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Mauricio Valencia llega a Río para lanzar esperanzas doradas

Mauricio Valencia llega a Río para lanzar esperanzas doradas

Un silencio en el Estadio Pedro Grajales. Un corredor durmiendo sentando en un banco de cemento inclinado. Los pasos de atletas que no se escuchan ni a oreja pegada. Un cielo con luna, faltando poco para las cuatro de la tarde. Mauricio Valencia lanza la jabalina al campo.

Antes de lanzar solía pensar: “Extiendo el brazo, aprieto la mirada, mido la fuerza”. Ahora no piensa nada.  

─Es más rápido que un parpadeo ─dice Mauricio, quien participará en lanzamiento de jabalina en los Paraolímpicos de Río 2016─. El que diga qué piensa en ese preciso instante es un mentiroso.

Lo dice sostenido en su silla de ruedas, en Cali. Pero Mauricio no es caleño. Él nació en Villavicencio el 28 de diciembre de 1988, con diplejía, que le dificulta al día de hoy el movimiento de ambas piernas. Quería ser futbolista. Dagoberto Valencia es su padre, y jugaba en la Alianza Llanos Covisán, del Meta. Cuando Mauricio insistía dedicarse a lo de él, respondía: “No… Tenés que estudiar para que te ganés la plata sentado”.

Mauricio recuerda su ciudad natal, sus amigos de colegio, a quienes ve de vez en cuando en las reuniones de egresados, los septiembres o diciembres de cada año. Nunca se sintió un discapacitado entre los demás.

Se graduó en 2008. “Una vida muy normal hasta…”, dice Mauricio. Cuando tenía 21 años, en una de sus visitas a torneos de distintos deportes que alimentaban su curiosidad, conoció a Marcela Ramón, hoy representante del sector de discapacidad en Indervalle. Conversaron largo rato. Mauricio le dijo que quería jugar en fútbol 7 para discapacitados o levantar pesas.

Al año siguiente, en 2007, ya estaba en la capital vallecaucana, convencido por Marcela para practicar lanzamiento de jabalina y bala, debido a su biotipo. Sus primeros años en la ciudad los vivió en la casa del entrenador Elviro Ramírez Moncada, quien es presidente del Club Nuevos Horizontes.

──Un señor que enseña mucho ─dice Mauricio─. No podía hospedarme en el Deportel, pero él me recibió con todo el gusto… Lo que es sacrificar cosas para ganar otras.

Sin embargo, de aquellos días a esta parte, lo ha entrenado Freiman Leonel Árias. Mauricio esperó cuatro años para no tener ningún pensamiento a la hora de lanzar. Nada más que extender sus fuerzas a las extensas distancias del campo. Más rápido que un parpadeo.

En 2011, ganó 3 medallas en el Panamericano de Guadalajara. Y un año después, fue convocado para competir en los Juegos Paralímpicos de Londres. Él se enteró muy tarde que estaba en unos Olímpicos: cuando entraba al estadio con una gradería a reventar. “Como esos partidos de la Champions. Allá no improvisas”. Ocupó el quinto puesto con una distancia de 33 metros, superado con 38 a favor de China.  

─Solo sé que ese puesto me centró para más ─dice Mauricio.

Ya no era en el país inglés sino en Francia, en donde volvió a competir internacionalmente, en el Campeonato Mundial de Jabalina de Lyon en 2013. Se galardonó con una medalla de bronce. Y en otra ocasión, en los Parasuramericanos de Chile 2014, fue una de la plata. Y este mismo brillo plateado se lo colgó alrededor del cuello en el Mundial de Atletismo Paralímpico en Doha, Catar, en 2015.

Cuatro meses después del suceso, el llanero logró posicionarse en la primera casilla en las pruebas de lanzamiento de jabalina y disco en Dubái. Quiere ratificar su posición.

─Se viene Río 2016 ─dice su entrenador Freiman─. Es un cuento más televisado, de más presión, de lo que todos hablan. En Londres, faltó algo de experiencia, pero ya en estos Olímpicos tiene el nivel esperado. Por otra parte, el tener un hijo lo ha hecho más responsable que antes.

La última vez que el lanzador vio a su primogénito de un año y medio Ángel Máximo Mauricio Valencia fue durante 15 días del año pasado, en Bogotá. Sin embargo, el padre ve a su hijo y a su esposa Jenny Paola Caicedo de vez en vez por videollamadas, refiriendo a veces lo que se avecina.  

─Yo voy por la revancha ─dice Mauricio.

─¿Con China?

─No.

─¿Con qué o quién entonces?

─Con nadie. Solo cargo el sentimiento de venganza por lo que no logré del todo en Londres.

Se toma su tiempo para decir:

─Intentémoslo.  

Por: Jair Coll, estudiante de la Universidad Autónoma de Occidente.