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Instantes

Instantes

Un hombre salva de la basura el cuento que habría de redimir al escritor en formación. Fue Jorge Gaitán Durán. El texto, Isabel viendo llover en Macondo (1955). Y el cuentista, Gabriel García Márquez.

Una mujer pierde toda la herencia de su marido, Januario Narváez, por vanidad. Se llamaba Pilarica Guzmán y sin hacer ningún tipo de registro notarial se quiso llamar Elvira.

Un guía turístico recita una transfiguración. Hacienda El Paraíso: “En esta cama durmió María”. “Aquí la visitaba Efraín”. “En Santa Elena está su tumba”. Lo cierto es que el lugar se llamaba La Casa de la Sierra. La mujer, Emma; y el hombre, Jorge Isaacs. Eran primos. Efraín y María son personajes literarios y la apropiación histórica de los habitantes de El Cerrito, y de los vallecaucanos en general, ha sido maravillosa.

Una comunidad crea su propia leyenda. Mulaló: “Aquí yace Palomo, el caballo de Simón Bolívar”. “Murió el 17 de diciembre de 1840”. ¡10 años exactos después de El Libertador! “Aquí nació Manuela Josefa Bolívar Cuero, concebida la noche del 25 de diciembre de 1822”. “Hija de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco con la esclava Ana Cleofe Cuero”. La verdad es que en 1826 El hombre de las dificultades le regaló su caballo al mariscal Andrés de Santa Cruz en Perú, quien terminó traicionándolo. Y en diciembre de 1822 estaba en Ibarra-Ecuador, muy probablemente arrullando a Manuela, pero Sáenz.

Un pirata extraviado. Cerro El Morro-Tumaco: “En este lugar los piratas escondieron muchos tesoros y se ocultaron de sus enemigos”, asegura un negro alto y fornido que pasea turistas e ilumina el lugar con su nívea dentadura. Aterrador relato, pues los piratas solo serpentearon el Caribe. Balboa “descubre” el Mar del Sur el 25 de septiembre de 1513; y Magallanes llega a él por el estrecho que hoy nombra su apellido en la Tierra del Fuego, siete años después, el 28 de noviembre de 1520 y lo rebautiza Pacífico.

Un monumento religioso se inaugura con salvas de fusil para conmemorar los 50 años de la Guerra de los mil días. Cristo rey en Cali. Domingo 25 de octubre de 1953. El obispo, el gobernador, el alcalde y un coronel, por orden del presidente de la república, consagraron la comunidad al Sagrado Corazón de Jesús. Monseñor Miguel Antonio Medina, Diego Garcés Giraldo, Jaime Lozano Henao y Deogracias Fonseca. La orden partió de Gustavo Rojas Pinilla.

Un departamento donde, contrario a lo ocurrido en el resto del país, el número de habitantes se redujo por cuenta de la violencia. En principio tuvo tintes políticos pero con el tiempo se degradó hasta convertirse en crimen, asaltos, descuartizamientos e ignominia. Bandolerismo y delincuencia. Un ejemplo: Según los censos de 1951, 1964 y 1973 la población de Dolores era 9.707, 12.880 y 9.903 habitantes respectivamente. Condición que se repite en 34 de los 45 municipios del Tolima donde la población decreció.

Una canción incluida a última hora y por necesidad en el álbum se convierte en clásico e identidad del artista. Las cuarenta de Francisco Gorrindo que inmortalizó a Rolando Laserie. Un tango llevado al bolero. Y Amarte más no pude de Marciano Martínez, que en contra de todos hizo éxito Diomedes Díaz.

Otra que vio la luz primera como poesía. Último ruego de Federico Barreto, que Roque Plaza retocó en Ódiame de Julio Jaramillo. La Reinade Pablo Neruda que Hernán Urbina Joiro ajustó al caribe con Tu eres la reinaen la voz de Diomedes Díaz. Las Flores Negrasde Julio Flórez que prosperaron en el pasillo del Dueto de Antaño y medio centenar más de intérpretes. O su Bodas Negrasque tantos cantaron pero ninguno como el cubano Gilberto Urquiza, nacido en Matanzas (1920), y al que le valió el remoquete de La voz tenebrosa de América.

Un fragmento que rinde homenaje. Una estrofa de Gitana de Willie Colón a la Rima XXXVIII de Gustavo Adolfo Bécquer. O los versos de su autoría que intercala Joan Manuel Serrat en su canción Cantares, a las estrofas de Antonio Machado, que pertenecen a la sección Proverbios y cantares de su obra Campos de Castilla (1912).

Y un poema de Borges que presta el título a este texto. Instantes. No es de Borges y tampoco nació como poema, pero ya no pudo zafarse ni de lo uno ni de lo otro. Fue publicado en prosa como artículo de la revista Reader´s Digest, en octubre de 1953, bajo el título If I had my life to live over. Lo firmó un caricaturista estadounidense, Don Herold. Y la traducción no literal del encabezado fue asumida como primera línea del ahora poema y borgiano texto: “Si pudiera vivir mi vida de nuevo…”

Yo la verdad no quisiera. Con una vida es suficiente. Esa idea de la vida eterna es un embeleco, como el amor o la felicidad, que son solo instantes.