Icono del sitio Noticiero 90 Minutos

“Una locura que me cura todo”: Jan Alexis Viveros Mina

“Una locura que me cura todo”: Jan Alexis Viveros Mina

Tomado de redes sociales.

Jan Alexis Viveros Mina es el tercer hijo de su mamá y el primogénito de su papá. El 11 de diciembre de 1984 mientras en los Estados Unidos se lanzaba el disco Like a Virgin, de la cantante estadounidense Madonna –que vendería 25 millones de copias– Nancy Mina se encomendaba en la Sala de partos del Hospital Universitario del Valle Evaristo García, a la Virgen de la Dulce Espera para que su morochito llegara sano a este mundo.

Era una mujer fuerte, pero le habían programado cesárea. Alirio Viveros, entretanto, le rezaba lo poco que sabía a San Ramón Nonato para que fuera un varoncito. Las contracciones de su negra querida eran fuertes, pero esta mujer era de hierro. Lejos estaban las historias de las parteras de sus ancestros en Buenaventura y un poco más cerca, los antepasados de su nuevo galán en Jamundí, que poco les creían a los médicos de batola blanca y estetoscopio.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Y el médico de turno dijo así: ¡Semejante negra tan grande y tan floja! ¡No mija, nada de cesárea, parto natural!

Entonces Nancy –cuya berraquera parece haberles incubado a sus seis hijos– se limpió el sudor de la frente, pujó con más bríos y se enfrentó a un parto con la misma determinación con la que su tercer hijo –hoy de 39 años y 2,05 metros de estatura– se enfrenta a los más empinados ascensos en su bicicleta de montaña y con un solo brazo: el derecho.

El izquierdo es un colgandejo encogido de huesos y músculos atrofiados que a lo sumo hace algo de contrapeso y una cuarta parte del equilibrio normal de cualquier persona en el tren superior.

No tiene ninguna funcionalidad, aunque a veces mientras conversa descansa allí su quijada cual Pensador de Rodin –símbolo universal de la reflexión y de la introspección humanas– para salir con otra ocurrencia y soltar una carcajada que hace pensar no sólo en que la felicidad es posible, sino en que es la condición real de aquellos ungidos con la fuerza de la voluntad y de la resiliencia.

“Yo nací enyesado”

Dice Alexis.

Y agrega:

“Eso dice mi mamá”.

Lea además: Listo para los Olímpicos: Alcaldesa de París se baña en el río Sena antes de los Juegos

Y retumba otra risotada que se desvanece en degradé, como la barba de su chivera con algunas canas. Refulgen sus ojos como los dos topitos que lleva en los lóbulos de cada oreja al estilo Maradona, aunque se declara admirador de Messi sin posibilidad alguna de discusión.

Fue Culé en la distancia, seguía al Barça, pero en realidad era a la Pulga, al Mesías, a la Comadreja, al Goat (Greatest of all time), al mejor de todos los tiempos. Ni sus aretes son de diamante, ni su cadena es de oro.

Lleva una pulsera de hilos de varios colores en su muñeca derecha, de esas que fabrican los hippies y que utiliza también Carlos el Pibe Valderrama. Pero su reloj de ciclista es fino y potente –como su brazo derecho– y vale unos buenos pesos. Por eso sigue ‘enyesado’, es decir, endeudado, porque trabaja para su fiebre, para su afición, para sus dos bicis o tres, para esa “locura que me cura todo”, testifica con una seriedad aterradora.

Doña Nancy recuerda que cuando le pasaron a su muchacho tenía un yeso en el hombro izquierdo. Se lo pusieron en su regazo y le dijeron que había sufrido una pequeña luxación. No era un bebé gordo, pero sí bastante largo. Tan largo como los años de terapia que no sirvieron para nada.

Lo cierto es que al negarle la cesárea no había en el momento del parto una dilatación adecuada y el médico intentó primero con los fórceps (instrumento obstétrico en forma de tenazas) y luego con sus manos, cuando el alumbramiento se estaba complicando.

El riesgo de afectación cerebral (hipoxia) es muy alto cuando el feto sale de la bolsa amniótica donde se oxigena a través de la sangre de su mamá y se queda atrapado en la cavidad pélvica. El médico jaló con mucha fuerza de sus hombros y le dañó el bracito.

Nancy con una sumisa y triste resignación, evoca que fue una larga noche pensando en el dolor que podría sentir su criaturita. No imaginaba por supuesto, que era la primera de una serie de obstáculos que enfrentaría Jan Alexis con una increíble intrepidez.   

En realidad, más que la luxación el procedimiento le había roto al recién nacido su plexo braquial, un grupo de nervios que proporcionan movimiento y sensibilidad al hombro y, por extensión, al brazo, el antebrazo y la mano. Visto en imágenes, es un entramado de cables muy delgaditos que va de la parte inferior del cuello a través del área de la parte superior del hombro.

Le puede interesar: Atletas vallecaucanos buscan podio en las Olimpiadas Paris 2024

Son muchos filamentos nerviosos y vasculares entrelazados que hacen que podamos sentir y mover cada extremidad superior. La ruptura –según su magnitud–, impide que la información del cerebro fluya y entonces el daño es casi irreversible.

No hay cirugía por microscópica que sea, capaz de volver a unir este universo de finísimos canutillos cuya función es tan oculta como vital en la tarea de que el cuerpo funcione como la máquina perfecta.      

El brazo izquierdo de Jan Alexis se percibe más corto en comparación con el otro cuya destreza es asombrosa. Con él opera el manubrio de la bicicleta, hace los cambios, frena y, como si fuera poco, –cuando puede soltarse– bebe de su caramañola y obtura el botón de su cámara GoPro con la que graba los mejores momentos de sus ‘rodadas’ con el grupo Calidosos.

Como suele ocurrir en estos casos la readaptación del cuerpo es increíble, por decir lo menos, pues en el cerebro la representación del brazo no desaparece, sino que se trasmuta y evoluciona. No siente el llamado “dolor fantasma” del que pierde una extremidad porque jamás ha sentido su brazo, aunque esté ahí, pero sí siente el inusitado asombro de quienes lo ven pasar en su bicicleta.

Los cambios en las áreas del cerebro relacionadas con el miembro atrofiado se dieron cuando no tenía el consabido ‘uso de razón’ y ahora todo lo que este Superman hace en la vida y sobre la bicicleta, le parece ‘normal’.

Hace seis años comenzó a practicar ciclismo, aunque aprendió a montar en bicicleta cuando tenía siete años, de la mano de un primo que tampoco sabía, pero se sostenían entre los dos para no irse al suelo y destartalar aún más la ‘monareta’ que les prestaban.

Asegura que no hay un momento específico para arrancar con esta devoción por la bicicleta, pero sí dos razones que fueron determinantes: su trabajo y el trago. Es mensajero es una vieja turismera –que también es su medio de transporte habitual– y sólo tiene freno delantero.

Los amigos dicen que entrena todos los días y él les responde que, al contrario, sufre más desgaste y ellos mantienen más descansados. De joven era muy vago. Mucha rumba y mucho licor los fines de semana, al compás de la salsa y de Roberto Roena, en el barrio 7 de agosto donde nació y ha vivido desde siempre.

Y tú loco loco, pero yo tranquilo… Les sacó canas a Nancy y Alirio, que hoy viven orgullosos de él. Se las sabe todas: Cui, cui; Avísale a mi contrario; Mi desengaño; Marejada feliz; Guaguancó del adiós; Trago amargo; Vigilándote; Cómo te hago entender; Estás equivocado

Lea también: El capitán habló: Las palabras de James Rodríguez tras perder la final de la Copa América

Fue zapatero. Tal vez porque alguna vez pensó que no conseguiría fácil su número. Calza 45 y en la punta dice: continuará… Como lo mofaba un malandrín reconocido del barrio:

“Ve Alex, si a vos te pegaran un tiro, habría que empujarte para que te cayeras oís”.

Usa tenis. Todos coloridos, como sus camisetas, como sus uniformes, como su espíritu. Hoy pesa 78 kilos, pero dice como si hubiera sido un obeso mórbido que llegó a pesar 82. Es tremenda vara y sus amigos de rodada le dicen Dron, porque siempre está arriba.

Es el de las selfies del grupo Calidosos: Emilio, Diana, Mina, Antonio… todos lo quieren y lo respetan, lo admiran y lo valoran, encontró en ellos y en las bielas la felicidad que se compone de instantes, de momentos sublimes en los que se disfruta esa rara especie de sufrimiento positivo que se goza y se padece como un reto libre sobre una bicicleta.

Se acomoda la camiseta amarilla con Bart Simpson en el pecho y evoca tiempos idos mientras saborea un aborrajado que pasa con una cerveza.

Es buena cuchara y todavía se empuja de vez en cuando unas frías. Breves, asevera. Hay una condición que no le permite absolutamente ningún exceso. Terminó Once en el Colegio 7 de agosto, donde repitió Octavo, pero había hecho hasta Séptimo en el Colegio San Marco de León en el barrio Petecuy.

No era bueno para el estudio. Mucha recocha. Mucho fútbol. Mucho recreo. Ingresó a un instituto para hacer una carrera técnica por complacer a su papá, pero se retiró. Con el ciclismo perdió unas amistades y ganó otras. Ya sabrán ustedes cuáles. Todavía hay amigos que lo molestan y le dicen que ahora todos los borrachos arrepentidos son ciclistas redimidos.   

Es el reportero del grupo. Casi siempre llega antes a las metas y a los puntos intermedios para hacer los videos y las fotos que comparte en sus redes sociales. “Ese es el precio de la farándula”, afirma. Y entonces suelta una carcajada que de nuevo lo hace encorvar de la risa.

Lea también: Listado de los mejores animes para la temporada de Juegos Olímpicos

Cuando ve ciclistas en la loma ‘gateando’, quedados, que ya no dan más, les da ánimo. Basta mirarlo para comprender que no solemos aprovechar la vida. Nuestro cuerpo completo. El privilegio de estar sano. Vivo. No saben lo más tenaz, ni siquiera se lo imaginan. Tampoco ustedes. Cuando ve llorones en las travesías, gente que se queja apenas arrancando los recorridos, les dice con una genuina amabilidad:

“Esto es mero paseo, hagámosle”.

No cree que haga parte de los ‘élite’ y tampoco se considera una ‘máquina’, sólo un hombre que no le para muchas bolas a las dificultades y se centra más en las oportunidades. Hace tres años recibió una terrible noticia sobre su salud que habría doblegado a cualquiera y que para Alexis es únicamente una circunstancia, como la de muchos otros, lo que pasa es que no todos se encaraman en una bici.  

Sebastián Valencia es un amigo de Pereira que también monta y le adaptó un sistema de frenos a las ‘nenas’ de Alexis, que le permite con una sola mano aplicar los frenos trasero y delantero al mismo tiempo. También le falta un brazo, que perdió en un accidente en bicicleta.

Hay un chico en Cali, Juan Carlos Torres, famoso porque debió tutelar a su EPS para que le amputaran el brazo que había quedado inservible, tras otro percance en ‘burra’ bajando de Miravalle en Jamundí. Otro señor que sufrió un derrame y tiene parálisis en un brazo. Alexis dice que no es el único. “Hay gente más tesa”, certifica.

El famoso Mochise, Robinson Martínez, que pedalea con una sola pierna porque la otra la perdió de raíz siendo un niño tras la mordedura de una serpiente mapaná, en la selva chocoana. Una chica, Yady Fernández, que perdió su pierna izquierda en un accidente en moto, hace pista y ruta con Jarlinson Pantano.

“Yo estoy completo, pana”.

Pero no es así, a este negro grandulón le falta un brazo y dos filtros indispensables para vivir, aunque le sobre corazón.

Alexis padece insuficiencia renal y es paciente de diálisis. Hace tres años sin razón aparente le detectaron la creatinina muy alta. No sufría de la presión o del azúcar. De nada. Día de por medio debe someterse cuatro horas a la depuración de su sangre porque sus riñones no funcionan. Lunes, miércoles y viernes. De 4:00 a 8:00 p.m. No contempla trasplante. La diálisis no le genera calambres ni síndrome de las piernas inquietas. La bicicleta sí. El procedimiento tampoco le genera ansiedad, náuseas, vómitos o dolor de cabeza. Menos dolor en el pecho, que está henchido de positivismo.

Lea también: Nuevo pretendiente europeo interesado en James Rodríguez: ¿se concretará el fichaje?

Vive bien, a gusto, no se siente cansado o agobiado, es feliz. No sabe cuánto vivirá, pero sí que hasta que tenga alientos va a montar en bicicleta. Su tratamiento lo cubre el Sisbén (Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales). Monta jueves y domingo. Antes de la diálisis montaba cuatro y hasta cinco veces por semana, pero sabe que no debe abusar del cuerpito.

Fue futbolista aficionado y no era ‘patacón’, era de los buenos, aguerrido y siempre calidoso. Jugó en varias posiciones, menos de arquero, “ya te imaginarás por qué”. ¡Y suelta otro carcajeo endiablado! Esa pulsión a reírse de todo, pero sin burla, es una virtud admirable de este niche.

Tanto en cancha grande como en ‘banquitas’ se destacaba su espigada estatura física y su gran conciencia social, como la del astro brasilero Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, y que soporta en el trabajo:

“Llegue el que llegue allá arriba hay que trabajar compa. Claro, deben generarse las condiciones”.

Pero dejó el fútbol antes de que el fútbol lo dejara a él. Además del salsero puertorriqueño Roberto Roena Vázquez, del futbolista argentino Lionel Andrés Messi Cuccittini y de un anónimo compañero ciclista, no tiene ídolos. No admira a nadie o, por lo menos, no lo confiesa. No hay idolatrías en su mundo de luchas y superaciones. Nada de políticos o escritores, ni de actores ni nada de millonarios de la charlatanería.

Nunca quiso ser como nadie, siempre como él. Acaso desde su inconsciente certero sepa que el de admirar es él, que muchos quisieran tener su fuerza, no sólo física sino mental y espiritual.

No cree que Pico de Águila sea la subida más brava en la zona rural de Cali. De las que tienen huella, Cárpatos es durísima y Las Flechas, en Dapa, también. Pueblito Pance es un paseo relajado para ir a desayunar. Ya perdió la cuenta de las travesías y rutas que ha hecho por todo Cali, por todo Valle del Cauca y por algunos lugares de Colombia. Alexis es soltero.

¡Mentira! Está casado con dos hembras: dos bicicletas mountain bike o MTB: bicicleta de montaña o BTT: bicicleta todo terreno. Una Optimus y otra Cannondale, una se la ganó en una competencia y la otra se la regalaron. A este man, que la vida no le ha regalado nada y que todo se lo ganado a pulso. A pulso y con una sola mano.

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales:

Salir de la versión móvil