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ABC... Dando, por Eduardo Figueroa

ABC... Dando, por Eduardo Figueroa

 

No malgaste las palabras

 

Alguna vez vi una historieta que hace referencia al espíritu de editores que muchos llevamos dentro y que nos tienta a suprimir palabras que sobran en textos ajenos.

La historia es la siguiente:

Un señor montó una pescadería y escribió el siguiente aviso: Se vende pescado fresco aquí.

Un amigo pasó por el lugar y tras felicitarlo por el nuevo negocio, le dijo que si le permitía, él podía mejorar el aviso, que en su opinión, le sobraba el “aquí”. “Es obvio que la venta es aquí”, justificó.

El aviso quedó así: Se vende pescado fresco.

Pasó otro amigo y, al ver el aviso, le preguntó al negociante: ¿Tú vendes o regalas el pescado?

-Por supuesto que lo vendo-, respondió.

-Claro que lo vendes, entonces sobra el “se vende”. Y corrigió el aviso: Pescado fresco.

Un tercer amigo se asomó al negocio y le llamó la atención el aviso. ¿Todo el pescado que vendes es fresco, cierto?

-Sí, es fresco, respondió el negociante.

-Entonces –complementó el amigo- en el aviso sobra la palabra “fresco”. El aviso debe quedar así: Pescado.

Le tocó el turno a un cuarto amigo, quien al ver el aviso preguntó: ¿Aquí solo vendes pescado?

-Sí, respondió el vendedor, sin ocultar su aburrimiento.

-Entonces, en el aviso sobra la palabra “pescado” porque en dos cuadras a la redonda por el olor se sabe que aquí se vende pescado.

Y se quitó el aviso.

Esta historia tiene dos posibles moralejas: Una podría ser seleccionar mejor a sus amigos y cerciorarse de que no sean ‘editores compulsivos’; la otra, que me gusta más es, cuando escriba un texto, utilice las palabras exactas,  reléalo y suprima las palabras que sobren… y no le haga caso a sus amigos cuando no tienen razón.

A manera de ejemplo, voy a citar algunas frases de uso común donde se pueden ahorrar palabras: En vez de escribir “en el día de hoy” (5 palabras), utilice solo una: “hoy” (igual pasa con “en el mes de…” o “en la ciudad de…”)

O esta manida expresión en la que se le pide permiso al lector para contarle algo: “Me gustaría informarle que…” Si le gusta, hágalo y, siguiendo el ejemplo de los dermatólogos, vaya al grano: “Le informo que…”

El tema tiene mucha tela para cortar, pero por ahora corto aquí.

 

Eduardo Figueroa Cabrera (Twitter: @figueroacabrera)