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Cocina por Convicción, por Martha Cecilia Jaramillo

Cocina por Convicción, por Martha Cecilia Jaramillo

 

La cocina y nuestra tradición gastronómica

 

Continuando con el tema de la educación, este blog lo dedico a la responsabilidad de dar a conocer a los niños nuestra tradición gastronómica, tarea que debe ser iniciada en la casa.

Muchos papás poco conscientes de lo que esto puede llegar a significar, no hacen la tarea, así que es inminente que los colegios se hagan responsables de involucrar los conceptos en el currículo, despertando en los niños interés y sentido de pertenencia por su región y por ende por su país.

Una frase célebre de mi casa y que mantengo presente en mi vida es: “el que no sabe de dónde viene, no sabe para dónde va”. Conocer de dónde se viene es también una oportunidad para amar nuestros orígenes, honrar a nuestros antepasados, entender el porqué de nuestra historia y nuestra cultura. Cuidar nuestras tradiciones será entonces una necesidad de quien haya mamado estos conceptos desde pequeño, pues las reconoce, ama, las hace cotidianas y extraña cuando se encuentra lejos.

Hace algunos años viví una de las experiencias de las que me siento realmente orgullosa. En el año 2002 llegué al barrio Granada. Mi propósito era colocar un restaurante de cocina Vallecaucana, que para entonces era un negocio difícil en Cali, pues nuestra cocina para muchos era considerada “corriente y ordinaria”. Yo, terca desde pequeña, seguí adelante con mi proyecto. En una de las primeras reuniones de restauranteros me di el lujo de ofrecer delicias de nuestra cocina como chunchulo, bofe, marranitas y aborrajados, acompañados con un coctel con lulo y aguardiente. En estas reuniones concertábamos estrategias de barrio que buscaban posicionar a Granada como un destino gastronómico. Cuando los restaurantes ofrecían vino, consecuente de mi tipo de cocina ofrecía licores, menjunjes o todo aquello que rescatara nuestra identidad. Y aquí voy… han pasado diez años.

Era un reto difícil, nadie confiaba en que iba a salir adelante con mi osada empresa. Hoy estoy  satisfecha, no estaba errada y esa frase que retumbaba en mí me dio mi motivación de trabajo. Me siento, además, responsable de impactar a los niños, por eso más allá de lo que hago en mi trabajo de rescate de tradición gastronómica en el restaurante, decidí hacerlo en clases con niños y adolescentes.

En los colegios los niños empiezan identificando la cocina de su pueblo o ciudad, luego la del departamento para finalizar con la del país. Así entenderá el porqué de las similitudes y  las diferencias que tenemos. Cuando estas se conocen e identifican se aprende a respetar al otro, a defender y cuidar lo propio.

Con los niños de segundo de primaria vemos Cali. En clase comemos empanadas, marranitas, aborrajados, champús y lulada, en pequeñas porciones para que si es la primera experiencia con lo típico la disfruten sin hacer esfuerzo.

En tercero, al ver el Valle del Cauca logro extasiarme aún más. El temor de su primer acercamiento con lo típico ya lo he pasado. Me deleito de verlos comer arroz atollado, chuleta y sancocho de gallina. Hablamos de nuestros amasijos, del pandebono, de la arepa valluna, los aborrajados, las empanadas, las tostadas de plátano, las masitas de choclo, la torta de maduro, los trasnochados, los cuaresmeros… no puedo parar de hablar porque es algo emocionante.

-       Alumnos y maestra del Colegio Alas, degustando la cocina típica Vallecaucana -

Diferente a lo que probablemente creen algunos adultos, mostrar a los niños nuestras raíceses un trabajo fácil. Con su corazón abierto a lo “nuevo” se permiten probar y repetir. Un día cualquiera llegan al restaurante, invitando a sus padres a reconocer sus ancestros, las tradiciones y el legado que les fue entregado.