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El silencio de los inocentes

El silencio de los inocentes

Las pistas que dio la periodista CLAUDIA MORALES sobre el sujeto que la violó son tan claras que no exigen mayor ingenio para descubrir quién es el siniestro y poderoso personaje que a lo largo de su vida pública ha demostrado ser capaz de cualquier cosa, (especialmente de silenciar, atemorizar, perseguir, desacreditar, encarcelar y eliminar a sus enemigos) y gozar de un enorme prestigio que le permite mantenerse impune y contar con el privilegio de ser visto y oído, todos los días, por los colombianos.

CLAUDIA MORALES, no quiso mencionar el nombre del importante exjefe que la violó, señalándolo simplemente con el pronombre él, porque tiene miedo, lo ha tenido desde cuando fue violada y comprendió que su victimario tenía tanto poder que nunca sería juzgado por este hecho y en cambio ella sería desprestigiada y obligada a salir con su familia al exilio o correr el riesgo de ser asesinada.

Todos sabemos que su agresor "no se anda por las ramas", que "toma el toro por los cachos", que es un tipo que ha dado guerra sin cuartel a sus enemigos y siempre ha salido triunfante, que cuando fue traicionado y luego amenazado por uno de sus escuderos, este murió en un extraño accidente que nadie investigó a fondo.

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CLAUDIA MORALES tiene miedo porque su agresor tiene todos las características de un sicópata: es encantador y genera confianza; es educado en el trato; se muestra diligente y trabajador; presenta ante los demás unos vínculos familiares estables, basados en la comprensión y el afecto; es superficial; carece de escrúpulos, no siente culpa, ni empatía; manipula a los demás en su propio beneficio; no le importa en lo más mínimo lastimar a las personas y cuando ha cometido delitos graves los planifica con inteligencia e ingenio:  siempre está un paso adelante de sus acusadores a quienes enfrenta  minimizando los hechos de las denuncias y, por supuesto, desprestigiando a la víctima o al investigador.

CLAUDIA MORALES tiene un miedo racional porque es consciente del poder de su victimario y porque es testigo de la inoperancia de la justicia colombiana, especialmente del órgano que tiene la competencia para investigar este crimen. La valiente periodista sabe muy bien que si denuncia formalmente, el victimario se defenderá diciendo que es objeto de una persecución política, de una confabulación del comunismo internacional, de un ataque del Castrochavismo y si las pruebas indican que estuvo hospedado en el mismo hotel con su víctima y que fue a su habitación, dirá entonces que ella lo llamó y se le ofreció de manera impúdica pero que él la rechazó, porque siempre ha creído que ese "gustico" debe satisfacerse con la esposa, y que la mujer quedó frustrada y dolida y juró vengarse algún día por haber sido rechazada.

CLAUDIA MORALES tiene miedo porque cree que el violador parece revestido de una especie de teflón mágico que lo hace invulnerable e invencible y porque ha demostrado estar por encima de la ley y la justicia, gracias a la voluntad de un pueblo que lo venera como si fuera la viva encarnación del Mesías, tanto así que sus seguidores no han dudado en compararlo con el universo, con la luz del sol  y con el Sagrado Corazón de Jesús.

Los miedos de CLAUDIA MORALES son comprensibles y respetables. Nadie puede obligarla a que suministre el nombre del victimario y dar una batalla en la que perdería la paz y la tranquilidad que ha logrado con su familia. Sin embargo, se equivoca en dos cosas: primera, al creer que está a salvo mientras no señale al violador y segunda, al pensar que  envía un mensaje esperanzador a las víctimas que aún no se han atrevido a denunciar delitos similares.

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Durante más de 14 años, en que me desempeñé como fiscal seccional, manejé delitos sexuales y homicidios, entre otros. Gracias a esta experiencia puedo afirmar que las víctimas y sus familiares corren mayor peligro cuando guardan silencio respecto a lo que saben que cuando han suministrado toda la información a las autoridades. La razón es muy simple: el criminal que se ve acorralado busca, por todos los medios, evitar que lo señalen y cuando lo hacen, por regla general, no quiere agravar su situación lastimando a las víctimas. CLAUDIA MORALES corre más peligro manteniendo esta posición porque no puede prever cómo se defenderá el victimario quien, a no dudarlo, debe estar planeando como “frentiar” los señalamientos que se tornan inevitables. Lo menos que podría hacer es poner a circular la historia del jefe seducido por la escaladora y perversa subalterna.

CLAUDIA MORALES tiene derecho a guardar silencio, pero no puede reivindicar el mutismo como una victoria, ni siquiera moral. El silencio de los inocentes es el triunfo de los victimarios. Estos se alimentan del miedo de sus víctimas y van por el mundo, impunes, provocando más víctimas. Romper el silencio debe ser la consigna, si queremos cambiar las cosas, aunque sea poco a poco.

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