Sigo consternada por la masacre ocurrida el jueves en el barrio La Isla, en nuestra Comuna 4, donde murieron tres jóvenes. Los hechos, que son materia de investigación por parte de las autoridades, habrían respondido a la lucha entre bandas delincuenciales dedicadas al tráfico de drogas por el control del territorio.
Sea cual sea la razón de sus asesinatos, es muy doloroso y llena de impotencia que la violencia que predomina en nuestra ciudad siga arrebatándonos antes de tiempo a nuestros jóvenes, quienes tienen todas las ganas y la energía de transformar a Cali, de hacerla diferente.
Antes que estar delinquiendo, nuestros jóvenes deberían estar estudiando, desarrollando habilidades e impulsando el progreso económico propio y el de sus familias, pero algo falla en nuestra sociedad que hace que la legalidad no sea atractiva para ellos.
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Lastimosamente, lo sucedido con Kevin Angulo y Jefry Murillo, de 19 años, y un adolescente de 17; es solo una muestra de la triste situación de los jóvenes en Cali. En el primer semestre del año han sido asesinados 220, incluyendo 30 menores de edad
Como líderes políticos y sociales tenemos que comprometernos con la transformación de esta realidad tan compleja; por rescatar a nuestros jóvenes de las manos de la criminalidad a partir del impulso de la educación, el empleo y el emprendimiento, además de la búsqueda de los caminos de paz. Ninguna diferencia puede ser tan importante como para implicar la eliminación física del otro.
Por eso este fin de semana visitaré a los jóvenes de la Comuna 13, una de las más azotadas por el conflicto entre pandillas (50 asesinatos en lo que va del año), para buscar caminos hacia el desescalamiento de la violencia, porque es inadmisible contar vidas perdidas como si fueran simples números y no personas que ya no están y llenan de dolor a sus familias. Con orden, autoridad y el trabajo de la mano con los jóvenes vamos a transformar su realidad en Cali.
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