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La Quince del ‘Diablo’

La Quince del ‘Diablo’

Por Gerardo Quintero Tello - Jefe de Redacción de 90 Minutos

El llanto del profesor Juan Cruz Real al final del partido fue el mejor testimonio del difícil semestre que le tocó padecer. Sus lágrimas eran las de un hombre que padeció su propia cruz, que venció a los incrédulos, que les ganó la partida a todos, y se la ‘bancó’ (como dicen en su tierra) a pesar de que la misma hinchada lo despreció y en muchas oportunidades pidió su salida.

Cruz Real se sacó todo al final de esta dramática final. Como siempre ha sido una constante para América, los triunfos son sufridos, sin ellos no habría gloria para la mechita. Desde 1979, cuando conquistó su primera estrella y muchos corazones estallaron en los barrios de Cali y en el propio Estadio Pascual Guerrero, las conquistas de los escarlatas tienen un sello en la dificultad.

Y esta vez no podía ser distinto. A pesar de que en el Pascual habían sacado una diferencia de tres goles, en Bogotá los santafereños apretaron y lograron poner en entredicho la conquista de la estrella número 15. Sin embargo, a pesar de que los cardenales apretaron y marcaron dos goles en el primer tiempo, en la segunda parte el ‘profe’ Cruz Real corrigió, reforzó la parte defensiva, metió un bloque de volantes para evitar la salida constante de los laterales santafereños y bloqueó la posibilidad de que los bogotanos lograran una nueva conquista.

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Por eso al final esas lágrimas del ‘profe’ Cruz Real significaron tanto porque fue el triunfo de la constancia, de la perseverancia, de un hombre que nunca se rindió y que para estar a tono con este año tan bizarro, ‘tapó bocas’. El llanto del técnico, aferrado a un Cristo de los Milagros, será el símbolo de una epopeya deportiva sin antecedentes. América nunca fue favorito, casi no logra entrar a los ocho, no jugó el mejor fútbol, enfrentó a históricos que llegaron con el peso de sus nóminas  (Junior, Nacional y el propio Santa Fe) y los venció a todos. Incluso, en la final, pocos creían en un nuevo campeonato y, sin embargo, este onceno sacó la casta, demostró que la gloria es roja, que portar esta camiseta infla el espíritu, entrega una dosis de adrenalina que está también presente en su hinchada.

No se le vio llorando, pero al fondo de las celebraciones también estaba otro artífice de este triunfo, Tulio Gómez, el máximo accionista del América y quien ha quedado en la historia de los rojos de Cali. Una esplendorosa sonrisa del deber cumplido reflejaba la historia de un hombre ganador, de un dirigente que se las arregló para devolver a la ‘Mecha’ al lugar del que nunca debió irse,  la A, y que le dio ahora dos títulos nacionales. La historia de Tulio quedó marcada en el ADN del triunfo de los escarlatas.

Y como no podía ser distinto, una vez el árbitro Roldán dio por terminado el partido, un carvanal de alegría se tomó a Cali. ‘Al diablo’ se fueron los llamados a evitar aglomeraciones y caravanas. Era un llamado estéril a un pueblo que en medio de esta pandemia quiere celebrar la vida, el título, los campeonatos… El barrio Obrero, San Nicolás, El Porvenir, Popular, Siloé, El Guabal se prendieron para celebrar la estrella 15. De Alto Menga bajaron como saetas decenas de motociclistas que enarbolaban en alto la bandera roja y hacían sonar sus pitos para recordar que en medio de esta trágica pandemia también vivimos, también celebramos y también gozamos.

Con un equipo distinto al que conquistó la estrella catorce, América le apostó a la cantera y después de muchos años volvió a disfrutar de la calidad de los jóvenes nacidos en sus canchas. Con el sello de Jerson González, el semillero dio sus frutos. Pablo Ortiz, Santiago Moreno, Luis Sánchez, Héctor Quiñónez son apenas algunos de los nombres que serán recordados eternamente por la hinchada roja. Y con ellos el hombre clave del equipo, el gran Gustavo Adrián Ramos Vásquez, el que volvió del frío europeo, el hombre que se jugó por esta mecha, que vino a darle el título y se convirtió en el gran capitán. ‘Adriancho’, el ídolo escarlata, el chico que soñó ser campeón y que ya logró dos títulos con los rojos. El jugador de hueso rojo ya está en la historia grande de este club.

Volvió la mecha, volvió la garra, volvió el fútbol, volvieron los títulos. En el año en que falleció el médico Gabriel Ochoa Uribe, su técnico más reconocido y laureado, es un gran homenaje que este equipo haya conquistado una nueva estrella. América, la pasión de un pueblo, está de vuelta y el grito no puede ser otro: ¡Qué viva América!

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