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Chikunguña, mocos y medios

Chikunguña, mocos y medios

“Entre los gremios más atrasados, el periodismo está de primero”. La afirmación es del español Mario Tascón -maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano- y se comprueba con evidencias todos los días en cualquiera de las emisiones de los noticieros nacionales y de algunas de sus copias pobres, los regionales. Trivialidad, superficialidad, repetición, escándalos, descontextualización, unifuentismo, acusaciones simplistas y tantas otras nefastas características que están enterrando el periodismo televisivo. Frente al Chikunguña, los noticieros se han dedicado a desplegar los titulares del gobierno o a registrar, con más tropicalismo que responsabilidad, los casos que crecen como espuma. Sobre las arbitrariedades de laboratorios y droguerías, poco. Al respecto de estudios e investigaciones, casi nada. De los encargados y responsables de ejercer control y prevención, nulidad total.   

                De ahí que como suele ocurrir en Colombia, primero se volvió chiste el virus antes de que el gobierno pudiera atajar su influjo. El senador y médico Jorge Iván Ospina, advirtió que podrían llegar a un millón los afectados y a esa cifra se acerca peligrosamente el mosquito. 300 casos diarios. En República Dominicana llegaron a ser 30 mil semanales. 25 millones de personas están en riesgo en nuestro país y el acetaminofén -una de las drogas más baratas junto con el Alka-Seltzer, la aspirina, el ibuprofeno, el diclofenaco y el bicarbonato de sodio- conoció de la especulación. Está agotado y claro, ¡carísimo! El virus ya no solo está en zonas cálidas y bajas, el zancudo ha migrado a climas más templados e incluso en neveras como Tunja se han registrado casos. Y el verano apenas comienza. Los tiempos cambian y los bichos también, las que no cambian son las condiciones de los más pobres y la forma de hacer periodismo: superfluos criterios de noticiabilidad y exacerbación morbosa de las penurias humanas.

Un corresponsal costeño se refirió hace poco al tradicional sana que sana culito de rana, que si no sana hoy sanará mañana, para cerrar de manera graciosa -acaso sarcástica- la forma cómo las personas estaban calmando los fuertes dolores articulares producidos por el virus, que pueden durar hasta dos años. Nunca viene mal un poco de humor, pero desconocía tal vez que la lisozima -o muramidasa- es una enzima que destruye las células bacterianas y es abundante en numerosas secreciones como la saliva, las lágrimas, el semen y el moco. De ahí que ciertas prácticas animales y humanas recurran a estos fluidos para curarse. Se lee en una biografía no autorizada de Elizabeth Taylor, que la pequeña hermosura de los ojos violeta utilizaba el cálido efluvio de su siempre amado Richard Burton como eficaz antiarrugas. Hizo historia también la lectura pausada de una reconocida marca de cosméticos: Los polvos de Elizabeth… Arden.

Pero volviendo al tema de las bacterias, el médico escocés Alexander Fleming descubrió la lisozima de manera accidental, pues luego de estornudar, un moco suyo cayó sobre una placa de Petri en la que crecía un cultivo bacteriano. Unos días más tarde notó que las bacterias habían sido destruidas en el lugar donde se había depositado el fluido nasal. Lo anterior nos permite deducir varias cosas: primero, que a pesar de su eminencia como científico el doctor Fleming era un mocoso; segundo, que no utilizaba pañuelo al estornudar; y tercero, que tenía -como casi todos los genios- una gran capacidad de observación e intuición. En su desordenado laboratorio descubriría poco después la que se convertiría en la reina de los prostíbulos: la penicilina. El 22 de septiembre de 1928 al inspeccionar sus cultivos antes de destruirlos, notó que la colonia de un hongo había crecido espontáneamente, como un contaminante, en una de las placas de Petri sembrada con Staphylococcus aureus. Comprobó que las colonias bacterianas que se encontraban alrededor del hongo (más tarde identificado como Penicillium notatum) eran transparentes debido a una lisis bacteriana. Para ser más exactos, la penicillium es un moho que produce una sustancia natural con efectos antibacterianos: la penicilina.

Este descubrimiento significó un cambio drástico para la medicina moderna e inició la llamada "Era de los antibióticos" que hoy se ve amenazada por las infecciones intrahospitalarias. Microorganismos de todo tipo como bacterias, virus, hongos y parásitos habitan o ingresan a los centros hospitalarios y se convierten en una amenaza para pacientes y visitantes. La asepsia intenta combatirlas, pero el riesgo es latente por las condiciones propias del entorno y porque generan resistencia y la inmunidad total es una utopía. La lucha es continua con un enemigo mutante que cada vez ataca con un nuevo traje. Algo que a pesar de su olfativa intuición no avizoró Fleming. Son llamadas enfermedades nosocomiales, una resistencia de las bacterias que cada vez son más fuertes e inmunes. Como el mosquito, vector del Dengue y el Chikunguña. 

Investigadores del Instituto Nacional de Salud y de la Universidad Nacional encontraron que en los municipios de Yopal, Aguazul y Villanueva en Casanare, el mosquito transmisor de los virus en cuestión tiene resistencia genética a los insecticidas usados para el control de plagas. Estudios anteriores ya habían evidenciado la resistencia del vector en los departamentos de Antioquia, Atlántico, Caquetá, Cauca, Chocó, Cundinamarca, Guaviare, Huila, Meta, Nariño, Putumayo, Santander y Valle del Cauca. El uso de químicos para combatir al “Aedes Aegypti” ha generado resistencia en 41 naciones de América, el Caribe y otras zonas del mundo, pues el mosquito responsable de los virus soporta hasta 24 compuestos diferentes y los noticieros siguen como el zancudo, solo en la epidermis del asunto.