La cocina y la educación
Con frecuencia me pregunto: ¿Quién tiene la responsabilidad de educar a los niños sobre su alimentación? Constantemente veo niños atendidos con “papas fritas bañadas con abundante salsa de tomate” como su gran menú de medio día, así que concluyo que sus padres evitan hacer la desgastante tarea para que sus hijos, desde pequeños, involucren a sus costumbres la cocina sana, indispensable en su educación integral.
Cocino con pasión y reconozco mi placer por comer, pero definitivamente debe ser balanceado y bien preparado. Esa fue una tarea que hicieron mis papás, educándonos en la cotidianidad con acciones y palabras.
La tarea con mi hijo no es diferente. Lo educo permitiendo que experimente, conozca y reconozca sabores, texturas, ingredientes, combinaciones y preparaciones. El trabajo no es fácil, implica dedicación, amor, ternura, firmeza, paciencia y creatividad para que esto signifique desde ahora una siembra para su salud, su escala de valores y arraigo por lo propio.
Siempre he dicho que la cocina es el resultado de la comunicación que existe entre el corazón y las manos, teniendo como resultado en mi caso un anclaje de expresión de amor. Aún así, dado que el paladar se educa con el tiempo, no pretendo que el trabajo esté terminado, ellos aprenden y desaprenden impactados por el contexto, los amigos, los medios de comunicación, así que esta tarea continua.
En el colegio para el cual dicto algunos talleres, el alimento nos permite hacer un trabajo interesante con niños, jóvenes e inclusive con nosotros los maestros. Desde el preescolar la experiencia diaria con el alimento es importante haciendo de la hora de comer un espacio enriquecedor, presente, consciente y divertido. Nuestro propósito es educar y formar a padres e hijos para que este aprendizaje sea desde la primera infancia, dado que si la tarea no se ha hecho en casa, el colegio ayuda en el proceso, esperando que los hábitos se repliquen a sus hogares.
Entonces: Todos somos responsables. El colegio tiene la responsabilidad en los conocimientos, en cómo se integran a las diferentes áreas y en las preparaciones que se hacen para la lonchera y el almuerzo escolar. Aún la elaboración de la lonchera que se lleva desde la casa, debe ser orientada con un taller para padres, concientizándolos sobre lo que se debe incluir o no en ella y apoyándolos para dar a conocer algunas preparaciones sanas.
El proceso de aprender a comer sanamente se construye en la cotidianidad, explicando la importancia de las vitaminas y nutrientes existentes en los alimentos para su crecimiento, salud y desarrollo. Esto se puede hacer desde la práctica en clases sencillas de cocina en los diferentes grados e integrados a las diferentes áreas. No pretenderé con esto que los niños se hagan cocineros expertos, pero sí que desde pequeños tengan criterios que se graban como una impronta para su edad adulta, así la cocina es una oportunidad de aprender a través de la experiencia.