Darío Gómez siempre será eterno

Darío Gómez siempre será eterno
Especial para 90minutos.co

Por Gerardo Quintero Tello

Jefe de Redacción 90 Minutos

El dolor y la tragedia fueron compañeros de la vida de Darío Gómez, el proclamado ‘rey del despecho’ que falleció este martes a los 71 años en una clínica de Medellín. Un infarto se llevó de manera sorpresiva al artista que revolucionó en los años ochenta la música popular y que convirtió la desdicha y la fatalidad en historias cantadas, como el gran juglar del pueblo que fue este hombre con profundas raíces en el Valle del Cauca.

No hay fiesta popular en Colombia que no haya escuchado a este artista que se nutrió de sus propias adversidades, pero también de las ajenas que conocía por oídas y otras que le contaban en primera persona de pueblo en pueblo y que él transformaba en melodías lastimeras.

Letras de una sencillez propia de la gente del campo, de ese mismo donde él nació, allá en San Jerónimo, Antioquia.  Las labores propias de la agricultura las alternaba con la mecánica. Su calidad humana, esa que siempre le destacaron colegas y amigos, lo hicieron muy querido en su pueblo. El mismo lugar donde aprendió a escuchar a Olimpo Cárdenas, Julio Jaramillo, Oscar Agudelo y otro de sus grandes ídolos, ‘El caballero gaucho’. Estos artistas, ídolos de la música popular en los años sesenta y setenta, fueron esa memoria musical de la que Darío bebió para convertirse en el ‘rey del despecho’.

Desde los 16 años comenzó su vida de compositor. A esa tierna edad, cuando estaba en el colegio, compuso ‘La casita vieja’. Lo que no sabía es que apenas unos años después, a los 24 años, la tragedia iba a tocar su propia casa. En 1975 su padre, Marco, llegó con tragos a la finca donde vivía con la madre de Darío. Luego de una fuerte discusión, el hombre comenzó a agredir a su esposa, lo que derivó en que Darío y su hermano Nelson terminaran interviniendo para evitar la situación. “Mi papá golpeó fuertemente a mi madre y creíamos que la iba a matar por eso nos arrojamos encima de él”, recordó Darío muchos años después.

Lo que sucedió a continuación fue la tragedia. Darío le quitó una escopeta que su padre había intentado accionar contra su esposa y cuando se la llevaba entre sus manos tuvo la mala fortuna que estaba cargada y se accionó, impactando la humanidad del señor Marco. Solo en 2016, en un programa de Caracol Televisión, Darío pudo hablar públicamente de ese doloroso episodio de su vida.

Pero no fue la primera vez que la vida le depararía una desdicha. En el 2002, en un barrio de Medellín, su hija murió víctima de una bala perdida durante un enfrentamiento entre pandillas. A diferencia de lo sucedido con su padre, Darío decidió que esa amargura debía transformarla en una canción que exorcizara sus penas y fue como nació ‘Daniela’, un disco que habla de ese dolor y de cómo Daniela, su nieta, se quedaba sin madre por la violencia.

Ya para esa época era un gran ídolo de la música popular, pero fue en 1986 cuando su vida artística comenzó en serio. En ese año logró grabar 14 temas que con el tiempo se convirtieron todos en éxitos. Pero en ese momento ‘Así se le canta al despacho’ se convirtió en el gran himno de la música popular y sacó su chapa de ídolo en los pueblos del país.

En el Valle, el norte fue su primera parada. Por allí entró su música a este departamento, en el cual Darío tenía grandes apegos. Precisamente mi buen amigo y colega, el reconocido abogado y periodista Yolián Fernando Chávez tiene un recuerdo potente de aquella época. “Conocí a Dario Gómez , ‘El rey del despecho’, en una fría madrugada , siendo yo un joven locutor bombillo (el que trasnocha , programa la música y da la hora cada tres minutos al aire). El maestro, al que yo escuchaba en los cafetales de mi abuelo en El Águila, Valle del Cauca, llegó con su grupo Los Legendarios, a la emisora Ondas del Valle de Caracol en Cartago”.

Transcurrían los años ochenta y Dario Gómez ya era un ídolo popular gracias a la cultura de la radio, época en la que los campesinos recolectaban el café con un radio al hombro, en ese esplendoroso Norte del Valle. La sencillez y empatía del artista contagiaron a Yolián que nunca olvidó ese momento. En diciembre pasado, el periodista pudo ver de nuevo al ‘rey del despecho’, le volvió a expresar su admiración y logró inmortalizar ese momento a través de una fotografía que hoy es su gran tesoro.

“¿Yo por qué me la tuve que encontrar y pedirle que me diera su querer?
Su hermosura me puso en su lugar mi buena intención de todo corazón
Fue hacerla mi mujer

Yo buscando en ella mi felicidad, desde el día que mi amor le declaré
Todo estaba preparado con ajuar, me voy a casar, pero ¿Ya con quién?
Si la que yo amaba con otro se fue…”

Y con este tema, Darío comenzó a abrir sus puertas en aquellos lejanos años ochenta en esta ciudad, la capital de la rumba, que miraba por encima del hombro estas expresiones populares. En aquel tiempo mi tío Guillermo Tello tenía un restaurante-bar en el barrio Caldas y en las noches yo me convertía en el ‘discómano’. El lugar era frecuentado por gente del campo que había emigrado a la ciudad y que vivía en la parte alta de Los Chorros, Las Cruces y Polvorines. Allí conocí el poder, el embrujo que ejercía Darío Gómez sobre ese público que comenzaba a idolatrarlo. Una, dos, tres y cuatro veces era necesario repetir ‘La fiera’; ‘El rey del despacho’ y ‘sin respeto no hay amor’ que eran cantados por los ‘aguardienteros’ como si estuvieran en pleno concierto.

Pero fue realmente ‘Nadie es eterno el mundo’, la composición que lo catapultó en la historia musical de Colombia y que trascendió fronteras, pues hasta una versión de salsa, interpretada por Tito Rojas, le dio la vuelta al mundo.

“Cuando ustedes me estén despidiendo
Con el ultimo adiós de este mundo
No me lloren que nadie es eterno
Nadie vuelve del sueño profundo”

Este tema que habla de esa última morada a la que todos llegaremos se convirtió en el clásico que se interpretaba en velorios y sepelios y que terminó sustituyendo o complementado el nostálgico ‘amigo’, de Roberto Carlos. Sus versos dramáticos y simples calaron hondo en el alma popular de los colombianos y así, Darío Gómez se volvió un miembro más de las familias, un invitado en la tragedia y en la alegría, un soporte en la tristeza y en la desventura, un motivo más para ‘comprar la otra de guaro’.

“Darío vistió de frac una música a la que le hacían el feo en las ciudades. Darío le dio estatus y la música popular dejó de ser el patito feo en la industria musical”, dice Jhonny Rivera, uno de esos destacados artistas que crecieron arropados por la inmensa ola que levantó el antioqueño y que permitió la llegada de múltiples artistas como Alzate, Jeison Jiménez, Jessi Uribe, Pipe Bueno, ‘El andariego’ y muchos más que reconocen en Darío Gómez al ‘papá’ de la música del despecho.

‘Alzate, papá’, una de esas nuevas voces que bebió musicalmente de Darío, escribió un emotivo mensaje de despedida para quien fuera su gran ídolo: “Mi corazón ni mi mente aceptan este día. Solo Dios sabe cuánto te quería mi cucho y el dolor que siento. Siempre quería escuchar tus consejos. Yo sé el cariño que me tenías. Fuiste y serás una leyenda. Dejaste una marca en mi vida por siempre. Vuela alto mi cucho hermoso. El único Rey del Despecho”.

El querido amigo Manolo Vergara, propietario del Habanero Club, muy afectado por la muerte del artista me recordó que Cali fue su plataforma de lanzamiento y amaba a esta ciudad en la que realizó múltiples presentaciones.

“En los años setenta a Darío lo conocían como cantante de música tropical y raspa, entonces luego decide cantarle al despecho y con varias canciones, entre ellas Nadie es eterno en el mundo’, va y se las ofrece a todas las disqueras: Fuentes, Codiscos, Tropical Victoria y otras y no se interesan, el estilo no los atrajo, además, batían ‘record’ de ventas con el ‘Caballero Gaucho’, Helenita Vargas, Alci Acosta y otros”.

Con mucho esfuerzo, recuerda Manolo, Darío logró crear su propio sello (Dago) y grabó su primer disco. Sin embargo, en Medellín, el centro y norte de Colombia no se movió como esperaba el artista. Fue así cuando ocurrió algo maravilloso, recuerda el hombre fuerte de El Habanero. “Darío se vino para Cali y preguntó quiénes vendían música de cantina en la ciudad y así fue como dio con el almacén ‘Disco Real’, que quedaba ubicado en la Calle 14 entre Carreras 8 y 9, pleno centro de la ciudad. Allí escuchan el disco y el vendedor de mostrador, que era mi gran amigo Diego Gómez, que en paz descanse, melómano y el mayor conocedor de ese género musical en aquella época le encantó y comenzó a tocar las puertas de cuanto bar, cantina, prostíbulo y sitio que se dedicaba a la beba cantinera para que escucharan al singular cantante”.

Y fue así como Manolo Vergara fue testigo de como los Gómez, con caja al hombre, salían a cuanto sitio conocían o les recomendaban, y también a emisoras como Radio Eco, Calidad Radio Reloj, La Voz de Cali, llevando esa ‘pasta’ con la voz aguardientera de Darío Gómez. “Fue de esa manera que lograron pegar esa locura inesperada de ‘Nadie es eterno’ y allí comienza la epopeya musical de este gran artista que revolucionó creando ese nuevo género rotulado como música de Despecho que revolucionó los cantares a los dolores del alma, cuernos, rupturas de corazón y cuerpo”, recuerda Manolito con ‘nostalgia del ayer’.

“Así es como todo va pasando a la historia
No queda más que la nostalgia del ayer
Hoy como amigos los invito a una copa
Por el pasado que ya nunca ha de volver
Hoy como amigos los invito a una copa
Por el pasado que ya nunca ha de volver”

Nelson Moreno Holguín, destacado locutor y presentador, fue clave en el despegue musical de Darío Gómez. De hecho, el artista vivió eternamente agradecido con el ‘hombre de los adoloridos’, tanto que siempre en su cumpleaños le hacía llegar un ramo de flores en agradecimiento por ese apoyo invaluable cuando apenas comenzaba.

El destacado hombre de radio recuerda que fue aquí en Cali y más precisamente en su emisora donde él bautizó a Darío Gómez como ‘El rey del despecho’. “Eso ocurrió un día que yo estaba invitando a un concierto en el Parque de la Caña y lo bauticé de esa manera, y a Darío le encantó”.

“Él empezó grabando música picante, decembrina, luego pasa a lo popular y se convierte en lo que es Darío Gómez y será por siempre. Tenía la capacidad de comunicar, su personalidad, su raigambre de hombre paisa, montañero le permitía conectarse muy fácil con la gente a través de esas letras”, recuerda Moreno Holguín.

Y es que la capital del Valle fue reconocida por el propio Darío Gómez como la ciudad que se convirtió en su gran plataforma de lanzamiento para la música, por lo que sentía un cariño profundo por esta tierra.

Su música trascendió los públicos, desde los más jóvenes hasta los abuelos lo escucharon, reflexionaron alrededor de sus letras y se emborracharon porque todo hay que decirlo, su música solo podía entenderse alrededor de un aguardiente doble. Aun recuerdo a mi madre, Yolanda Tello, cuando se sentaba en la sala a poner todo los cd de su gran ídolo popular entonando a pecho herido sus temas preferidos. La muerte del artista este martes le dolió como si fuera la de un amigo muy querido, que la acompañó tantas tardes y la escuchó en sus reflexiones silenciosas.

Un solo temor tenía este juglar del pueblo y era que ese público que lo aplaudió y lo idolatró tantas veces, lo dejará de hacer en algún instante. “Si llega ese día prefería morir”. Pero la verdad es que ese ingrato momento por fortuna nunca llegó, Darío Gómez llenó cuanto escenario quiso. Hace tan solo quince días se presentó, junto con Jhony Rivera, en Briceño, un alejado pueblo antioqueño, en medio de esta temporada invernal que no fue óbice para que este maestro de la música popular no le cumpliera a su público.

“El día que ocurra mi deceso que yo ya no esté, ni oiga ni entienda, ni mucho menos vea, qué bueno que yo me llevara ese regocijo y que la gente me diera esa complacencia de despedirme con la canción que compuse y que refleja la realidad de lo que sucede en el mundo y que se llama ‘Nadie es eterno en el mundo’”, le dijo hace poco en una entrevista al periodista Anual Bertel.

En su última morada, el rey del despecho quería que esa gente que lo amó le cantará ‘Nadie es eterno en el mundo’. No hacía falta la petición, maestro, usted pertenece al panteón de los grandes artistas de la música popular de Colombia y será eterno en la memoria de este pueblo que lo cantó y lo festejó como poco… ¡paz en la tumba del rey!

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