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Carta a Simón Trinidad

Carta a Simón Trinidad

Cali, 3 de diciembre de 2015
 

Señor Ricardo Palmera, 

Usted no me conoce y tal vez nunca lo haga como yo tampoco lo haré en el ámbito personal, obviamente. Lo saludo desde Cali y quiero contarle que la semana pasada tuve la oportunidad de ver el vídeo en donde usted, desde una cárcel en los Estados Unidos, encadenado, aislado, solo se queja de su situación y habla acerca de su dificultad de comunicación debido a que no sabe inglés.

Quiero decirle que mientras lo observaba no pude dejar de pensar en la imagen de cuando fue capturado en Ecuador. Recuerdo sus gritos imponentes, desafiantes arengas acerca de un ejército del pueblo. Una causa que en ese momento lo envalentonaba y parecía aislarlo de lo que estaba sucediendo a su alrededor, su inminente extradición para ser juzgado en los Estados Unidos.

Hoy más de diez años después de su captura, atrás quedaron los gritos de ¡viva las Farc! ¡Viva la lucha de Simón Bolívar! Ahora sus palabras son de súplica y necesidad debido a que sus días transcurren en el aislamiento de una prisión en los Estados Unidos reservada para los criminales más peligrosos.

Le cuento que mientras lo observaba como se quejaba de las cadenas que tiene en la cintura, manos y pies, no podía dejar de pensar en la imagen de los militares y policías encerrados en los campos de concentración del abatido "mono Jojoy".

Al mismo tiempo reflexionaba acerca de la penumbra que pudieron sentir los secuestrados víctimas del grupo terrorista para el que usted militó cada vez que sobrevolaba un helicóptero o un avión, la angustia de poder ser asesinados en cuestión de minutos y sin la más mínima misericordia. Pensaba que usted, a pesar de estar privado de la libertad, nunca sentirá eso porque a pesar de estar aislado, usted es un recluso de un sistema penitenciario en donde le respetan sus derechos, cosa que jamás sucedió con los secuestrados a manos de su amigo el Mono Jojoy o a manos suyas en la Costa Atlántica.

Señor Palmera entiendo que pida por su salud, pero al mismo tiempo le pido que recuerde los ruegos de la viuda del teniente de navío  Alvaro Morris a quienes sus hombres asesinaron en cautiverio, después de haberlo retenido ilegalmente  en momentos en los que se encontraba desarmado y disfrutando de sus vacaciones.

Le pido que no olvide de la señora Gloria Villamarín de Morris, viuda del teniente Morris que  al igual que usted se quejó, solo que ella lo hizo dirigiéndose a usted y no lo hacía porque no conocía el idioma para comunicarse con los guardias, ella rogaba para que usted le devolviera vivo a su esposo y cuando finalmente usted accedió y le indicó en donde yacían los restos del teniente ella misma tuvo que escarbar con las manos para recuperar lo que quedaba de su esposo y después a lomo de burro lo sacó de la selva.

Pero don Ricardo mi intención no es aplicar la ley del talión. Soy de los que piensan que la vida le da a cada quien lo que se merece y en algunos casos el dicho de 'el que a hierro mata a hierro muere', es implacable.

Sin embargo, lo único que quiero decirle, es que gracias a su video entiendo porque todos los criminales, terroristas, narcotraficantes y delincuentes en general le tienen miedo a la extradición.

Si yo fuera un secuestrador como usted y algunos de sus ex compañeros de lucha, me daría pánico estar viviendo lo que en otro momento le hice vivir a otras personas.

Atentamente,

Carlos Polanco