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De Mabel a Caterine

De Mabel  a Caterine

Especial para 90minutos.co

Mabel Lara es de lejos la cometa más alta de la lista cerrada del Nuevo Liberalismo al Senado en el Congreso de la República. Con una imagen renovada, una recordación positiva entre la gente, puertas abiertas en los medios de los que hizo parte, sentido de pertenencia a su condición de mujer orgullosamente negra, presentadora y periodista reconocida, con un discurso coherente, información precisa para argumentar sus respuestas, carisma en los auditorios y debates, e incluso, buen humor cuando la ocasión amerita; de su cuerda penden todos los candidatos de esta fuerza creada como disidencia del Partido Liberal por Luis Carlos Galán Sarmiento en 1979 y cuyas banderas han recogido con la recuperación de la Personería Jurídica -en realidad nunca las han soltado- los hijos del inmolado líder, bajo la promesa de una renovación de las prácticas políticas nacionales.

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A lo anterior se suman más de 700 mil seguidores en Twitter -un capital nada despreciable en estos tiempos-, unido a su copiosa presencia en Google o el abundante material en YouTube, que la configuran como la punta de esta lanza que por lo menos en redes y en estrategia publicitaria, va punteando en las encuestas. Todos los analistas dan por descontado que su curul está asegurada y que la hija de Puerto Tejada ocupará una silla en el Senado. En Café por la Democracia, un evento organizado por Bienestar Universitario de la Universidad Autónoma de Occidente, sin despelucarse y más bien acomodándose con fina coquetería un costado de su ensortijada y simbólica cabellera, apabulló a Yurani Scarpetta y a Óscar Cardozo, dos candidatos por el Partido de la U que, aun siendo comunicadores, jamás rozaron su elocuencia, que varias veces arrancó aplausos del público en el auditorio Yquinde.

Valga decir que no hubo buenos espárrines, para utilizar un símil boxístico. Los aspirantes en mención nunca salieron de sus temas específicos: discapacidad y música, respectivamente; y cualquier pregunta -sobre los temas más diversos- de manera forzada intentaron llevarla a su esquina de estrecho conocimiento y gestión. Mabel los noqueó. Como el más grande, Mohamed Alí, danzó cual mariposa en el ring y asestó golpes que fueron minando a sus contrincantes, que sucumbieron ante su despliegue de técnica, habilidad y contundencia. Ya basta de figuras literarias. Mabel Lorena Lara Dinas sabe lo que tiene y lo aprovecha con solvencia. Su trayectoria en televisión, radio y prensa, le otorgan una ventaja comparativa en este escenario del marketing político, donde importa más el cómo que el qué. En su caso, la mixtura exacta es inobjetable.

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Vamos con su imagen. Jeans y una camiseta roja con una abstracción de la figura de una mujer afro en el pecho y una leyenda que rezaba: “Dejarme el pelo crespo es un acto político”. Todo en ella lo es. Todo en un candidato debe serlo. Unos aretes discretos, como su reloj en la mano derecha y unas pulseras rojas en la izquierda, para no desentonar con el color del tradicional trapo partidista. Siempre en esta campaña tiene alguna prenda roja, bien sea escarlata, carmesí o grana; o blanca total. Un dominio del espacio sinigual. Fue la primera que se paró e hizo que las cámaras la siguieran y abrieran o cerraran el plano a su conveniencia y discurso. Moviéndose en el pequeño espacio con destreza, como si el backing fijo de la UAO fuera una pantalla LED interactiva del set de un noticiero. Con la mirada repartida entre todo el público y dirigida con pericia a cada uno de los asistentes. Como se mira a la cámara para hablarles a millones de televidentes. Con un lenguaje por momentos calculadamente desabrochado, para los jóvenes y con una fluidez que daba la sensación de estar leyendo un telepromter.

Ha sido criticada, no tanto como Catherine Ibargüen, por pegar semejante salto de su profesión a la arena política y servirle como cabeza de lista a un partido y unos políticos de oficio. Pero salvo algunas obvias coincidencias (son mujeres, negras, reconocidas y, para algunos, bellas y famosas) no hay punto de comparación. La exatleta es un señuelo del cuestionado Partido de la U, repite un libreto y responde desde la lógica común y las buenas intenciones, sin conocimiento profundo de los temas o la elaboración de propuestas concretas. Mabel es un sujeto político (todavía no, un animal político, máxima distinción desde Aristóteles para referirse al quienes en este campo se las saben todas) con la preparación, el conocimiento y el carisma suficientes, en un panorama donde ya no se necesita casi nada para aspirar a cargos de elección popular: únicamente mucho dinero. Y ella suma a su experiencia profesional, un magíster en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de La Universidad de Georgetown, en Washington DC. Allá trabajó en innovación y política públicas para América Latina; y se le nota.

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Que los Galán la estén utilizando se puede debatir. “A mí no me escogieron, yo escogí el Nuevo Liberalismo”, asegura cada que puede. Bien podría ella utilizar también sus banderas sin manchar su imagen con las críticas que a esta casta han hecho personas como Harold Alvarado Tenorio, que los ha llamado: “rémoras del Estado”, desde que su padre fue asesinado en 1989. O reprochar su delfinazgo como si a su papá alguien le hubiese increpado el descender de José Antonio Galán, líder descuartizado como escarmiento por atreverse a defender a los oprimidos y proclamar la libertad de los esclavos, en la Revolución de los Comuneros. O por ser hijo de Mario Galán, el fundador de la estatal petrolera Ecopetrol. Nunca un invitado de última hora es el organizador o el anfitrión de la fiesta y Mabel es la estrella de este equipo. En la mayoría de las piezas publicitarias hace las voces en off y la presentación en cámara. Es la vedette, la imagen, el gancho y el punch.

Nos dejó dicho Antonio Caballero que lo que necesita el país es que los políticos hagan bien la política y no que a la política entren colombianos que terminarán anulados por la fauna politiquera. Allí les ha ido mal a actores y actrices, a directores de cine, a deportistas, a humoristas y hasta a los narcotraficantes, que lo han intentado y logrado, aunque algunos en cuerpo ajeno. Pero de periodistas está llena la historia política de Colombia. El mismo Luis Carlos Galán fue además de economista y abogado, gran periodista. Su imagen inmortalizada en la ilustración de Carlos Duque, todavía respalda las ideas del Nuevo Liberalismo que con Mabel Lara sin duda alguna se anotó un hit en el árido escenario de una campaña insulsa, previsible y salpicada de escándalos. Con más show mediático que debate, con más chismes que argumentos y con más lugares comunes que propuestas.

Mabel en latín significa amable y en la biblia, juramento de Dios. Ojalá -que significa Dios quiera- no termine engullida por las fieras o mordida por las víboras del Congreso. Y menos -Dios no lo permita-, ayudando a colgarle micos a los proyectos o calentando el nido de roedores en el que se ha convertido el sagrado recinto. Asegura que uno de los principios del Nuevo Liberalismo es que sus miembros sólo estén dos periodos en el Senado. Ya veremos. Tiene 42 años y ha dado su primer paso en la carrera política al aspirar a un cargo de elección popular, esa competencia que al que no embolata, lo desfigura. Sus relaciones políticas, sin embargo, no son nuevas. Su cometa está alta, pero le esperan muchas tempestades.

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