Icono del sitio

Desprestigio y privilegio

Desprestigio y privilegio

Blog de Lizandro Penagos

Comenzó otro semestre, el más atípico desde que en Colombia hay educación superior. Ni las hegemonías, ni la Violencia, ni la dictadura que montó y desmontó el bipartidismo, ni el Frente Nacional, ni todas las otras violencias, ni la mezquindad de tantos gobiernos, ni nada había logrado lo que un virus invisible: hacer visible otro sistema en crisis histórica y permanente. Ni los paros, ni las protestas, ni las muertes de varios muchachos convertidos en mártires por los infiltrados y por el Esmad, ni los pésimos resultados en las pruebas Pisa, ni los escalafones docentes que se establecen por tiempo y no por calidad, ni la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, que con cifras asombrosas pidió lo que hoy fue posible: la oportunidad de revisar la educación en Colombia, lo mismo que la salud, la economía, etc. Este examen llegó de la mano del confinamiento que no solo ha guardado a ciertas personas -la clase media, sobre todo-, sino a los problemas, así como quienes se hacen trampa a sí mismos y esconden lo barrido bajo la alfombra. Casi cuatro millones de jóvenes, en la década pasada, no pudieron ingresar a la universidad.  Y, este año, el 48% desertó de la universidad por diversas razones, pero la crucial, la económica.

Ante la contingencia de otro semestre virtual y con pago real, el milagro sucedió. Fue posible entonces que las universidades públicas declararan la gratuidad y que las privadas repensaran sus posibilidades de financiación. Aun así, las matrículas cayeron en un 50%. Y el gobierno nacional, bien gracias, atendido su programa bandera: el de televisión. Lavando una imagen hedionda. Mintiendo. Tapando. Desviando. Sin autoridad, sin autonomía, sin seriedad, sin ser a bordo. A la deriva en temas trascendentales. En muchos, pero ante todo en educación, viejos acuerdos mostrados como nuevos anuncios coyunturales. Arrancó entonces un semestre sin pagar un solo peso. Reitero, solo en algunas universidades públicas a las que las rentas de los departamentos inyectaron recursos para que la deserción no fuera mayor a la que ahora se registra. No hay una sola institución donde las matrículas se hayan sostenido. Las privadas, las más afectadas. Y en casi todas los despidos comenzaron por el eslabón más débil de la cadena, esa adversa modalidad de contratación llamada Hora Cátedra. Mientras el 20% de los matriculados no cuenta con acceso a internet o un equipo de cómputo.

Le puede interesar

https://90minutos.co/pinocha-blog-lizandro-penagos-cali-10-08-2020/

La presencialidad virtual, que dista bastante de la educación virtual, no solo volcó las aulas a los hogares, sino que los medios de producción ahora corren por cuenta de estudiantes y docentes. Y de los padres de familia claro, muchos de los cuales deben esforzarse, hacer ingentes sacrificios, solicitar préstamos a tasas de usura, cohibirse de lo básico, para que sus hijos accedan a la universidad. Y, aun así, algunos vástagos desaprovechan el privilegio de la educación. Suelen ser personas que lo tienen todo, cuya única responsabilidad es estudiar, pero que no valoran un ápice el conocimiento, ni el esfuerzo de quienes los sostienen. Nadie a quien le cueste estudiar suele desaprovechar la oportunidad. Los mantenidos van a la universidad a socializar, a pasear, a conocer gente, a ligar, a buscar cómplices de farra, a todo, menos a estudiar. Son ‘eternos estudiantes’ que ven pasar y salir cohortes completas, mientras lo único que alimentan es su desprestigio. No enfrentan una discusión de su campo o disciplina, porque para estas personas el saber es algo simple e intuitivo. Creen más en la astucia que en el juicio y más en la picardía que en el discernimiento metódico.

De ahí que no se exigen ningún compromiso y, a veces, logran obtener un título, lo que habla muy mal de los estándares de calidad de las instituciones que sostienen a estos ‘buenos clientes’. Su pensamiento no necesita una elaboración excelsa porque van por la vida amontonando días sin ganar experiencia o capacidad argumentativa. Creen y difunden información que sostiene la idea de que el estudio no es garantía del éxito económico. Y puede ser verdad, pero la cuestión es que equiparan la felicidad con el dinero. Por eso es casi imposible sacar a alguien de ese pantano. Confunden el emprendimiento, que es la creación visionaria de empresa; con el negocio, que solo juega con la necesidad del otro y espera el momento para asestarle el golpe de gracia. Ahora con la virtualidad, no pueden ir a la universidad y su mundo se estrecha. Hacen presencia con el celular desde cualquier lugar y sin la disposición para el aprendizaje. Están sin estar, asisten sin asistir, no participan ni encienden sus cámaras. Falsean trabajos y eluden cualquier responsabilidad con la consabida baja señal de Internet o la falla supuesta de la plataforma. Son esas pantallas negras que no le dan la cara ni al sol y le meten una mentira a una alcancía.

Por supuesto, hay buenos estudiantes. Vivimos tiempos extraños en muchos aspectos, pero iguales en términos de conciencia vital, solo que con tapabocas. El bueno es bueno en libertad o confinamiento y el mediocre lo es en medio de cualquier circunstancia. Y esto aplica para estudiantes y profesores. Para hijos y padres, para empresarios y empleados. Para gobernantes y ciudadanos, para todos. Es grato ver a través de la pantalla estudiantes con pensamiento y actitud críticas, interesados por la construcción de país, por la dignificación de la profesión, por los problemas y sus explicaciones, sus causas y contextos, sus consecuencias y las probabilidades de solución. Jóvenes sin un equipo de cómputo que hacen de su teléfono móvil el aula virtual. Muchachas que deben preparar su almuerzo mientras avanza la clase. Pelaos que dejaron el campo para cultivar su sueño profesional. Chicas que buscan autonomía, y no encontrar el marido que les asegure el futuro. Personas que quieren cambiar el mundo, así sea el propio. Ese es el comienzo.

Pero deben compartir espacio -ahora virtual- con seres extraviados, personas que siguen en su mundo vacío a la espera del viernes y de la fiesta, del alboroto y los excesos, del licor y las malas compañías. Alejados de las justas proporciones, para no pecar de maniqueo. Y la policía, como el gobierno, bien gracias. Imponiéndoles comparendo a los más pendejos. A los necesitados. A quienes no tienen padres alcahuetes que los sostengan en su barahúnda, para quienes la celebración o la conmemoración no llega a vagabundería. El país está lleno de este tipo de personas que son el verdadero problema de la nación. Como decía Jaime Garzón, personas que “no quieren leer, estudiar, madrugar, trabajar…” son la llaga indiscutible de una nación gangrenada donde los hampones imponen, donde ha hecho metástasis la corrupción, donde ser pillo paga, donde los vagos son los destacados protagonistas del pueblo y la desfachatez enorgullece una horda de ignorantes embotados por toda la farmacopea que los domina.

Bien vale recordar Mark Twain con su sarcasmo insólito y decir que “ninguna cantidad de evidencia persuadirá a un idiota”, pero debe reconocerse la cantidad de gente valiosa que hoy en Colombia lucha por superar tanta adversidad con estudio sensato, con disciplina reflexiva, con compromiso social, con trabajo honesto, con respeto por el otro, con vocación de servicio, con la idea de ser aportantes de un nuevo país que no nos llegará del cielo o de la mano de algún autoproclamado o ungido mesías por su séquito de lameculos. Como docentes esperamos de los estudiantes lo que les brindamos, aceptamos lo que no se puede cambiar e intentamos modificar lo que es susceptible de mejoramiento colectivo. Las expectativas, que suelen ser las causantes de tantas desilusiones, hoy se concentran en el aprendizaje y crecimiento conjuntos. Personal y espiritual, académico y pedagógico, en un espacio virtual que debe ser un merecido recreo en medio de este encierro prolongado y para algunos patético y paranoico. Un encuentro, una sorpresa, una aventura, la posibilidad concreta de hacer realidad un sueño. Allá las personas vagas, que sigan su mundo errante siéndole fiel solo a la cultura del envase.

En otras noticias

https://90minutos.co/el-renacuajo-y-la-rellena-03-08-2020/