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Crónica: Viaje a una ilusión

Crónica: Viaje a una ilusión

I Parte: Viaje a Pueblo Nuevo, Zona Veredal de Transición a la Normalidad en Caldono - Cauca.

Al despuntar el día, y justo después de cruzar el puente Guillermo León Valencia que divide al Valle y el Cauca, la bruma cubría los verdes cañaduzales tanto como las dudas, el accionar de quienes visten uniformes camuflados en Colombia. Legales e ilegales, pues en nuestro país soldados, guerrilleros y paramilitares, terminaron cubiertos con el mismo ropaje: guerra, tela importada y camuflaje con predominio del verde. Ahora, en los que portan los miembros del Ejército Nacional encargados de vigilar las Zonas Veredales de Transición a  la Normalidad (ZVTN), predomina el beige. Uno de los comandantes guerrilleros ya tenía de las mismas botas.

El rio Cauca está a punto de desbordarse y también algunos estómagos por el intenso olor a almidón de yuca fermentado que lo invade todo después de Santander de Quilichao. Al lado de la vía ondean las banderas… de plátano. Esa tierra rojiza, como teñida por la sangre derramada por el conflicto en el Cauca, reboza de comida. La piña está por el suelo. También el precio. Se la dan al ganado.

En Pescador bulle el comercio. Las cocinas humean y los negocios despiertan. Ha sido cruce de caminos desde siempre. Paso entre cordilleras. De la Central a la Occidental. De la selva al mar. De la Zona de Distensión a la Zona de Concentración. Por aquí debió pasar ´Alfonso Cano´ en búsqueda del Naya, de Suárez, de Buenos Aires, de la muerte. La señora de las arepas sentencia: “Iba buscando la paz y lo mataron”.

Aquí, como en casi toda la Colombia rural, los motorratones desplazaron a los caballos. Al frente de las casas de bahareque hay dos y tres parqueadas. Caldono está a 40 minutos. “Una hora en ese bus”, asegura un lugareño. La vía está pavimentada. O lo estuvo. Es sinuosa y quebrada. Resquebrajada. Como si la tierra también quisiera desplazar al asfalto.

Siberia o el frío de la muerte

Luego de media hora y tras coronar un ascenso que en ciclismo sería de primera categoría, aparece un cementerio. Es el de Siberia, una vereda con cara de municipio que fue caja menor de las Farc-Ep. Se la tomaron tantas veces que ya nadie recuerda cuántas. 100 veces es poco, sentencia un abuelo. En la historia de Caldono se registran, según la Alcaldía, 3.500 hechos de violencia. Es una calle larga con mucho comercio. Trepada en un filo con vista a lado y lado. Un recodo de progreso en medio de tanto olvido. Sobresalen dos polideportivos, la Institución Educativa y la Estación de Policía.

Se comienza el descenso al río Ovejas por una vía en excelentes condiciones. Cuadrillas de obreros trabajan en la remoción de pequeños derrumbes sobre un asfalto que parece sin estrenar. Bueno, lo estrenaron los presidente Santos y Holland en su visita del 24 de enero. Y aparece La Venta, un caserío donde está el primer campamento sede del Mecanismo Local de Verificación. “Un centro de acopio”, afirman los acompañantes de la Red de Derechos Humanos Francisco Isaías Cifuentes.

Caldono a la vista, pero lejos. Y la cordillera central espléndida. Ancha, no tan alta. El sol resplandece en los techos de zinc, como luciérnagas desperdigadas en una noche que quiere amanecer de una vez por todas. Descensos y ascensos circundan sus faldas. En apariencia Caldono es menos que Siberia -su vereda-, pero basta llegar a la Asociación de Cabildos Indígenas para confirmar que la organización social supera la arquitectura urbana.

Tierra de bastones

Teodoro Quilcué, Consejero Mayor, confirma lo que reza el letrero Wegx Yuwe´kwe: Bienvenidos. Tierra de bastones de mando. Wkawe´sx Nasa C,xhab. Han logrado más que los fusiles. Es tierra del pueblo Nasa. Sath Tama Kiwe. Territorio Ancestral de la Nación Nasa. Una autonomía que pareciera reñir con la soberanía nacional, pero que agrupa solo en Caldono a 23.000 personas. Tienen 526 empleados que ganan bonificaciones según rendimientos. En la Alcaldía trabajan 47 funcionaros con sueldo. Cúmplanse o no las metas o tareas.

Se eligen por periodos de dos años y no queda duda de que trabajan en procura del bienestar colectivo. Les parece positivo que la ZVTN haya sido ubicada en Pueblo Nuevo y negativo que el gobierno le haya incumplido a las Farc-Ep en algo tan elemental, como la adecuación de los lugares de concentración. Adolfo Guegue asegura -con muy pocas palabras- que el gobierno siempre incumple. “En proyectos productivos más o menos nos han cumplido. En tierras y vivienda, casi nada. Y en derechos territoriales, tampoco”.

En el Colegio Madre Laura del casco urbano, así como en las otras 56 sedes educativas, se dicta clase en doble lengua. Kite Acué, una niña de nueve años, guía en orden y disciplina a su grupo. Porta el bastón macho, del que penden dos borlas de lana, una verde y otra roja. Naturaleza y sangre. Y explica en detalle la simbología de cada una de las seis cintas. Lo hará por dos meses, junto a otro niño que lleva el hembra. Quiere ser enfermera primero y luego doctora. Ha llorado la guerra. Quiere una paz verdadera. Todas las noches reza por eso. Guarda silencio al preguntarle por las Farc. Baja la cabeza. La levanta para enviar un mensaje: “Que los niños nunca dejen de luchar por sus sueños”. No sonríe.

Llevan dos años sin hostigamientos. Sin tomas. Sin balas y cilindros. Ya no hay trincheras en la Estación de Policía. Sin casas y techos averiados. Sin muertos y sin heridos. Pero no han dejado de ser víctimas. No en vano la comunidad internacional hace presencia constante. Mientras Elías Claros Trujillo, secretario de Planeación de Caldono se reunía con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID: United States Agency for International Development) en Pescador; el Consejo Noruego para Refugiados (NRC: Norwegian Refugee Council) dictaba talleres de capacitación en la Asociación de Cabildos; y el alcalde, Paulo Andrés Piso Lozada, estaba fuera del país. Algo revolotea en el ambiente. Se habla en voz baja. Un policía se reserva su nombre y una anciana ruega para que no sean águilas, ni de las negras.

Los seis resguardos tienen la misma voz y los mismos objetivos. Esa sencillez que no es ignorancia y esa nobleza que los ignorantes leen como estupidez, no ha alterado la sabiduría elemental de los indígenas. Torpeza sería no reconocerlo. Cultivan la tierra pero tienen las manos limpias. Meten la pata en el barro, pero no con el futuro de su comunidad. Inculcan en sus menores, las ideas que sus mayores recogen de sus ancestros. Una empresa de conservas y jugos que ya exporta, se llama Ñxupa. Significa provocativo. ¡Provoca emularlos!

San Lorenzo de Caldono se fundó en 1739 y tuvo Parroquia doce años después, hace 275 años. Pero apenas el 10 de diciembre próximo cumplirá su mayoría de edad como municipio. 18 años en los que el musgo de los árboles de su Parque Central ha crecido poco, pero donde se sienten los pasos de una paloma grande. Se llama paz y aletea con fuerza para alzar vuelo a pesar de tantos vientos en contra y algunos cazadores furtivos. 

II Parte. De Caldono a Pueblo Nuevo. Un pueblo distante y distinto. Más que congelado en el tiempo, condenado al olvido.

De Caldono se parte con la idea de que la población civil es reacia, incrédula, algo resentida. Pero ese resentimiento está ligado al dolor, a la desesperanza, a las ayudas que no llegan -o llegan a manos y bolsillos equivocados, manos sin callos y bolsillos sin fondo-, y a las promesas que no se cumplen. No al odio de clase.

En adelante la carretera es destapada. Más angosta y empinada. Las casas cada vez más distantes y los cultivos cada vez más escasos. Sobretodo fique. El resto de vegetación es agreste. Y nos para el primer retén del Ejército. Nada complejo. Las preguntas de rigor: de dónde vienen y para dónde van. Se prosigue lento, pues el invierno ha hecho estragos en la vía. En El Salado y en Tres Ríos se lee: ¡Raúl Reyes Vive! y ¡Juramos vencer y venceremos! Y luego de una hora, Pueblo Nuevo.

Un enclave del pasado

Llegamos el jueves, día de mercado. También hay motos, pero los caballos reclaman presencia con sus sillas de carga. La trocha se impone. La carretera es camino y el balastro barro. Mujeres indígenas con sus hijos terciados en la espalda y maridos bebiendo su amaño, el amaño, esa posibilidad de convivir antes de casarse. La carne se mezcla con los cachivaches y la algarabía con la música del carrito de los helados y con el crepitar de las frituras. Toldos de tela y nada de hortalizas. Solo remesa de grano. La imagen es bucólica, pero como del siglo pasado, de la Colonia incluso. Una postal de atraso, de olvido, de aislamiento, de marginalidad, de eso que tantos insisten en llamar la otra Colombia.

Como tantos otros puntos de la periferia nacional, Pueblo Nuevo es pintoresco y variopinto. Todo gira en torno de la plaza. Dos banderas: una de la paz y la otra de la guardia indígena, la comandan. Y en un costado -en el suelo-, una estrella de ocho puntas los rige. Puede ser porque desde los remotos tiempos del neolítico adoran el sol, o porque la estrella tartésica representa la equidad, la justicia y el equilibrio. Y más aún, porque son concientes de la relación con la tierra que une lo espiritual, el mundo sagrado y el orden supremo.

Alguien de la ciudad se atrevió a decir: “Esto queda tan lejos que cuando uno llega ya es Pueblo Viejo”. ¿Lejos dos horas de la vía central Panamericana? “No hay nada lejos si se puede llegar en carro”, respondió un campesino. Es una cuestión de concepción y manejo del tiempo. Como que 18 presidentes hayan gobernado a Colombia mientras un solo hombre dirigió a las Farc-Ep. Muchos intentaron negociar, pero no les alcanzó el tiempo. A la insurgencia pareció sobrarle siempre, aunque ante la inminencia del cambio de gobierno, la urgencia no se manifiesta pero se deja sentir.

Aquí en Pueblo Nuevo, en el resguardo, nació el primer sacerdote católico indígena de Colombia: Álvaro Ulcué Chocué. Fue también el único párroco indígena del país. Pobre hasta la desesperanza, logró educarse con esfuerzo y luchar por los derechos de su comunidad. La biblioteca de la escuela le rinde tributo a su nombre y toda la comunidad a su ser, con organización, autonomía y recuperación de sus territorios ancestrales. Hace 33 años dos sicarios en moto lo asesinaron en Santander de Quilichao.

Algunas camionetas sin placas y motos de alto cilindraje en la misma condición, son remanentes de una ilegalidad que pretende dejarse atrás. Aunque hay carretera, los miembros de la Red de DD.HH. sugieren seguir el trayecto a la zona campamentaria a pie. Son casi las 11:00 a.m. Un Che Guevara desteñido y otro ¡Alfonso Cano Vive! quedan atrás. El pueblo mira la procesión de visitantes. De intrusos. No hablan, murmuran en Nasa. Son ariscos, como huidizos de quienes representan su mayor amenaza: los terratenientes.

Y a los diez minutos, bajo una llovizna pertinaz, el lugar y la primera de una serie de situaciones encontradas que van desde lo obvio hasta lo ideológico, pasando claro, por las causas y consecuencias que deja un conflicto tan largo y degradado. Una pancarta que reza “Nuestra única arma será la palabra”, rodeada por hombres armados con fusiles Ak-47, el arma de fuego de mayor producción de la historia de la humanidad, con cerca de 80 millones de unidades.

Tinto con pan

Nos recibe ´Marcela González´, de la Comisión delegada por las Farc-Ep- para ese fin. Es una mujer madura. Directa y vertical. Con mando. Se escuchan disparos… fotográficos. Ha comenzado su registro. Las cámaras son de última tecnología y los reporteros de la guerrilla de primera generación, muy jóvenes. Huelen a ciudad. Nos informan que los comandantes están cumpliendo otras tareas y que nos atenderán en breve. Ordenan café con pan para la visita. Y un lugar alterno para la espera. Una estructura simple, hecha en guadua y polisombra, al otro lado de la carretera. Verde el techo y blancas las paredes. Mesas y sillas Rimax. El tiempo pasa lento. Llueve y escampa. Escampa y llueve.

El campamento está sobre una pequeña planicie en la cresta de una colina leve. Su centro es una cancha de voleibol con más cara de pista de camper cross. Aquí -como en Cajamarca o Mocoa-, el agua manda. Alrededor -en el sentido de las manecillas del reloj- una especie de portería y sala de espera, algunos cambuches que operan como dormitorios, los baños, más cambuches, la cocina, un salón de reuniones con capacidad para unas 200 personas, el dispensario de alimentos manejado por el Sena y de nuevo la entrada. No hubo requisas o identificación, pero la vigilancia se siente encima. Lo mismo que la disciplina en las filas. Todos cumplen una tarea. Todos están estratégicamente ubicados. Y al centro, como eje de los minutos y los segundos, el cabecilla ´Juan Cortés´, de camuflado completo y con una tartamuda (ametralladora alemana HK21 calibre 7.62mm) que lo delata como jefe de seguridad.

Ha pasado más de una hora y el grupo de visitantes sigue a la espera. De pronto, un miembro del cuerpo de mando de las Farc-Ep se presenta como ´Antonio Ospina´, del grupo de Logística y Prensa. Su acento es paisa. Es joven, amable y según algunas mujeres, apuesto. Rompe el hielo con un chiste. “Les tenemos una sorpresa de almuerzo: ¡que no hay almuerzo!” Lo desmiente y asegura que después nos dirigiremos al aula campamentaria. Allí -añade-, pueden preguntar lo que quieran y “nosotros les contaremos en qué anda nuestra organización”.

El almuerzo es sencillo. Arroz y un sudado de carne con yuca. La ración de proteína es pequeña, pero gustosa. Servida en loza y con cubiertos metálicos para la mayoría. Cada uno de los 34 miembros de la comitiva -conformada entre otros por 23 estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Occidente-, recibe una botella de jugo. El asombro y la perplejidad cundieron. “No son los monstruos que nos han pintado, son seres humanos” comenta una estudiante con la voz casi entrecortada. También emergen las dudas y el recelo. En voz baja se comenta que la estrategia de comunicación externa está muy bien montada. La guerrillerada atiende, sirve y ofrece. Son hombres jóvenes, indígenas todos. Es poco más de la 1:00 p.m.

No es verano, pero se acerca la Semana Santa.

La lluvia amainó y el sol salió de pronto para acompañar el canto incesante de una chicharra extraviada. En este lugar cualquier sonido se extiende en la vastedad del territorio y el silencio de la naturaleza. Una moto, un  silbido o una chicharra. Son apenas un puñado de casas de las veredas Los Monos y San Antonio las que quedaron al interior de la ZVTN que tiene una extensión de 12,8 kilómetros cuadrados. Y en ellas pareciera solo hay niños. Juegan descalzos, desprevenidos, carisucios y con la misma actitud huraña de sus mayores. ¿Dónde estarán sus padres? No hay grandes cultivos, ni empresas, ni nada. Solo una organización insurgente firme en que el proceso de paz no tiene marcha atrás, a pesar de todas las demoras.

Pasamos al aula campamentaria. Es un espacio como todos, con piso de tierra, de hierba aún, pero con cara de auditorio. Con amplificación de sonido y un televisor de gran formato al frente. Se están preparando para informar. Contarán con 31 emisoras y un canal de televisión. Nos perderemos el partido Colombia vs. Bolivia. Muchas carteleras con historia y homenajes a sus héroes, algunos con ribetes casi míticos. A ´Manuel Marulanda´ y ´Jacobo Arenas´, a ´Simón Trinidad´ y ´Pablo Catatumbo´, y a ´Carlos Perdomo´, que presta su nombre a la ZVTN. Son dibujos básicos hechos con más exaltación que técnica y textos con algunas faltas de ortografía. Trazos humildes llenos de simbolismo. Tareas para la memoria en contra del olvido. Cumplidas y firmadas.

En la tarima, ´Antonio Ospina´, ´Gustavo González´ y ´Niver Martínez´. Son sus alias, los titulares de sus múltiples órdenes de captura. Y en los costados, dos camarógrafos que no dejaron de grabar nunca. Todos miembros del BLOCAC, el Bloque Occidental ´Alfonso Cano´. 

III Parte. Rueda de prensa. De cómo la guerrilla se comunica hoy con el pueblo y construye su nueva identidad

´Antonio´ quiere ceder el micrófono al ´Gustavo´, pero este le indica que su intervención se demorará. Explica entonces la dinámica. Tiene sombrero de carabinero. También pantalón y botas de policía. No lo menciona, pero es una rueda de prensa. Su acento paisa se neutraliza cuando despliega discurso ideológico y se acentúa cuando expone las causas estructurales de la marginalidad, la exclusión y la pobreza en Colombia. Es una mezcla de historia y actualidad. De juventud y pasado. Se le notan los ocho semestres de Física en la Universidad de Antioquia, aunque diga que todo lo que sabe se lo debe a la guerrilla. Desde niño quiso ser guerrillero.

Habla con un enfoque más político e incluso democrático, con el convencimiento pleno de que los problemas del país se acabarán cuando ejerzan el poder avalado por el pueblo. Porque recuerda: “Fuimos Estado y fuimos poder en algunas regiones de Colombia. 300 municipios”. Creen poder lograr la transformación social del país. “Y lo fuimos a través de las armas porque no nos dejaron otra forma de participación política que la lucha armada”. Por eso soportan los inconvenientes logísticos, porque consideran que no son nada ante la convicción de paz.

´Gustavo´ toma la vocería. Se para. Tiene barba de un par de días y camiseta sport. Viste un pantalón camuflado de tonos grises y unas botas beige de las que apenas estrena el Ejército. Es un hombre grueso, jecho, con el ceño fruncido y los pantalones en su puesto. Es inevitable pensar en su alias: ´Rambo´. Y en todo lo que las autoridades aseguran de él: Jefe de la temida columna móvil que operó en Tumaco-Nariño, traficante de drogas y armas, socio del cartel de Sinaloa, reclutador de menores, perpetrador de crímenes de lesa humanidad… por lo que su cabeza llegó a estar tasada en 1.700 millones de pesos. No se ahorran adjetivos para calificar el sustantivo que a su juicio lo define: asesino. Afirman que es ideólogo con estudios universitarios, que es de Silvania-Cundinamarca. Otros informes de inteligencia dicen que es barranquillero. A nosotros nos dijo que hizo hasta cuarto de primaria y que es de Villarica-Tolima.

Su deje lo delata. Habla despacio y con esa entonación que alarga ciertas palabras y mocha otras de tajo. Es la historia que arrastra. La de sus padres, que también fueron guerrilleros. Su lenguaje es sencillo pero contundente. Elemental, pero profundo. Campesino. “Aquí tamos luchando porque haiga paz”. Lo cierto es que quien lideró los aportes económicos a la causa guerrillera con la columna móvil ´Daniel Aldana´, ahora es el responsable de la desmovilización de la columna móvil ´Jacobo Arenas’.

El ejército lo acusa de ser bebedor de whiskey y gustar de las mujeres jóvenes. Y aun así comenzó enalteciéndolas, diciendo que sin ellas no era posible la paz. Y después se despachó un discurso donde dictó cátedra de historia. Historia no oficial, claro. Subalterna, dicen los académicos: “Han sido 53 años de abstinencia. 53 años de no poder decir lo que se piensa. 53 años perseguidos para matarnos por pensar diferente. 53 años creyendo lo contrario a los que nos han gobernado siempre”. Un discurso orientado a los pobres, a las mujeres, a la población LGTBI y, por supuesto, en contra de la oligarquía. Parece un discurso rancio, pero visto con imparcialidad evidencia que los rancios son los problemas.

Por eso cree que ahora viven el resultado de la resistencia, porque desde que nacieron el 24 de mayo de 1964 como guerrilla, la opción armada fue la segunda posibilidad. Ya para mayo del 82, en su Séptima Conferencia y cumplida la mayoría de edad, la decisión de ser un ejército regular que lucharía por el poder e incursionaría en sectores urbanos, fortaleció su componente político. El mismo que hoy le hace preguntarse: ¿qué sentido tiene seguirnos matando entre pobres? Y actuar con cautela, pues no han olvidado el genocidio de la Unión Patriótica, un partido político eliminado jurídica y físicamente que llegó a tener 25 alcaldías directas, poco más de 100 en coalición, 14 congresistas y decenas de concejales y diputados. Amén de dos precandidatos presidenciales asesinados.

Asegura que siguen resistiendo, que el incumplimiento del gobierno en algo tan simple como la logística, no los hará desistir “a estas alturas”. Se vienen cosas más delicadas como la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz). Por momentos pareciera que quien habla es ´Tirofijo´. Es un viejo zorro de la manada. Cada palabra pensada, cada frase medida, cada idea definida con una pasmosa precisión. Un hombre sin afanes. Fue ´pionero´ a los quince y guerrillero desde los 18, hace 34 años.

“Tantos años con las palabras en la garganta y sin auditorio”, confiesa. Tantos años de guerra y muerte. De amenazas e intimidación. Tantos años en la lucha y no cree en el posconflicto. En eso coinciden todos los miembros de la mesa, consideran que los conflictos (políticos, económicos, sociales, etc.) no se van a acabar, lo que en adelante se podrá es tramitarlos a través del diálogo y de la participación política, para que quienes -a su juicio- los originan no sigan causándolos. El adoctrinamiento ahora es humanista y no guerrerista. Y recordó con una respuesta a su camarada ´Manuel´: “Hay es que acabar la guerra, no humanizarla”. Tal vez por eso se le quebró la voz y se le aguaron los ojos cuando relato cómo asesinaron a la madre de su hija en Santander de Quilichao, a ver si él aparecía. Dejó que se enfriara el dolor y fue al tiempo por su hija de 16 años. Lo acompañó siete años en la guerrilla. Murió en una emboscada. No la pudo recoger.

Niver habló muy poco, una sola vez en casi dos horas y media. Lo hizo para enfatizar en que “El Acuerdo de La Habana está pensado en su espíritu y letra para hacer lo que no hemos sido capaces de hacer en 200 años, no se puede construir un país si seguimos así”. Ante las muertes y las víctimas de un conflicto infame, cuya finalización se asoma como los niños en los patios de sus míseras viviendas, reconoció que la verdad es una construcción colectiva. También el perdón. Viste casi de civil, solo botas militares. Su marcado acento costeño riñe con un rostro adusto, sin sonrisa, que reconoce un país fraccionado, donde todos somos enemigos, donde la impunidad campea, donde el campo está olvidado y donde la memoria histórica es la oficial. Cita a ´Marulanda´ y su compromiso: “Al pueblo hay que responderle por lo que hicimos y por lo que dejamos de hacer”. Y a Bolívar, para justificar los actos de guerra. Aclara eso sí, que la reparación a las víctimas nos será económica, sino moral.

Epílogo

A las 3:30 p.m. nos dirigimos a la ZVTN ´Carlos Perdomo´ a 300 metros del lugar. Basta echar un vistazo para comprobar que las obras están en un 50 o 60%. Por eso no han concentrado toda la guerrillerada, solo 200 hombres. Muy pocas mujeres, cinco de ellas en embarazo, desarmadas y cumpliendo tareas de prensa. El lugar está pensado para 400. Falta un segundo espacio, que ni siquiera se ha comenzado. No han iniciado la dejación de armas, porque aún no están listos los contenedores y la ONU no puede cumplir esa misión. Tampoco han salido de las cárceles los guerrilleros presos. “Es como si el gobierno se hubiera olvidado que esta fue una negociación, no una rendición”, asegura un miembro del Mecanismo de Monitoreo y Verificación que al pedirle su nombre dijo: “Ponga, amigo de la paz”.

A las 4:20 p.m. emprendimos el regreso. Lluvia, soledad y un lodazal que enterró el bus en el que viajábamos. Una hora, dos horas y nada. Luego de casi tres horas, un hombre sentenció: “No pierdan la ilusión”. “¿Cuántos hombres necesitan?” No sé, muchos -respondí. A los 15 minutos 50 guerrilleros nos sacaron del barro. Todos vestidos de civil. Se necesitarán muchos más hombres y mujeres para sacar a Colombia del atolladero.

El 4 de abril el Secretariado de las Farc-Ep entregó el listado de los alzados en armas ubicados en las ZVTN y los PTN (Puntos Transitorios de Normalización) que contiene un total de 6.804 personas. Y otro de 1.541 milicianos. De conformidad con el Acuerdo Final, esta información será revisada por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, la misma entidad que da vueltas y largas para no autorizar las visitas a estos lugares, a donde va el que quiere. El gobierno no quiere que alguien vaya hasta tanto no estén terminadas las obras y la guerrilla quiere que todo el mundo vaya y compruebe que no están terminadas. Han sido 53 años hablando diferente. En el fondo, cada uno tiene una percepción de la realidad, aunque compartan la esperanza de que el cumplimiento de lo acordado resulte conveniente para todos. Esa es la ilusión.