América de Cali: ‘Los negritos que corrían como el diablo’

América de Cali: ‘Los negritos que corrían como el diablo’

Por: Gerardo Quintero Tello
Jefe de Redacción de 90 Minutos

Uno de los símbolos más queridos por la hinchada escarlata, pero también que genera más polémica data desde los comienzos de la historia roja. Un recorrido por una figura rechazada por algunos, pero defendida por otros. Al final, todos sabemos que la ‘banda del diablo’ ya estuvo en el infierno y se llama la B. Cuando se cumplen 95 años del nacimiento de ‘La mechita’, recordamos la historia del diablo bueno en el escudo americano.

“Señores, soy americano, lo llevo en el alma / la banda de todo momento siempre te acompaña / ser hincha de la mecha es un sentimiento / te sigo no importa donde vayas / yo siempre te aliento / recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos / las cuatro finales, la muerte del negro misterio /a los jugadores les pido que dejen la vida / vamos escarlata dame una alegría / se viene la banda del diablo/ se viene la banda del diablo / se viene la banda del diablo”.

La buena salud de un club de fútbol se puede medir por su simbología. Cada divisa, sea grande o chica, almacena en su equipaje una historia fundacional que se convierte en leyenda. Y América no podía ser la excepción. De hecho, la rica historia roja está llena de anécdotas que se han nutrido a lo largo de décadas de éxitos y frustraciones. Pero es el diablo, sin duda, su emblema más polémico y debatido a lo largo de la historia.

La escritora Susana Castellanos de Zubiría nos cuenta en su más reciente obra ‘De cómo el diablo adquirió sus cuernos’, que el aspecto físico de ‘El patas’ (como también lo conocemos) ha sido una larga construcción colectiva, llevada a cabo a lo largo de 1.700 años, desde el surgimiento del cristianismo como tal. Sacerdotes, doctores de la iglesia, profetas, artistas, juglares y poetas, realizaron extensas propuestas para la construcción de la figura que hoy recoge tantos significados.

“Tales aportes se inspiraron en ambiguas referencias bíblicas entremezcladas con relatos apócrifos y leyendas místicas y folclóricas, a las que añadieron altas dosis de imaginación personal e intereses moralizantes. Por eso, la representación visual del diablo que conocemos ha evolucionado de acuerdo con intereses culturales; y por ello podemos afirmar que se trata de una construcción humana y colectiva”, explica la docente de literatura y mitología.

La historia de la irrupción del diablo en la indumentaria americana es tan franca que parece mentira que se haya producido de una manera tan accidental casi de una ternura infantil. Hoy, cuando la fanaticada roja conmemora los 95 años del equipo del pueblo, fundado un 13 de febrero de 1927; recordamos la historia de este diablillo furtivo estampado en la divisa americana.

Mi amigo, ‘el escritor de hueso Rojo’ Umberto Valverde, quien cuando dirigió la revista del América tuvo la gran iniciativa de atar los cabos sueltos para poder recuperar la historia de ‘La mecha’, lo reseñó de esta manera: “Obligado por las circunstancias, América fue el primer equipo que hizo una gira nacional en 1931 y desde entonces conformó una hinchada que se extendió por todo el país.  Expulsado de la liga local emprendió, bajo la iniciativa de su presidente, Luis Carlos Cárdenas, una gira que fue una hazaña”.

Umberto recuerda que fue el propio Marco Tulio Villalobos, connotado arquero y gloria de aquellos años 30; quien de su propia voz le contó que un 5 de mayo de 1931 salieron 18 jugadores cantando el tango ‘adiós muchachos, compañeros de mi vida’. La leyenda se acentúa cuando un periodista bogotano sin identificar los vio en una cancha y reseñó en su escrito “que jugaban como diablos rojos”.

Una versión muy similar la entregó don Hernando Lenis, dirigente americano en el año 1953, quien relató que en medio de un intenso partido en esas primeras décadas del Siglo XX, un cronista deportivo entusiasmado por el pundonor con que disputaban cada balón los jugadores vallecaucanos dijo unas palabras proféticas: “esos negritos corren como unos diablos”.

Pero regresemos a don Marco Tulio Villalobos, quien fue amigo de mi abuelo Liborio Tello, (un boquense devenido al rojo cuando el boquita caleño desapareció); y algunas tardes iba a la casa en el barrio Santander a recordar ese fútbol de potrero que se practicaba en los años cuarenta.  El gran guardavallas le contó a mi viejo querido y a Valverde que el origen del uniforme rojo tuvo que ver con una tarde en que estaban en Barranquilla y fueron invitados a ver un partido de baloncesto. Ese quinteto tenía un uniforme rojo, completo, lo que llamó la atención de todos los jugadores americanos; que en ese tiempo usaban una indumentaria roja y blanca. El equipo de baloncesto se llamaba Diablos Rojos y ese nombre quedó latiendo en el alma de aquellos futbolistas de la época.

Valverde recuerda que la primera Junta Directiva fue presidida por Hernán Zamorano y que el club nació en el parque del Obrero, el barrio del pueblo. América nació en la segunda división y su uniforme fue rojo en la camiseta. “A partir de una gira por todo el país, en 1931, se decidió lo del uniforme rojo en su totalidad. El escudo apareció en los años cuarenta, según lo cuenta Marco Tulio Villalobos, quien fuera arquero y escribió un folleto histórico de los primeros años”, reafirma el escritor.

Todas esas ‘señales del cielo’ fueron las que llevaron a que el intrépido ‘tentador cornudo’ hiciera parte posteriormente de la historia escarlata. En el libro conmemorativo que la institución editó en 1997, con motivo de los 70 años, quedó consignado que el diablo se instaló en el pecho entre 1940 y 1943; como un símbolo de fiesta, de alegría, de la picardía escarlata.

Desde esas décadas, ese diablo simpático, sagaz, bonachón, tan auténtico como el barrio Obrero, ha sido defendido con furia y fuego por la hinchada escarlata. Esto, a pesar de que no han sido pocas las arteras intenciones, incluso de ídolos americanos, por arrasar con el tradicional emblema.

El primero que lo intentó llevar al ostracismo fue el gran estratega Gabriel Ochoa Uribe; quien era un católico de camándula reconocido y de manera frecuente llevaba al equipo a Buga a rezarle al’ Milagroso’. Todos sus más cercanos confidentes sabían que el médico no quería ni al escudo del diablo ni al reconocido y popular hincha de los años ochenta conocido como ‘El duende’; aquel cuya diminuta figura y voz particular nos topamos todos alguna vez en los alrededores del Pascual. Incluso, Ochoa se enfrentó a la hinchada porque quiso desaparecer el diablo del escudo; aunque al final decidió no abrir un nuevo frente de batalla con los aficionados.

El goleador que mandó el diablo al infierno

Pero fue tal vez uno de los máximos ídolos rojos, Antony William de Ávila Charry, quien llevó la aversión al diablo a su máxima expresión. El hombre de los más de 200 goles, el que estuvo en múltiples títulos, el que fue capaz de clavarle un gol al vecino al volver de su retiro con 46 años, decidió un día esconder el diablo.

El lateral derecho Jerson González, uno de los jugadores más recordados por la hinchada; fue compañero de cuarto del escurridizo delantero y recordó que una noche mientras estaba acostado en la habitación; observó entre las cobijas cuando De Avila sacó del maletín una especie de espada que comenzó a agitar como un ‘poseso’ contra un enemigo fantasma. “Él agarraba esa espada y hacía una cruz en la cama, se trataba de algún tipo de ritual porque él no sabía quién había dormido allí. La verdad es que yo quedé pálido y asustado”.

El goleador americano, que paradójicamente era un diablillo en plena carrera por el extremo derecho; decidió un día cercenar el diablo ante una escasez de goles en sus alforjas. “Creo en Dios y siempre porto la imagen de La Milagrosa y el Divino Niño. El diablo debe salir de nuestro escudo. Yo ahora estoy orando constantemente y en mi camiseta no voy a tener una imagen satánica”, dijo. Una explicación contundente, pero la hinchada, de nuevo, no lo respaldo.

‘El pitufo’ tal vez pensó que de esa manera exorcizaba sus propios miedos y lograría con la decisión de mandar el símbolo ‘al mismísimo diablo’ la esquiva Copa Libertadores de 1996 que disputaron los rojos con el River Plate argentino.

Pero no fue así y a pesar de las pretensiones de esconder a ‘Mefisto’, América no logró el anhelado título continental. Ni siquiera valió el hecho de que el  propio Anthony juagará esa final en el Monumental con el escudo tapado con esparadrapo.


Unos años antes también lo había intentado Julio César Falcioni y eso que decían que ‘el gato’ tenía un pacto secreto con el ‘rey de las tinieblas’ porque no se hallaba otra explicación para sus voladas mortales, sus atajadas increíbles o los dos penales contenidos en Medellín en 1987 ante un favorito Atlético Nacional que ya tenía montada la tarima para celebrar un campeonato que ‘los diablos’  mandaron al crematorio.

En el 2008, cuando el equipo atravesaba una gran crisis económica; el estratega Diego Edison Umaña armó uno de esos equipos inolvidables que con un fútbol ‘condenadamente endemoniado’ conquistó la estrella 13. Ese equipo tenía varios ‘pastores’ en sus filas que ocultaron el diablo y quisieron ‘limpiar’ las almas de la hinchada roja sin entender que ese pequeño demonio simplemente simboliza la fantasía roja; la astucia escarlata, la travesura barrial que ha sostenido a ‘La mecha’ a lo largo de tantas décadas de historia.

Y es que como dice la escritora Susana Castellanos; al final lo que aterra del diablo y sus demonios es un reflejo de lo que a los humanos les aterra de sí mismos y de las consecuencias de sus propios actos. Y es que si bien Leviatán en sus inicios representó la personificación de todo lo que puede ser dañino para la vida humana; a lo largo de la historia de Occidente su imaginario se fue transformando conforme hubo un avance en el pensamiento de las sociedades.

Hoy, esa perspectiva ha ido cambiando hasta convertirse, incluso, en un ideal romántico, modelo para todo aquel que busca rebelarse contra las instituciones establecidas. Así hoy este diablo americano se le ve más bien como un líder de los individualistas y de los inconformes; un símbolo de la autonomía, del espíritu libre e irreverente, la suma de la rebelión que en últimas siempre ha significado el América por naturaleza.

El último envión para exorcizar el diablo de la camiseta roja se produjo hace apenas tres años; cuando América regresó del infierno de la B; y la marca Umbro reemplazó de manera infame el diablo característico del escudo del equipo para poner la letra A; lo que desató una ola de indignación en la hinchada que exigió el regreso de la figura longilínea con trinche.

Fue tal la presión de la hinchada por haberse metido con (vaya paradoja) un símbolo sagrado de la hinchada, que a Ricardo Pérez, entonces directivo del Club, le tocó salir a entregar unas apresuradas declaraciones explicando la decisión: “No es por ir en contra de la gente, ni por ofender a nuestra afición, simplemente es una campaña 'retro... El escudo es algo temporal, no es definitivo, es una edición especial”.

Y más reciente fue uno de los jugadores más representativos del nuevo equipo, el volante Carlos Sierra, a quien se le ocurrió poner en su camiseta un ‘diablo más light’, despojándolo de la cola, el trinche y suavizando sus formas, lo que le valió la reprimenda de la hinchada a través de las redes sociales.

Y es que tal vez no haya mejor forma de sintetizar lo que significa América y sus símbolos que como lo hizo en alguna oportunidad don Alfonso Bonilla Aragón, uno de sus más egregios fanáticos: 

“América es uno, el de ayer, el de hoy, o el de mañana. Porque el nuestro no es un equipo de fútbol solamente. Es una explosión humana, una pasión aberrante, una arbitrariedad del corazón”

Y el diablo sigue allí presente para recordarnos la provocación, la tentación, el carnaval, la verbena del barrio, el atuendo rojo, el elegante seductor… Un pueblo que se viste de escarlata, simbolizado en un pequeño diablo y que a pesar de sus desventuras se resiste a su suerte, una y otra vez.

LOS DIEZ GOLEADORES HISTÓRICOS DE ‘LOS DIABLOS ROJOS’

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