Ni en la más tremenda de sus alucinaciones, producto del alcohol o de las drogas, el bendito poeta maldito Charles Bukowski pudo imaginar en medio de su lacónico realismo sucio que llegaría a ser una estrella del WhatsApp a la altura de Alejandro Jodorowsky o Paulo Coelho. Al lado de frases tan insondables en ese mar del positivismo insulso que no llega ni a los tobillos de la filosofía plena, como: “A veces perder es ganar y no encontrar lo que se busca es encontrarse”, del nonagenario artista chileno; o “Hasta un reloj dañado acierta dos veces al día la hora”, del millonario escritor brasilero; se comparten los extraordinarios escupitajos literarios del autor de Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones; Noche de escupir cerveza y maldiciones; La senda del perdedor, Escritos de un viejo indecente, La máquina de follar, Música de cañerías, El amor es un perro del infierno, y Arder en el agua, ahogarse en el fuego, entre otras lindezas. ¿Había leído usted títulos más exactos, provocadores y bellos? Iván Duque tampoco. Esperanza Gómez sí.
Columna del día: El Cóndor Herido
A Jodorowsky y a Coelho los leen hasta los que no leen nada. Esa es una verdad inexorable, porque sus textos están llenos de ese pseudopensamiento motivacional que sirve a quienes no tienen (por inhabilidad o circunstancias) ni la capacidad ni el carácter suficiente para elaborar reflexiones o argumentos propios a partir de la experiencia de vida, o de la lectura, si esta última se asume como un compromiso con el pensamiento crítico. Bukowski era atrevido y divertido, pensante y punzante, un verdadero malparido. “Por lo general soy malo, pero cuando soy bueno, soy endemoniadamente bueno”. No es menos cierto que todos hemos guardado alguna vez en la memoria, o en un escaparate del alma, alguna frase, escrita o dicha por alguien famoso o anónimo, que se torna inolvidable por su composición, su belleza, su profundidad o simple afinidad y sonoridad. Y no caben aquí las frases que nos embute la historiografía oficial en la memoria colectiva y que han pronunciado prohombres como, como… la lista es infinita. La cuestión ahora, es que lo que llega a través de las redes sociales la mayoría de las veces se comparte como propio o sin el crédito respectivo o su debido contexto. Por el puro placer de parecer. Es su única esperanza.
Algunas frases del maestro Bukowski (este apelativo debe hacerlo no solo revolcar, sino vomitar en su tumba) se comparten y viralizan a tal punto que en un mismo día pueden llegar desde los más variados emisores los más enconados de sus aforismos. Un colega mortificado, publica: “Me gustan las personas que llevan una tormenta en el alma. Esas que han sufrido toda la vida. Esas que tienen algo por contar”. Un periodista con ínfulas literarias: “El problema del mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras los estúpidos están llenos de confianza”. (Yo también la compartí). Un amante insatisfecho: “Yo pienso que si la gente no puede amar sus estupideces, sus pedos, sus mierdas, sus partes horribles tal y como aman las partes buenas, no es completo el amor”. Un amante desquiciado: “Follar la mente de una mujer es un vicio refinado para los entendidos; todos los demás se conforman con el cuerpo”. Un bohemio empedernido: “Hay veces que un hombre tiene que luchar tanto por la vida que no tiene tiempo de vivirla”. Un borracho redimido o en delirium tremens: “No hay nadie allá afuera. Es la estupidez. Gente estúpida juntándose con gente estúpida. Prefiero -y puedo- entretenerme solo”. ¡Jueputa qué rico!
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En fin, no se trata de enunciar aquí un listado desnudo. La vida de Bukowski puede resumirse en dos palabras: bebía y escribía. Y tiraba. Era su única esperanza. Jamás padeció limerencia y menos bonhomía. Todos los otros verbos son complementarios pero no determinantes de su obra, a la que pueden agregársele otras arandelas como sexo, drogas, pobreza, mujeres y fracaso. Las dos últimas íntimamente ligadas. Como cualquier mortal tuvo sus momentos débiles: “Hay personas inolvidables, y para eso no hay cura”. Pero como los genios hasta cuando se equivocan son magistrales, en una carta a su amigo (de nuevo las arcadas y las ganas de trasbocar) Steven Richmond, que le alentaba para que saliera de la profunda depresión provocada por la separación de una borracha igual a él, le escribió: “El hombre, a pesar de su bravuconería es el fiel, el que generalmente siente el amor. La mujer es experta en la traición. Y la tortura y la perdición. Nunca envidies la mujer de un hombre. Detrás de todo esto está el infierno en vida”. Valdría responderle sin respeto alguno (consideraba que nadie lo merecía, por supuesto, mucho menos él) y con una de sus frases: “Supongo que el único momento en que la mayoría de la gente piensa en la injusticia, es cuando le sucede a ellos”.
De modo que no me asombra el éxito de Bukowski en WhatsApp. Veo en los estados de muchos contactos (unos cercanos, otros laborales, algunos especiales) que presumo jamás han leído uno de sus libros completos, frases con las que se identifican y reafirman que su realismo sucio, más limpio que cualquiera otra tendencia grandilocuente y supraelaborada- es más efectivo para decir lo esencial de este mundo decadente. “Yo llevo la muerte en mi bolsillo izquierdo. A veces la saco y hablo con ella: “Hola, cariño. ¿Cómo estás? Cuando vengas por mí voy a estar listo”. Y resulta válido compartir las ideas escritas de este hombre acusado de soez y de exhibicionista literario, pero auténtico y obsesionado con lo mundano, provocador empedernido y efectista: “Si lograste engañar a una persona, no quiere decir que sea tonta, quiere decir que confiaba en ti más de lo que merecías”. Muy ingenuo para mi gusto, pero de nuevo certero. No se parece a esas frases salidas de sus tripas, de su cabello y barba descuidadas, de su rostro arrugado y desordenado que se dejaba ver en medio de la bruma del humo de su cigarrillo perenne, de un hombre desgarrado por la incredulidad y la desesperanza. “La civilización es una causa perdida; la política, una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel”.
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Yo sigo intentándolo, escribir algo con sentido, sobre este hombre sin sentido de lo romántico, de lo tonto, de lo elemental, en un mundo donde las masas tienden a ser incultas –por vocación auténtica o ignorancia provocada- y a tener mal gusto. Donde el sexo es gratis y el amor costosísimo. (Bukowski escribió en 1977: “Acuérdate de que no hay un pedazo de culo en este mundo que valga más de 50 dólares”. ¡Las cosas han cambiado señor! El dólar está por las nubes) Donde quedarse sin batería en más grave que no tener valores y perder el celular una catástrofe. Nada al lado de perder cualquier virginidad. Lo profundo aburre y no vende. Cualquier persona que piense diferente es una intensa y las ideas bien elaboradas se trivializan con frasecitas facilistas, porque las obviedades tautológicas inundan las redes sociales y las mentes holgazanas. Se comparten cartelitos falaces y vacíos que llenan el ego del vulgo que se siente brillante. Entonces, ¿por qué triunfa Bukowski en las redes? Ha de ser porque al lado de la fascinación pueril y frívola, de la debilidad psicológica de una generación absorta en la tecnología, emerge la certeza momentánea de la realidad absoluta, y pese a nuestras debilidades y a nuestra ignorancia, las bofetadas de este escritor sacuden las conciencias adormecidas y las estructuras más primitivas de la razón. Al fin y al cabo: “Aprender a ganar es difícil, cualquier idiota puede ser un buen perdedor”. O qué tal este poema titulado, Poesía:
“Se requiere de mucha desesperación, insatisfacción y desilusión para escribir unos pocos buenos poemas. No es para todo mundo, ya sea para escribirlos o siquiera para leerlos”. En un mundo lleno de eccedentesiastas, desgraciados que ocultan su dolor y miseria detrás de una sonrisa falsa e impostada que a veces acompañan con una rimbombante carcajada con la intención de cuajar su engaño, el aspecto hosco de Bukowski confirma la acidez de su pluma y lo agrio de su conciencia. Por eso hombres y mujeres larvadas, seres carcomidos en sus entrañas por la imposibilidad de manifestarse abiertamente, encuentran en sus frases insurrectas algo que no buscaban pero encontraron, una especie de serendipia esclarecedora y sublime.
No hay nada sobrenatural o esnobista en Bukowski. Tampoco adivinatorio ni esotérico. Nada de enunciados anclados en la etérea Nueva Era. Ni recomendaciones para el buen vivir. Ni píldoras para concebir la felicidad. Ni posudos Námaste. Nada de alma. Solo todo de la nada avasalladora y despótica. “…los tontos crean su propio paraíso”. Mañana llegarán al WhatsApp más frases de este viejo puerco, brillante y desquiciado. Más cartelitos copiados de algún lado. Bajados de algún estado. Repetidos hasta el cansancio y jadeantes porque están cansados de hacer sentir a tanto estúpido inteligente. Yo mientras tanto releeré algunos de sus poemas: Sé amable, A solas con todo el mundo, Consejo amistoso a un montón de jóvenes, Llegaron a tiempo y sobre todos ellos, por encima de cualquiera y debajo de este faro fundido, uno que imprimí y guardé para siempre en mi pésima memoria: Cómo ser un gran escritor. Léanlo. Lo he aplicado todo. Al pie de la letra, salvo una excepción por imposibilidad: jamás he ido a un hipódromo. El último en Colombia cerró en 1987. Tal vez por eso mis limitaciones con la escritura. Habrá que seguir intentándolo. Y apostarle a algún caballo. O a alguna yegua briosa y deliciosa en cualquier hipódromo del mundo. Son escasos diez, por lo que deberé apresurar la cabalgata. Entiende uno entonces por qué Esperanza Gómez es la única esperanza que le queda a Colombia.
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