Icono del sitio

El Feminicidio en Cali

El Feminicidio en Cali

Durante la década de los 80s surgió en Cali el término “limpieza social”, para denominar los asesinatos de consumidores de drogas, ladronzuelos, prostitutas, travestis y habitantes de la calle, cometidos por oscuros personajes que adoptaron alias rápidamente popularizados por la prensa local. Uno de ellos fue El Justiciero Implacable, tomado de la famosa saga Death Wish (1974) protagonizada por Charles Bronson, quien encarna a un iracundo padre de familia que toma la justicia en sus propias manos para vengar la muerte y violación de su esposa.

A diario se publicaban los asesinatos del Justiciero Implacable (y de sus imitadores PAPAGAYO y KANKIL) y los noticieros populares destacaban los hechos como si se trataran de verdaderas proezas en beneficio de la ciudad. Uno de los escenarios de estas cruentas incursiones fue el barrio Sucre, localizado en el centro de la capital, que de vieja data ha sido una especie de gueto habitado por personas prácticamente excluidas de la sociedad.

En el imaginario colectivo El Justiciero Implacable era un sujeto solitario y desalmado que deambulaba por las calles a la caza de sus víctimas. Inclusive había quienes afirmaban haberlo visto luciendo ropas parecidas a las del personaje que representaba Charles Bronson en sus películas. Pero en realidad los crímenes eran cometidos por grupos conformados especialmente por integrantes de la fuerza pública.  Miembros del grupo de inteligencia de la policía, conocido como F2, fueron insistentemente señalados por la comunidad como los autores de los homicidios selectivos atribuidos al Justiciero, lo mismo que el B2 del ejército, al que se le imputaba la desaparición y muerte de militantes de izquierda, en otros sectores de la ciudad. El mito del justiciero sirvió para ocultar la identidad de quienes pretendieron provocar un éxodo masivo de los habitantes del centro de Cali, con fines económicos (comprar sus viviendas a bajo costo) y también permitió disimular la guerra sucia contra los grupos de izquierda.  Pero sobre todo contribuyó a que estos crímenes quedaran en la impunidad.

Treinta años después, la ciudad cuenta con un nuevo mito urbano, para utilizar un lenguaje de moda. Se trata de “El Feminicida”, un sujeto que anda suelto matando mujeres en la ciudad.

De acuerdo con los promotores de este mito, entre quienes se cuentan reconocidas feministas, quien da muerte a una mujer es un feminicida, así como quien mata a  un hombre es  homicida.

Sin embargo, el asunto no es tan simple. Hasta hace poco el feminicidio era una simple categoría sociológica, pero gracias al impulso de algunas organizaciones de derechos de las mujeres el legislador modificó el Código Penal e introdujo el delito de feminicidio (art. 104A , C.P.). De esta manera quedó establecida una sanción  que va desde los 20 hasta los 40 años de prisión, a quien de muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género, entre otras circunstancias.

En suma, de acuerdo con las voces del Código Penal,  el feminicida es esencialmente un misógino, un machista posesivo o un sádico y la victima una persona inocente.

Por lo tanto, el feminicidio hay que verlo a la luz del Código Penal. Para decirlo de otra manera, con el perdón de las feministas, no toda muerte violenta de una mujer es un feminicidio.

Una postura radical frente a los  feminicidios, puede traer como consecuencia el encubrimiento de las verdaderas causas o móviles de la muertes violentas de mujeres en la ciudad, provocadas muchas de ellas, por su directa participación en actividades delincuenciales o por sostener relaciones con personas vinculadas a estructuras criminales.

No hay que desconocer que existen casos que corresponden a verdaderos feminicidios y que las mujeres siguen siendo víctimas de la violencia doméstica y del acoso sexual y laboral, pero de ahí a sostener que estamos frente a una pandemia feminicida hay mucho trecho.

Estos mitos urbanos, contribuyen a generar impunidad y dificultan una respuesta efectiva y adecuada por parte del Estado y la sociedad frente a determinados comportamientos sociales.

Los mitos solo benefician a quienes los promueven.

La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co