El pasado viernes, mismo día en que las Farc anunciaron la terminación de la tregua unilateral, el colegio EL PINAR de CALI, estrenó la obra QUE VIVA LA MUSICA, en el emblemático teatro Municipal ENRIQUE BUENAVENTURA.
Bajo la dirección de KATHERINE RUIZ y con la dramaturgia de JOHNNY SANTACRUZ, más de 200 estudiantes presentaron una obra realmente inolvidable, matizada con piezas musicales escogidas con gusto melómano y simpáticas coreografías que impedían al público detenerse en los errores. El elenco de actores integrado por alumnos y profesores dio vida a la historia de ANTONIO Y BENJAMIN, dos hermanos que se enfrentan en la guerra; el primero un guerrillero dogmático y el segundo un convencido soldado de la patria.
Sin caer en el panfleto, la obra logró transmitir a los espectadores un mensaje esperanzador sobre la guerra fratricida que desde hace más de 60 años azota el país. JOHNNY SANTACRUZ puso en escena las dos tendencias en que se mueven los colombianos: la que predica la guerra de exterminio y la que defiende un acuerdo de paz que ponga fin al conflicto armado.
Ahora que el gobierno nacional plantea la necesidad de una cátedra de la paz, QUE VIVA LA MUSICA es un buen ejemplo de que la paz puede ser objeto de reflexión y análisis en los colegios y universidades, sin temor a que el pensum lo diseñe la guerrilla, como advertía hace poco un furibundo defensor de la guerra, sentado cómodamente tras el micrófono que usa como trinchera todas la mañanas.
El debate entre los defensores de la guerra y los defensores de la paz llegó a un punto muerto en nuestro país, por eso resulta refrescante la voz de nuestros jóvenes estudiantes. Nada convence a los guerreristas que la paz es necesaria, ni siquiera el análisis frio y pragmático sobre los costos y beneficios que arroja datos asombrosos sobre el progreso que tendría el país si ponemos fin al conflicto armado. Cualquier cosa que se diga o haga en favor de la paz recibe una dura respuesta de los antagonistas, quienes buscan confirmar la necesidad de continuar indefinidamente la guerra con toda suerte de argumentos: no puede haber paz con impunidad, no hay paz sin verdad total, no hay paz sin rendición incondicional, etc. Inclusive no tienen recato en distorsionar la realidad con tal de ver confirmada su posición belicista. Si la guerrilla ataca, eso prueba que no quieren la paz y si no lo hace también lo prueba porque no se puede creer en ellos.
Eso nos hace recordar la frase de un militar perteneciente al gobierno del presidente Roosevelt, cuando quiso justificar la confinación de ciudadanos estadounidenses de origen japonés en campos de concentración en Norte América, durante la segunda guerra mundial, como previsión de posibles sabotajes: “el hecho mismo de que no se haya producido ningún sabotaje es un indicio inquietante que confirma que se producirá un sabotaje”.
Llevamos tantas décadas en medio de una guerra entre hermanos que no nos hemos preparado lo suficiente para reconocer el valor de la paz. Muchos colombianos consideran que la guerra de exterminio es el mejor camino, sin importar, como advertía Kant, “que una guerra de exterminio, donde la desaparición puede afectar a ambas partes al mismo tiempo y por tanto también a todo derecho, sólo permitiría la paz perpetua sobre el gran cementerio de la especie humana.”
El proceso de paz atraviesa por el peor momento y con el paso de los días las partes se empecinan en llevar a cabo acciones bélicas que lo ponen realmente en peligro.
Las Farc anunciaron que revelarían una carta que les envió el presidente Santos que demuestra que al inicio de las conversaciones había un punto claro de encuentro. Paradójicamente, cuando se van a cumplir 3 años de intensas negociaciones, las partes se alejan cada vez más del punto de partida, como si se tratara de una pirámide, donde el vértice superior señalara el inicio de un proceso en sentido descendente. Mientras avanzan más se alejan como consecuencia de sus acciones, recriminaciones, negaciones y proyecciones.
El presidente cometió el error de ceder ante las presiones y convertir el proceso de paz en un debate nacional, en lugar de mantener la discreción que lo caracterizó al principio. Así las cosas, tendrá que convencer a más colombianos de las bondades de alcanzar la paz y para ello tendría un buen aliado en los estudiantes y docentes. Promover el debate académico y las manifestaciones artísticas a favor de la paz sería una buena estrategia.
Que más jóvenes levanten su voz, como lo hicieron los actores pinarinos, para reclamar que “regresen nuestros desparecidos, nuestros secuestrados, nuestros exiliados, nuestros soldados, nuestros guerrilleros”. Que regresen todos a esta patria suficientemente grande y generosa. Que regrese la paz.
ADDENDA: Junio 2 de 2015. Encuentro Nacional de Víctimas de Falsos Testigos. Bogotá. Centro de Memoria Histórica. Info: www.defensadeinocentes.org tel 3108373419 y 3183839124
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