
El mundo entero para ser protegido de una “pandemia” se ha visto sometido al aislamiento forzado y a cierres económicos que están poniendo en vilo a todos los habitantes del planeta.
Sin tener en cuenta, que la ausencia prolongada de interacción social perjudica no sólo nuestra salud física, mental, emocional y sexual, sino que también aumenta el riesgo de muerte prematura.
El aislamiento social altera los patrones de sueño, aumenta los niveles de ansiedad y de estrés, lo que suprime el sistema inmunológico y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
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Además, acelera el declive cognitivo, afecta nuestro deseo sexual, aumenta el riesgo de muerte y es un caldo de cultivo para el suicidio.
Estudios demuestran que el aislamiento es un factor de riesgo de muerte tan importante como la obesidad y el tabaquismo. Y sumado a las crisis y pérdidas económicas afectan nuestra esperanza de vida.
Miles de personas han perdido la vida alrededor del mundo por suicidio, que es la segunda causa de muerte de jóvenes entre 15 y 29 años a nivel mundial.
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Tan sólo en Japón más de dos mil personas se suicidaron, en un solo mes (octubre de 2020), mientras que la pérdida de vidas por el virus fueron mucho más bajas.
Lo cierto es que el aislamiento forzado junto a bloqueos económicos vienen con graves costos para nuestra vida y salud. Y es así que uno se pregunta ¿Qué ha salido más cara la cura o la enfermedad?
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