Freddy Rincón, la maravilla futbolística

Freddy Rincón, la maravilla futbolística

Por Gerardo Quintero Tello

Jefe de Redacción 90 Minutos

Hay goles que quedan marcados como tinta indeleble en el alma futbolera del aficionado. Algunos porque nos traen bellos recuerdos de la consecución de un campeonato, otros porque fueron tan sufridos que merecen estar en el pináculo de la memoria compartida y unos más porque poseen ese aditamento especial de que fueron una sentencia imborrable para el eterno rival de patio. Pero cuando una anotación cumple todos los preceptos anteriores y, además de eso, tiene características de espectacularidad ya no se trata simplemente de un gol, es una historia que se transmitirá de generación en generación.

Y eso fue justamente lo que sucedió un miércoles 11 de noviembre de 1990, en el arco sur del Pascual Guerrero. Un contraataque endiablado por el extremo derecho llevaba sello de gol en los pies de ‘El Pibe del barrio Obrero’, Alex Escobar. El diez americano decidió no disparar al arco, sino que hizo un enganche hacia afuera y pasó un balón rastrero a los pies de Freddy Rincón que llegaba impulsado con sus zancadas de gacela desde mitad de cancha. En su camino, la pelota alcanzó a ser desviada unos pocos centímetros por un defensa, y ‘El Coloso del Pacífico’ encontró el recurso perfecto: se puso de espaldas a la esférica y con un fino taquito con pierna derecha acomodó el balón en la esquina del vertical mientras el arquero Carlos Leonel Trucco escondía su rostro impotente en el césped sin poder llegar al esquivo balón. Una noche inolvidable, paliza al eterno rival de patio y gol de taquito, paroxismo rojo en el Pascual.

Si algo faltaba para que Freddy Eusebio Rincón Valencia sacara ‘chapa’ de ídolo en su primera temporada con los rojos, esa noche disipó cualquier duda. Con ese gol, Rincón no solo fue promovido al ‘Olimpo’ de los grandes de la historia americana sino que ese triunfo fue clave para que América se coronara campeón por séptima vez. Una verdadera banda era la que tenía el último equipo del médico Gabriel Ochoa Uribe, tal vez el que más divirtió a la gente por la calidad de sus futbolistas. Alex Escobar, Freddy Rincón y Eduardo Pimentel conformaron un mediocampo de lujo que asistía a un tridente de goles y gambetas: Antony de Ávila, Jorge Polilla Dasilva y Sergio ‘El Checho’ Angulo.  Un equipo de lujo en el que Rincón descolló entre grandes.

Por tres temporadas se prolongó la andadura del Coloso por las toldas rojas. En el América jugó 176 partidos y marcó 54 goles, lo que lo convirtió en uno de los volantes más efectivos en la historia escarlata. Hoy cuando Rincón enfrenta uno de los partidos más difíciles de su vida, la hinchada no deja de recordar la potencia, la velocidad, la definición, el fútbol total que prodigaba el gran Freddy en cada centímetro de la cancha.

Los duelos en los clásicos con el volante paraguayo Jorge Amado Núnez son aún recordados por la fanaticada de ambas escuadras. Eran luchas vibrantes donde en cada balón disputado salían chispas cuando chocaban estos dos gladiadores.

Y aunque la esbelta figura de Rincón casi siempre terminaba imponiéndose, aquellos clásicos eran un partido aparte entre ambos rivales. “Esa categoría de Freddy era impresionante, no hubo un jugador de aquella época que fuera tan definitivo en las dos áreas”, recuerda Jorge Hernán Bermúdez, uno de sus compañeros en aquel América de los albores de los años noventa.

Y es que desde sus inicios Freddy Rincón no fue un deportista que pasará desapercibido. A su longilínea figura de 1,90 centímetros le imprimió una masa muscular que lo hacía imbatible en los mano a mano. Fue precisamente el director técnico santandereano, Jorge Luis Pinto, quien los descubrió para el fútbol profesional y lo hizo debutar en el Independiente Santa Fe en 1986, donde anotó 29 goles. El exigente entrenador siempre recordó lo difícil que fueron los comienzos del gigante bonaverense a quien el frío bogotano y las diferencias culturales con su tierra natal en el Pacífico por poco terminan afectando su vida profesional futbolística. El mismo Freddy recordaría, con el pasar de los años, cuánto le costaba levantarse temprano en medio de las gélidas madrugadas bogotanas para ir a entrenar.

Pero fue el técnico santandereano quien entendió rápidamente la joya que provenía del Atlético Buenaventura y que podía moldear si actuaba con firmeza, pero también con astucia. Pinto descubrió un potencial tan particular en Rincón que no tuvo problemas en emplearlo prácticamente en todas las posiciones del campo. Con Pinto, Freddy Rincón jugó de volante de marca, mixto, enlace, hasta de centrodelantero lo hizo jugar un partido. Incluso, recuerda que en alguna oportunidad se lesionó un lateral de apellido Cuero y en el entretiempo le pidió a Rincón que hiciera la posición, a pesar de la sorpresa y negativa inicial del jugador. Sobra decir que Freddy no solo cumplió con creces su labor de marca sino que también le sobró fuerzas para lo que mejor hizo siempre: pasar una y otra vez por las dos áreas con dinámica, fuerza, sin ahorrar una sola gota de sudor.

Esa polivalencia fue la que hizo que Ochoa Uribe se fijara en el espigado futbolista. En el América brilló como pocos y dejó una huella de títulos y endiablados cambios de ritmo. América fue el club en el que más goles conquistó (54).  Incluso, muchos aún recuerdan que hace unos años, en el último equipo que tuvo Umaña, volvió de su retiro para disputar un partido amistoso frente a un club peruano. Con más años y algunos kilos, Freddy mostró en el Pascual que su calidad y fuerte pegada seguían intactas aunque su velocidad ya no fuera la misma, esa fue la última vez que los americanos disfrutaron a Freddy con la casaca roja.


Un jugador ‘todoterreno’

Si hubiese que definir a Rincón en una palabra esta sería vibrante. El fútbol desplegado por el ‘Coloso del Pacífico’ era de una magnitud extrema, sin medias tintas, siempre al límite. Y vibrante fue aquel 19 de junio de 1990 cuando en 16 segundos se juntaron Leonel Álvarez, Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, el Bendito Fajardo y Freddy Rincón para producir una de las alegrías más grandes del fútbol colombiano. La selección maravillosa que nos había llevado a un mundial después de 28 años de frustraciones logró un agónico empate ante una poderosa selección alemana, a la postre campeona mundial de aquel torneo. El estadio Giussepe Meaza fue testigo de una epopeya deportiva, de un gol magistral de Rincón, después de uno de esos pases de memoria que ponía el pibe, socio natural del gran Freddy. Fueron segundos eternos mientras Rincón controlaba y decidía ‘in extremis’ enviar el balón con pierna derecha por entre la piernas del arquero teutón Bodo Ilgner. Esa anotación celebrada a rabiar por 40 millones de colombianos, 22 años después aún desata emociones y afloja algunas lágrimas: Rincón entraba en la historia con el gol eterno ante los alemanes.

Con la Selección Colombia, Rincón paseó toda su calidad por los estadios del mundo. Durante la eliminatorias de 1993 hizo dos de las anotaciones en la goleada ante Argentina y fue una de las grandes figuras de aquel legendario partido.  Freddy abrió la senda del triunfo tras un pase, de nuevo, de ‘El Pibe’ Valderrama, su gran socio dentro del campo y quien repetía, una y otra vez, que siempre prefería dejar mano a mano a Rincón porque sabía de la gran habilidad del bonaverense para definir ante el arquero rival. Y es que en el campo de juego sus compañeros recuerdan que Rincón era la fina estampa de un líder. En una selección que tenía jugadores descollantes, se supo ganar el respeto no solo por su talento sino también porque como en los partidos, iba siempre de frente. De pocas palabras, a Freddy le bastaba una mirada, un gesto, un grito fuerte para ordenar, dirigir y, sobre todo, para levantar el ánimo del equipo. Uno de sus compañeros, Víctor Hugo Aristizábal, recuerda que Freddy antes de los enfrentamientos era concentración absoluta, pocas palabras, mirada firme y contagio de entrega dentro de la cancha. Le bastaba con una llamada de atención: “Más rápido”; “toque de primera”; “aguante”, para que cada uno de sus compañeros entendiera el mensaje.

Un liderazgo que también lo llevó a jugar con rotundo éxito en los tres equipos paulistas más grandes: Palmeiras, Corinthians y Santos tuvieron en sus filas a uno de los más importantes jugadores de la historia del fútbol colombiano. Con los equipos brasileros anotó 47 goles, siendo su paso por el ‘Timao’ el más importante pues consiguió el título mundial de clubes.

Tal vez su única deuda fue Europa, adonde llegó al Nápoles en 1994, estuvo una temporada en la que anotó siete goles antes de dar el salto al Real Madrid, donde se convirtió en el primer colombiano en vestir la camiseta merengue. Sin embargo no pudo adaptarse, sufrió los rigores de la discriminación y nunca pudo desplegar la contundencia de su gran fútbol. En el Real solo jugó 21 partidos y fue el único equipo en el que no pudo convertir goles.

Al final de su carrera volvió a Brasil donde llevó su poderosa zancada al Cruzeiro de Bello Horizonte, para culminar su brillante andadura deportiva en el club paulista donde fue amado, el mismo que lo hizo capitán e ídolo de su torcida, el Corinthians. En el 2004 y después de jugar siete partidos y convertir dos goles, ‘El Coloso del Pacífico’ dejó una brillante gesta deportiva en la que disputó tres mundiales, jugó 671 partidos y marcó 186 goles, todo un récord para un volante mixto.


“No soy de rosquitas ni de grupitos”

Su recio carácter le granjeó pocos amigos en las directivas del fútbol colombiano, tal vez eso fue lo que impidió que escalara posiciones en una Federación acostumbrada a las lisonjas y los silencios y poco dada a escuchar críticas de exfutbolistas. “Decir las cosas de frente  y no esconderlas, yo creo que eso ha sido mi mayor pecado en Colombia, porque en otros países yo las he dicho y no ha pasado nada”, así se lo dijo el propio Rincón al periodista Ricardo ‘El gato’ Arce, al lamentar que nunca se aprovechó su experiencia a nivel directivo.

Tampoco sus credenciales fueron tenidas en cuenta para que tomara las riendas de alguno de los equipos profesionales, su única experiencia en Colombia se produjo cuando el mismo técnico que lo descubrió, Jorge Luis Pinto, lo llevó como asistente técnico en el último Millonarios que dirigió. En muchas oportunidades sonó su llegada al América, pero nunca se concretó porque al parecer las ‘exigencias’ de Rincón les parecían demasiado exageradas a algunos directivos del equipo rojo.

Nadie es profeta en su tierra y en Colombia muy infelizmente muchos futbolistas son valorados más afuera y aquí no tanto”, decía ‘El Coloso del Pacífico’.

Nunca fue de grupitos y rosquitas, como solía decir, y tampoco le gusta ir a abrir puertas y sobar chaquetas que no eran las propias. Ese temperamento fuerte que exhibió en la cancha también se hizo evidente en las críticas a la organización del fútbol colombiano. En su última etapa como comentarista de fútbol también se caracterizó por palabras contundentes, críticas a la falta de hambre de algunos de los jugadores de la selección Colombia que quedó eliminada y, por supuesto, a la responsabilidad de unos directivos que solo ven negocio y dinero en el mundo del fútbol, ese mundo que Freddy siempre respetó y amó. “Ojalá yo hubiera jugado en esa grama que tiene el Pascual hoy, da pesar como lo maltratan hoy”, decía jocosamente el gigante de ébano.

Como todo en su vida, hoy Freddy sigue luchando, como cuando jugaba en los potreros de su natal Buenaventura y le aprendía al ‘Capi’ a proteger el balón afirmando la pierna y sacando el ‘culo’ . Ahora pelea por seguir en esta cancha sagrada de la vida. Hace nueve años también sufrió un accidente en una vía entre Buga y Andalucía, pero su armadura física era tan potente que logró salvarse, a pesar de que también tuvo una lesión craneana.

Hoy está en este segundo tiempo luchando, otra vez, buscando una nueva oportunidad de vivir. El hombre del gol eterno, el del taquito, el que llevó de la mano a un equipo colombiano para que le ganará por primera vez en la historia de la Copa Libertadores al Flamengo, el club más grande de Brasil, será perenne en la memoria futbolera de Colombia.

Larga vida al ‘Coloso del Pacífico’, una de esas maravillas futbolísticas que seguirán reinando eternamente en el corazón de los aficionados.


 ‘EL COLOSO DEL PACÍFICO’, EN FRASES

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