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El culillo del periodismo

El culillo del periodismo

Culillo es miedo. Y hago esta precisión de entrada para encauzar la argumentación en torno de un escándalo mediático que ha puesto en tela de juicio al periodismo nacional. Culillo es una palabra de la jerga del común que rima con anillo y que nada tiene que ver con un culo pequeño o minúsculo, aunque suene a cacofonía. (Es increíble como el lenguaje juega con nosotros). Culillo rima con anillo, que en el rebautizo que han hecho los medios de comunicación, no se refiere al aro que se lleva en un dedo de la mano como adorno o símbolo de un estado o cargo, sino a la -aún no demostrada- existencia de una red de prostitución masculina al interior de la Policía Nacional. Según el coronel (r) Jerson Castellanos, fue así denominada por alguien que de manera jocosa -en el casino de la institución- y, fiel al doble sentido nacional, se burlaba de los homosexuales. Este anillo, entonces, hace referencia al ano, y la mencionada comunidad, a una práctica social común y más aún, en espacios cerrados para alguno de los géneros.

Dicho lo anterior, adjetivos como escabroso y escandaloso -entre otros de más grueso calibre- que se han utilizado para referirse al video donde Carlos Ferro, ex viceministro del Interior, responde a las preguntas de Anyelo Palacios, un ex capitán de la policía, del cual solo aparece la voz en off y una sospechosa tendencia a la indagatoria, solo confirman la dimensión de la doble moral nacional. Somos -a pesar de tímidos avances- un país homofóbico, machista y gobiernista. Nuestra sociedad no está preparada, es decir, educada, para discutir temas de índole sexual con altura. El solo nombre mediático: ‘La comunidad del anillo’, es ya un irrespeto. De ahí en adelante, o de ahí para atrás, todo esto es un espectáculo degradante donde el chismorreo burdo sustituye a la información fidedigna. Si a eso sumamos que tumbar funcionarios es una especie de revanchismo social, el melodrama está servido.

La sal se ha corrompido y hasta la justicia está contaminada. De modo que los juicios ahora ocurren ante las cámaras y no ante los jueces, que ya no dictan sentencias porque son los medios los que absuelven o condenan a los implicados. Quien denuncia haber sido violado, se percibe en el video como un seductor infatigable. La condena ética, moral y social, ocurre antes de que una investigación defina si se es culpable o inocente. Y en esa tendencia absurda ha caído el periodismo nacional. Que Vicky Dávila cite la frase de George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”, para justificar lo que hizo, es vergonzante. Tanto como la frase de Rodolfo Walsh que utiliza en su promoción de la F.M. en televisión: "El periodismo es libre o es una farsa".

Basta revisar las diez estrategias de manipulación que traza Noam Chomsky, para descubrir el tamaño de esta patraña. Tres renuncias no sirven para nada más, que para confundir a las audiencias. Ni al general Palomino ni al ex viceministro Ferro, se les ha comprobado de lo que se les acusa. Será preciso que la justicia actúe, que se investigue y se proceda, pero el daño ya está hecho. Y que Vicky Dávila renuncie no garantiza que no se siga esta misma línea. Llama la atención que el periodismo sea tan acucioso en estos temas -me refiero a los escándalos sexuales intrascendentes- y les dedique una, dos y hasta tres semanas, y pase por encima de temas como el colosal desfalco de Reficar, la tremenda crisis humanitaria de la Guajira, lo acordado por debajo de la mesa en La Habana, y la Reforma Tributaria que muy acorde con ‘La comunidad del anillo’, nos están clavando en medidas dosis.

La cortina de humo es más grande que los cuatro anillos de Saturno y genera más interferencia que los de Newton. Mi mente -que es más sucia que los adjetivos del Procurador en contra de los homosexuales-, considera que todo podría hacer parte de una calculada estrategia de gobierno. La relación viene como anillo al dedo. Colombia está siendo sacudida para adecuar el Estado a los intereses del posconflicto y todo aquel que resulte incómodo, será investigado hasta el escarnio. Dicho en otras palabras, se le esculcará su vida para descubrirle su rabo de paja. (Lo dicho, el lenguaje es una locura). De paso, el escándalo intrascendente servirá para cubrir otros escándalos que de investigarse y darse a conocer en esencia, resultarían de una importancia crucial para la construcción y el futuro de la nación. Pero lo urgente no suele dejar tiempo para lo importante y la maniobra de distracción del pueblo, opera como debiera en su intención de idiotizar a las masas.

Si cavila uno -entre otras cosas- que a la Defensoría del Pueblo podrían llegar los millones de dólares que la comunidad internacional donará sin interés alguno para las víctimas -que también podrán ser ex guerrilleros- y que la policía debería tragarse el monumental sapo mamboré de ver y coordinar las patrullas rurales -conformadas por ex guerrilleros-, pues podría uno especular que Jorge Armando Otálora y el general (r) Palomino, resultaban incómodos. Como incómodo debió ser para Carlos Ferro reconocer su bisexualidad, que es lo único que prueba un video tildado de porno, que en estricto sentido, es un diálogo entre un par de hombres adultos y, en el caso del viceministro, adúltero. Vicky entretanto volverá a ser Victoria Eugenia Dávila. El país seguirá igual. Y a los periodistas les dará culillo, porque estarán de patitas en la calle si no hay ‘rating’, impacto y ganancias para la empresa mediática; y su cabeza servida en la mesa de los carroñeros, cuando la doble moral de cualquiera de los poderes considere que se salieron de madre.