Icono del sitio

Cocina por Convicción, por Martha Cecilia Jaramillo

Cocina por Convicción, por Martha Cecilia Jaramillo

 

Cocineros (@s)

 

Soy feliz de hacer parte del actual despertar gastronómico en nuestro país. Ha sido una época interesante, inquieta y retadora, donde nos hemos encontrado muchos, cada uno con una profesión o trabajo diferente, pero con un interés común: La Cocina.

Historiadores, críticos, gourmets, chefs, cocineros, periodistas, fotógrafos, críticos, escritores, amantes de la buena cocina, fanfarrone, todos entramos en esta historia como si hiciéramos parte de un gran menú.

De todos -sin lugar a dudas- los cocineros y las cocineras, tienen un lugar importante en mi corazón. Ellos, con la dulzura en sus manos, el corazón lleno de amor y generosidad, el reposo, la sencillez en su diario vivir, con un legado para cuidar y con una familia para mantener, son los que han despertado en mí: cariño, admiración y respeto. En ellos todo es pasión. Escoger una hierba implica algo más allá de la existencia del ingrediente en la receta. Es mirar las hojas y el tallo detenidamente, sentir el olor e imaginar qué tanto va a enriquecer el sabor esperado.

Los cocineros (@s), son tan respetuosos con los sabores que jamás piensan que algo “tiene” que sorprender por su presentación, primero es el sabor. Y esa es la gran diferencia con algunos chefs que han olvidado que esa debe ser la prioridad. Muchas veces vemos platos asombrosos, con un sinnúmero de ingredientes, en donde ninguno es el protagonista, porque todos son protagonistas.

En mi infancia conocí maravillosas cocineras: Barbarita, Bertha, Elsa, Julia y Alicia. Cada una de ellas me mostró que la cocina era divertida y mágica. Claro, no dejaré olvidada a Juanita, quien era realmente extraordinaria. Tenía en la cocina una radiola en donde tocaba discos de 78 revoluciones. Uno de sus discos preferidos era: “Aquel 19…”. Cuando su radiola se cansaba era necesario poner radio El Sol y para que mi hermana mayor permitiera sintonizar la emisora, Juanita nos regalaba un pan de $5 de Don Cicerón, el panadero  del barrio. Amante de los tangos e hincha como ninguno del América de Cali, Don Cicerón hacía cuanta maravilla fuera posible en su horno: coquitos, pan, galletas, suspiros y tortas que eran exhibidos en su vitrina. De él aprendí lo que es el amor por la panadería sin haberla estudiado, haciendo su trabajo por gusto, intuición y amor. Qué cuidadoso y generoso era. Envolvía el pan en papel de panadería de barrio y sin faltar a su buena costumbre nos daba el vendaje o ñapa cada vez que hacíamos una compra.

*/*/*/

Mi papá, maravilloso contador de historias, me hizo conocer muchos de los lugares y de sus cocineros (@s) en dónde disfrutaba con sus amigos. Así que voy a unir el legado de mi papá, el de mi mamá y el mío, para hacer un listado de lugares y cocineros (@s) de los que vivo enamorada, otros que hubiera querido conocer (los que ya no existen) y que espero que aún se encuentren en la memoria de muchos de los lectores.

Tengo muchos cocineros (@s) a quienes agradecer, que pasaron por mi infancia y juventud y otros que han llegado a mi etapa de restaurantera. Menciono algunos nombres, otros los tengo pendientes pero sigo en mi trabajo de recordar.

Albita, Doris Elena, Anita, Dominga, Wilson, Aníbal (el popular ‘Anibalú’), María, Las Campo, Luz María, Rosita, Elsa, Liliana, Marlene, Isaura, Martha… Julián, quien dijo adiós inesperadamente y aún está en mis recuerdos de manera especial.

Han de faltar bellos cocineros (@s) que cuidan las recetas, que en muchas jornadas de cocina trasmiten sus conocimientos y entregan a través de sus preparaciones generosidad y amor.Me queda el compromiso de seguir probando, cocinando, contando y enamorando a otros de nuestra cocina.

 

Beatriz Lenis y Sonia Serna

 

Raquel Riascos

 

Margarita Arango – Doña Margot