Roberto Roena y los tres meses que vivió en Cali

Roberto Roena y los tres meses que vivió en Cali

POR GERARDO QUINTERO TELLO
JEFE DE REDACCIÓN DE 90 MINUTOS

Los hemos escuchado tantas veces con sus voces o con sus descargas vibrantes, los seguimos viendo tan jóvenes en sus antiguos videos, los percibimos tan vitales en sus bailes de antaño que creemos que son eternos. Pero no es así, la madrugada del 24 de septiembre nos sorprendió con la partida del rey del bongó, el hombre que le sacó brillo a los metales, el artista que hizo de la salsa un rito inigualable de baile y que estuvo en la primera línea de orquestas emblemáticas como Cortijo y Su Combo, el Gran Combo de Puerto Rico, La Fania All Stars y, su gran amor, La Orquesta Apollo Sound.

A los 81 años falleció en su viejo San Juan, Roberto Roena, el destacado compositor, percusionista, arreglista, director y electrizante bailarín que hizo de Cali su segunda casa. Fueron múltiples las ocasiones que visitó esta ciudad, en la que una fanaticada enamorada de su trayectoria lo siguió como suelen hacerlo los caleños con sus ídolos musicales: frenéticamente, de manera apasionada y siguiendo su huella como si fuera el único artista del Planeta.

Aquí en esta ciudad, que alguien tuvo a bien bautizar como La Capital Mundial de la Salsa, Roena tuvo una experiencia singular que muy pocos saben. En Cali, Roberto Roena vivió tres meses, en silencio, alejado de los grandes escenarios y escapando del desastre que había dejado en su país natal el Huracán María. Sí, esta historia es real y sucedió en el 2017. Al igual que su colega y amigo Héctor Lavoe, con quien compartió escenario con la Fania All Stars, ‘El Señor Bongó’ vino a atemperar, en unas circunstancias disímiles pues mientras ‘El Cantante de los Cantantes’ llegó buscando la cura para un alma atormentada por el exceso de drogas, Roena arribó huyendo de una hecatombe de la naturaleza que lo arrinconaba.

Umberto Valverde, escritor y amigo, me contó la reciente historia de un Roena que trasegó por las calles de Cali, en plan de jubilado salsero, pero al que en cada esquina su fanaticada lo reconocía sin dificultad. Umberto relata que hace cuatro años el bongosero puertorriqueño decidió contactar a un amigo, el empresario salsero Gilberto Cárdenas, para que le diera una mano en medio de la tragedia que vivía su país. “Aquí Gilberto se hizo cargo de él. Decidió alquilar un apartaestudio en Vipasa para instalarlo y Gilberto, personalmente, se encargaba de alistarle sus medicinas y ayudarle con el mercado”. Pero como ‘vaca ladrona no olvida el portillo’, Roena se volaba en las noches frescas de la capital de la rumba para ir en busca de su hábitat natural. Como la sombra de un curtido caballo azabache, merodeaba aquellos espacios donde mejor se sentía: discotecas y salsotecas fueron testigos del incógnito músico que llegaba en busca de la melodía que lo devolviera a sus recuerdos, que lo sumergiera en la musicalidad de ese Puerto Rico lejano, que lo regresara a la gloria de los años locos setenteros en Nueva York.

Pero había un truco, un as bajo la manga, un conejo bajo el sombrero que el veterano artista utilizaba en aquellas noches que regresaba a sus orígenes para no perderse en medio de las tinieblas salseras caleñas. Cuando se sentía cansado, después de libar unos cuantos wiskyes y despedir a los amigos ocasionales de la rumba furtiva, Roberto pedía un taxi, pero no hablaba con el conductor. Simplemente porque con los años, la inconfundible gravedad de su voz se fue extraviando aún más hasta devenir en sonidos casi incomprensibles. Sabedor de esa barrera, Roena simplemente se montaba al carro y extendía una de las decenas de tarjetas que cargaba del empresario Gilberto Cárdenas. Allí el taxista solo debía leer que Roena era quien lo acompañaba y que debía enviar una señal salvadora a Cárdenas.

“A cualquier hora de la noche, Gilberto recibía una llamada de un taxista que le contaba que estaba con Roena y esperaba instrucciones. Entonces le pedía al taxista que lo acompañara, que no lo dejara solo, que lo llevara al barrio Vipasa, le ayudara a entrar, lo atendiera y que él se encargaría de pagar un dinero extra al buen samaritano conductor”, recuerda Valverde.

Y así como se van las noches, pensando y pensando, fueron las que vivió Roena en la ciudad. Como aquellas que recuerdan quienes fueron testigos de las visitas del gran ‘showman’ en Zaperoco, la icónica discoteca que estuvo a punto de cerrar durante la infame pandemia. Allá llegaba Roena en busca de un alivio a la tristeza y era Osman Arias, el reconocido DJ del lugar, quien se encargaba de encumbrar al veterano bongosero al sitial donde pertenecía. Una o dos horas de audición del Apollo Sound eran coreadas por los feligreses del templo rumbero que le recordaban al corcel salsero que “si tú habías pensado por un minuto que el sabor de este negrito se había termina’o estás equivoca’o, óyelo, estás equivoca’o”.

Y es que así tenía que ser porque sí tú habías pensado por un segundo que él no estaba en el asunto y lo habían tumba’o, estas equivoca’o. Este tema se convirtió en uno de los grandes emblemas de Roena y, tal vez, solo tal vez, cuando tronaba en Zaperoco con la fuerza de esas trompetas inconfundibles y ese arranque iluminado: “¡Pa que creas en Dios!”, debía ser inevitable para el músico desandar sus pasos, mirar atrás, para luego volver a ese presente que vivía y observar esa grey caleña que lo adoraba y pensar que sí, que estuvieron equivocados todos aquellos que a finales de los ochenta decían que Roena ya no suena, porque lo que no sabían era que estaba buscando balas pa’ este cañón.

Mientras contemplaba a Osman en Zaperoco, cantando sus temas y escuchando un coro que decía así: “Vigilándote vengo como el águila”, Roberto Roena debió recordar ese inolvidable 1969, cuando después de haberse separado del Gran Combo y de haber grabado una solitaria producción con los fugaces Megatones, apostó por un proyecto al que muchos de sus colegas no le veían futuro. Como recuerda Ricardo Mendivil, comunicador e investigador, Roena era considerado un percusionista menor, interesante con la campana, atrevido con los bongoes, pero lejos de ser una estrella del timbal, el instrumento rey. Pero la ingeniosa cabecita brillante de Roena estaba preparando su sabor para cantarle a la gente su inspiración.

Ese año, histórico para la humanidad pues el 20 de julio pisó por primera vez el hombre el suelo lunar, nació también El Apollo Sound. Fue tanto el impacto que tuvo para Roena ese arribo al satélite natural de la Tierra que decidió bautizar de esta manera su nobel banda, convencido de que su estilo también transcendería en la historia salsera. Así era Roena, siempre de avanzada, pensando en los nuevos sonidos, creando formas ‘porque hasta el Apollo te impresionó’.

En el Libro de la Salsa, el escritor venezolano César Miguel Rondón tiene una particular manera de describir el novedoso ensamble: “Roena, desde el primer momento, rompió con la dotación que ya había hecho tradicional la orquesta salsosa neoyorquina. Asumiendo la influencia de las agrupaciones de las cuales provenía -Cortijo y el Gran Combo-, presentó con su Apollo una sección de dos trompetas, un trombón, el saxo tenor que jamás fue admitido por la salsa oficial del norte. Asimismo, recibiendo el apoyo de los jóvenes arreglistas de la isla, Roberto se volcó sobre una nueva onda que, después de la insistencia y la siempre necesaria paciencia, brindó no pocos éxitos, según el parecer de la mayoría de los melómanos”.

“Yo te tuve en un altar
Como un Dios yo te adoré
Te quería tanto, y tanto
Te tenía tanta fe
Nunca pude imaginar
Que llegará la traición
La traición que ha desangrado
Y me ha roto el corazón”

Lo que surgió después fue una nueva sonoridad que provenía del sur, a contramano del sonido norteño, del barrio latino neoyorquino. Roena lanzó, entonces, uno de sus mejores trabajos musicales en 1974: Apollo Sound 6, imprescindible en cualquier antología salsera. Ya había descollado en una anterior producción ‘Avísale a mi contrario’ y llega entonces ´Traición’, con los arreglos de un talentoso, pero desconocido trompetista Luis Perico Ortiz, que modifica los patrones y esquemas que se acostumbraban en la salsa tradicional del norte y aprovecha toda la sonoridad rítmica y melódica que se podía obtener. Es ‘Traición’, con su trepidante arranque de percusión, la punta de lanza de Roena que le permite hacerse un espacio en el firmamento salsero con su sonido Apollo. En la voz de un inmenso Sammy González, ‘Traición’ es una descarga brutal de sonoridad, de salsa pa’l bailador, de frenesí musical callejero…  El pegajoso estribillo que se escucha como un lamento: “Yo te tuve en un altar, como un Dios yo te adoré, llorarás igual que yo”, rompió los moldes y ofreció la alternativa que esperaban los salseros ante el estancamiento ‘newyorrican’.

“Cuando descanse te hablaré
De un algo extraño
Y vida mía te diré; mi desengaño
Cuando descanse te hablaré
De un algo extraño
Y vida mía te diré; mi desengaño”

A mediados de los años ochenta, Roena y su grupo eran la más arriesgada apuesta musical salsera. ‘Marejada Feliz’ y ‘Mi desengaño’, en la voz de Papo Sánchez, le dieron una vuelta a la esquina rumbera caleña. ‘La Jirafa Roja’, ‘La Manzana’ y ‘El Village Game’ arrancaban y cerraban con estos dos temazos que no se bailaban sino que se palpitaban a lo largo de la pista, mientras los cimientos de los antiguos grilles se estremecían a un solo coro, como si el mismísimo Apollo hubiera alunizado en esos antiguos grilles..

De Roberto Roena aprendimos que después de que uno vive 20 desengaños, qué importa uno más, y que sí, es cierto, se debe admitir que el mundo está lleno de maldad, pero que al estudiar la situación entraremos en razón. También descubrimos cómo se soportan mazazos en el corazón porque aunque dijiste que me querías, que nunca me olvidarías, ahora vivo convencido que eso eran mentiras tuyas, mentiras tuyas son. La experimentación de Roena llegó a su clímax con los sonidos del bossa nova que le imprimió al número y que lo catapultó hasta convertirse en uno de los portaestandartes imperdibles de la salsa en la capital de la rumba.

Tal vez por ese torrente de originalidad que desplegaba el artista en sus producciones es que el investigador y coleccionista  Óscar Cardozo afirma que Roena pudo haber sido bautizado como el diferente de la salsa, porque con tan solo escucharlo hablar se sabía que había una particularidad sonora. “En el trabajo del Señor Bongó se percibe su manera jocosa de dirigirse, su careo con el instrumento es ya de por sí muy simpático”, agrega Cardozo. Y justamente esa es otra de las características que destacan quienes conocieron de cerca al bongosero. Su don de gentes, su carisma, esa singular manera de tomarse tan poco en serio los problemas de la vida lo elevaron a la categoría de un artista del pueblo, querido, respetado y carismático. No en vano, hay que recordarlo, fue el artista que pidió que lo buscáramos en los arrabales que abundan por la ciudad porque para él en esos lugares solo hay felicidad. “Con los pobres hasta la muerte”, truena su voz al fondo.

“Quisiera poder tener aquellas
Cosas que un día soñé
Para luego rechazar el sentimiento de no poder
Por esperar ya no puedo ni tan siquiera reconocer
Que tengo todo en mis manos
Lo q me falta es proceder
Para mí
Esas cosas tan lindas quisiera”

Roena deja un legado de musicalidad envolvente. ‘Para mí esas cosas, ‘Cómo te hago entender’, ‘El lamento de concepción’, ‘Cui Cui’, ‘Guaguancó del Adiós’, ‘No me apures’ son solo una pequeña muestra de una versatilidad musical que mezclaba el son con aires tradicionales y ensambles modernos sin pudor. Por eso el melómano Wilmer Zambrano no duda en afirmar que Roberto Roena es uno de los más grandes artistas de la música latina, que se rodeó de excelentes arreglistas como Julio ‘Gunda’ Merced, Luis Perico Ortiz y le apostó a talentosos vocalistas que apenas despuntaban. “Ese deseo de innovación y de experimentación fue lo que llevó a Roena a crear grandes éxitos en la salsa y a seguir tan vigente como si su música se hubiera compuesto ayer”, me dice Zambrano, de manera más que acertada.

La humildad de Roena y su amplitud de corazón se ven reflejadas en ese último fraseo de ‘Estás equivocado’ donde reparte agradecimientos como si estuviera interpretando un solo de bongo: “Gracias a tí por el apoyo y por creer en mí, gracias a la vieja mía, gracias a pollito, gracias a toda la gente que ha compartido conmigo y a los que no también, me han dado fuerzas para esto… Los quiero de corazón”.

Paz en la tumba del Señor Bongó y recuerden: Cuando nadie escuche mis canciones ya viejas, detendré mi camino en el pueblo de Atillo y allí moriré, y entonces, a Roberto me llevaré. Y ya lo saben, “si quieres oír mi música en tu fiesta llámame al 7212126 en Puertorro y al 5417990, al otro lado, en Nueva York”.

LAS DOCE IMPERDIBLES DE ROENA

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