Don Eduardo Luna y Sepúlveda se hizo famoso en Palmira por varias razones: porque fundó Radio Luna, por el noticiero Flecha, por el programa Tardes Vallecaucanas, porque se le murieron cuatro esposas y por sus comerciales. Su nombre tal vez no le diga nada a Colombia, pero frases como: “Si su hijo no camina, caminará con Farina” o “Si su suegra es una joya, nosotros tenemos el estuche. Funeraria Santa Cruz”, hacen parte del acervo morboso y ocurrente de la cultura popular nacional. Pero este señor, simpático e innovador, convencido de la vida -aun después de enterrar a cuatro mujeres-, también sabía de música, y más que de ella, de las historias que rodean las canciones.
Solía decir que el bolero es un tango de contrabando. Hablaba del segundo con la solemnidad propia de quien conoce la barriada, los bajos fondos, el alma oscura de la pebeta o la necesidad visceral de la percanta. Su lenguaje rendía homenaje al lunfardo y se soslayaba en el detalle, en el dato. Jamás fue un gil y no ganó mucha guita. Era un bacán en el buen sentido del término. Un bacanazo. Sus relatos sobre el nacimiento de las canciones eran de antología. Quienes lo escucharon, cuentan que su regodeo llegaba al paroxismo cuando hablaba de aquellas canciones que habían entrado a los trabajos en el último suspiro. Acaso sea ésta, la intención de un homenaje.
‘Amarte más no pude’, uno de los éxitos memorables de Diomedes Díaz, no la quería nadie. El compositor, Marciano Martínez -que actúa en la serie que emite en Canal RCN en el papel de abuelo del cantante- recuerda que no le gustaba a Gabriel Muñoz, gerente de la CBS (actual Sony Music), ni a los productores, ni a los músicos, y menos, a Juancho Rois, el acordeonero. Incluso, ‘El Conejo’ llegó a menospreciarla en las entrevistas y a burlarse de ella tildándola de relleno insulso. Al único que le gustaba era a Diomedes y la cantó como solía hacerlo: con el alma. La apuesta de ese trabajo, Título de amor (1983), era ‘Mi primera cana’, autoría del propio Diomedes; y ‘Tú eres la reina’, una canción con sospechosas similitudes al poema ‘La Reina’ de Pablo Neruda, que Hernán Urbina Joiro aterrizó al Valle del Cacique Upar y a la garganta y sentimiento del Cacique de La Junta.
‘Twist and shout’es la última canción el primer álbum The Beatles, Please please me, publicado el 22 de marzo de 1963 en el Reino Unido y grabado en apenas diez horas. Sir George Henry Martin, músico, productor, arreglista, compositor, director de orquesta, e ingeniero de sonido del cuarteto sinigual, la consideraba una canción desgarradora que requeriría de un esfuerzo adicional de John Lennon, cuya voz se recuperaba de un resfriado. Bien llamado ‘El quinto Beatle’, la dejó para el final, por si aún quedaban fuerzas y ánimos, después de grabar trece temas. Faltando sólo 15 minutos para terminar la sesión, preguntó a los chicos y ellos sin dudar la grabaron. Es la versión de un tema del grupo Top Notes, con el que comenzaría la locura generalizada que medio siglo después no cesa: la beatlemanía. Solo Love me do, arañó algo de la euforia colectiva que desataba este relleno de última hora, que también sirvió a Lennon para hacer un chiste que pudo costarle el futuro al grupo. Ese año, en el Royal Variety Performancey ante la familia real en pleno, pidió la colaboración del público antes de cantar Twist and shout: “La gente de los asientos más baratos aplauda, el resto puede hacer sonar sus joyas”. Sacó la lengua con picardía, la mordió como quien disculpa una travesura, apagó un instante sus achinados ojos cafés y los enloqueció a todos.
‘Las Cuarenta’ acaba de cumplir 78 años y está más actual que toda la actualidad de todos los periódicos juntos. A Roberto Grela (La guitarra del tango), el arreglista y cantor de esta pieza capital, la canción le llegó a través de un papel viejo, ajado y amarillento, de puño y letra de Francisco Gorrindo. Le hice la musiquita para decir la letra, aseguró en un programa de tv a principios de los 80. Creía, como Aníbal Troilo Pichuco, que hay que contarle al público, no cantarle, porque de cantar se encarga la orquesta. Pero no pasaría a la historia por esta canción, que inmortalizó el cubano Rolando Laserie y ha reencauchado con cierta fortuna Diego ‘El Cigala’. La habían interpretado también Carlos José Pérez de la Riestra, ‘Charlo’; Leonel Edmundo Rivera y Dante Juan Ressia, a dúo con Grela. ‘El guapo de la canción’ salió de Cuba el 26 de octubre de 1960 disgustado por los fusilamientos del régimen. Volteó por Latinoamérica y ‘Las Cuarenta’ la llevaba adherida al pecho. A quien Guillermo Cabrera Infante calificara como el segundo después de Benny Moré, la canción le dio todo. La grabó en 1957, en el primero de sus más de 30 LPs, en contra de quienes le dijeron que no estaba bien incluir un tango en medio de guarachas y sones. En tiempo de bolero cubano, Las Cuarenta lo instaló en la cima. ¡De película!
Por eso fue famoso Don Eduardo Luna y Sepúlveda. No existe fórmula alguna para que una canción se convierta en clásico. Tal vez sea fácil imponerla, y hasta venderla, metérsela al público por los oídos. Pero nadie las graba en el alma de los pueblos, solo el tiempo. Y con él comienza este proceso, entre mítico y minucioso, de querer saberlo todo acerca de su nacimiento. Es lo único que importa, porque como habrá usted advertido, son inmortales.