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Entretenimiento y Narrativas Digitales

Entretenimiento y Narrativas Digitales

Especial para 90minutos.co

“Si queremos que todo siga como está,

es necesario que todo cambie”.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Y diseñó Gutenberg la imprenta de caracteres móviles y los escribanos en los palacios se quedaron sin trabajo. Y se encendió la bombilla eléctrica de Edison y las fábricas de velas comenzaron a apagarse. Y giró el tractor por las estepas rusas para aumentar la producción y murieron más de un millón de campesinos ante la decisión de Stalin. Y rodó el Modelo-T de Henry Ford y los carruajes tirados por caballos comenzaron a desaparecer. Y a lo largo de la humanidad surgen cambios amparados en el desarrollo industrial y los avances tecnológicos y se registran cambios sustanciales en las prácticas sociales. Efectos leídos incluso muchas veces como retrocesos en el progreso y evoluciones involutivas. Ahora el espectro es la inteligencia artificial soportada en el Big Data y la virtualidad. Bajo este panorama la Universidad Autónoma de Occidente lanza un nuevo programa que enfrenta múltiples derroteros y apreciaciones diversas desde variadas orillas, pero que sin duda le apunta a atender una necesidad inminente de la sociedad y del mercado. El reto: consolidar un soporte cognitivo que la equilibre.

La Facultad de Comunicación, Periodismo y Medios Digitales de la UAO es sin duda una de las más destacadas de la ciudad y la región, algo que se comprueba con su trayectoria y reconocimiento; la ubicación laboral de algunos de sus egresados dentro y fuera del país; y el aporte en la construcción social que ha hecho por más de tres décadas. Y un dato a nivel nacional lo ratifica: hoy es la universidad privada a la que más ingresan estudiantes a primer semestre de esta carrera. De modo pues, que su importancia en el territorio y en la institución no es simplemente una cuestión circunstancial o económica, aunque los dos factores sean determinantes. No basta con que haya sido una carrera que estuvo de moda y ahora –según los futurólogos–, comienza su declive porque hoy tienen más trascendencia social los influencers, los youtubers o los instagramers, que los periodistas; y porque el sujeto del mundo digital necesita nuevas narraciones y narradores. En la última década la universidad ha buscado consolidar un nuevo rumbo formativo para estar a tono con los cambios y las nuevas realidades.

Sí, todos sabemos que la educación es un negocio –como los medios de comunicación o la iglesia, como todo–, pero sabemos también que su función social debe trascender y trasciende porque el ser de hoy es autor, reproductor, emisor y receptor de contenidos en diferentes niveles de conexión, con sólo darle clic a un aparato que se ha convertido en una extensión misma de su existencia. Y porque de aquellas tres funciones endilgadas a los medios masivos de comunicación: informar, educar y entretener, tal vez la que mejor han hecho y se ha desplegado, sea la del entretenimiento. Nada más serio y rentable en estos tiempos, que mueve –únicamente en Latinoamérica– un aproximado de 450 billones de dólares. Sólo los usuarios de videojuegos, alcanzan los 593 millones de personas en el mundo, un 7% de la población de la tierra. Es una realidad inexorable y la academia debe no sólo atender este escenario, sino reflexionar con análisis argumentativos para capacitar con base en el pensamiento crítico y la aportación social. Estamos frente a una situación a la que el ser humano y la sociedad no se habían enfrentado jamás y que nos dejará en otro escenario, por demás incierto. 

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Un nuevo programa, una nueva apuesta y una vieja realidad: el cambio es una constante. Y el ensayo/error, una estrategia de los que se atreven, de aquellos que cuando llegan los vientos de cambio construyen velas para avanzar y no paredes para resguardarse inermes frente a la incertidumbre. Obviamente, reducir el margen de error depende de los equipos humanos y no sólo el advenimiento de los tiempos y sus vicisitudes tecnológicas. Lo hace esta universidad y la de Los Andes y la mejor del mundo: el Instituto Tecnológico de Massachusetts, cuyo fundamento es la instrucción de laboratorio y la tecnología aplicada. Durante diez años consecutivos obtuvo el título de la mejor universidad del mundo según la clasificación QS World University Rankings y –quién lo creyera, o mejor, por qué asombrarnos– lo hizo de la mano de la guerra, de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, y sus respectivos procesos de industrialización, pues se comprueba con una revisión histórica simple que la guerra ha sido el tábano del pensamiento y el pilar de la ciencia.

De modo pues que el ojo avizor de quienes lideran la educación formal aquí y en el mundo atiende las dinámicas de la economía y los requerimientos de la sociedad que se moldea a su antojo. Debería ser al contrario claro, que sus instituciones marquen los caminos y los sentidos del verdadero conocimiento, pero es así, ellas recorren los rumbos que definen los mercados y sus poderes para proveerle elementos al sistema. Así funciona el mundo y así funciona el capital, nos lo recuerda el economista francés Thomas Piketty, cada que recomienda flexibilizar este modelo para no colapsar como sociedad; pero el crecimiento económico es un señuelo muy vistoso que no atiende nimiedades como las desigualdades económicas o las distribuciones inequitativas de la renta. Lanzar un nuevo programa en medio de estos tiempos es atreverse a repensar los intereses y las necesidades de una institución y de una sociedad a la que la pandemia le dejó más que vacunas, una cicatriz letal: el miedo a casi todo y la adulación como antídoto.    

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La idea de que lo virtual es el único e inexorable camino, que sólo hay una interpretación del futuro y de la historia, que la acelerada globalización manipula y vacía, pero también pluraliza y reivindica grupos históricamente excluidos y marginados, que el consumo desbordado de información desinforma, que el ciberespacio no tiene territorio y –por sobre otras muchas consideraciones–, que la comunicación hoy se ha tornado más problemática, porque todo el mundo ve, lee, oye, escribe y envía, necesita narradores preparados que entiendan que el entretenimiento es una cosa tan seria como el humor y tan profunda como cualquiera de las preguntas que se hace Yuval Noah Harari en el libro De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (2014): “¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones o en los derechos humanos; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? ¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo? ¿Y cómo será el mundo en los milenios venideros?”.

Y se lanzó el programa Entretenimiento y Narrativas Digitales y no sabemos cuáles comiencen a desaparecer, pero sí con mucha certeza –como Alvin Toffler, otro gran futurólogo–, que el cambio no es solamente necesario en la vida, es la vida misma. Y que a cada época y cultura –según Gilbert K. Chesterton–, las salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales. ¡Equilibrio!

Más información con Ismael Cardozo Rivera, director del programa Entretenimiento y Narrativas Digitales icardozo@uao.edu.co  3188000 Ext. 11523

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