y su mirada brotada, llena de arrogancia, acompañaba ese valor sinigual para denunciar.

De Alfonso Gómez Méndez su conocimiento musical, lo determinantes que fueron sus coterráneos, Darío Echandía y Alfonso Reyes Echandía en su vida, sus recuerdos de Chaparral y su familia en Miranda-Cauca.

De Hollman Morris su convicción periodística, su mochila y su fe en el cambio posible para nuestro país.

De Sigifredo López el olor de su sudor el 5 de febrero de 2009, día de su liberación. Y el crucifijo de madera tallado por Francisco Javier Giraldo y Carlos Alberto Barragán, y adornado por Carlos Alberto Charry, tres de los once compañeros de la Asamblea del Valle acribillados por la guerrilla en cautiverio, el 18 de junio de 2007. También un corazón con las letras S y P, Sigifredo y Patricia.

De Piedad Córdoba su turbante, sus túnicas, su nariz respingada, su discurso reivindicatorio y ese hablar enérgico y temerario.

De Iván Cepeda el ceño siempre fruncido, su aversión a la corbata y ese dolor que le brota en la mirada.

De César Rincón su estatura, ese acento rolo españolizado y un aura amarillenta en su piel.

De Ortega Cano la forma como miraba a Rocío Jurado en la fiesta que los españoles hacen en Cali a las 6:00 p.m. todos los 31 de diciembre para recibir el nuevo año…

Y de Manuel José Bonnet Locarno,Comandante del Ejército Nacional, su adusta respuesta el 25 de septiembre de 1997 cuando en alusión a la frase de William Ospina, le pedí su opinión: “General, en este país la situación es tan compleja que los ricos no pueden dormir, la clase media no puede comprar y los pobres no pueden comer”.

Sí, -me dijo-. Nada más. Ocho días después sobrevivió a un atentado en el Cerro Ziruma, en la vía que lleva a El Rodadero, en Santa Marta.

Faltan entrevistas y respuestas, sobran mentiras. El próximo domingo ganarán las elecciones.