Sobre el escritorio del secretario de gobierno de la alcaldía reposaba el informe de la policía sobre los homicidios y delitos cometidos en las últimas 24 horas. Después de mucho cavilar le echó una mirada. : “en la mañana dos personas asesinadas por sicarios en un centro comercial, una abogada secuestrada en un barrio residencial a escasos metros de un puesto móvil de la policía, dos menores muertos en enfrentamientos entre pandillas que defendían sus fronteras invisibles, un comerciante asesinado porque se negó a pagar una extorsión a la banda criminal que controla la zona de discotecas, una modelo asesinada en un salón de belleza, dos menores abusados por el pastor de una iglesia, decomiso de un millón de dólares falsos, informante dio cuenta sobre el ingreso de varios contenedores con mercancía de contrabando, un guarda de transito herido por un transportador pirata, delincuentes, vistiendo prendas de la policía, asaltaron varios apartamentos de un céntrico edificio, un conductor ebrio atropelló a 3 peatones, enfrentamiento entre narcos dejó dos personas muertas, un policía capturado con dos kilos de cocaína, los funcionarios de la justicia anunciaron otro paro indefinido….”
-La misma mierda de todos los días. -Masculló con asco.-
Cuando se disponía a convertir el informe en una pelota de basura la asistente le anunció que el alcalde lo necesitaba en su oficina. Tomó el documento y salió con desgano.
Tan pronto ingreso al despacho el alcalde empezó con la cantaleta de siempre:
-¿Qué vamos a hacer? Tengo la prensa encima. El cuento de las estadísticas ya no se lo come nadie. Debemos dar resultados. La ciudad está un sumergida en el caos.- Mientras el alcalde continuaba con su perorata el secretario se arrellanó en un asiento con la mirada perdida. El cotorreo balbuceante del jefe era incontenible.
-¡Bombillas! –Exclamó el secretario, poniéndose de pie.-
El alcalde lo miró atónito.
-¿bombillas? Se te iluminó el bombillo, querrás decir.-
-La tengo alcalde, bombillas, si bombillas para iluminar los parques. Esa es la solución para el problema de violencia que enfrenta la ciudad.
El alcalde abrió los ojos, como si se tratara de un ciego que acaba de recuperar la visión. Así estuvo por unos instantes. Sonrió.
-Mirá, vos sos un genio. Qué idea más brillante. Mereces la alcaldía.
-Voy por ella, voy por ella- repitió, mientras salía triunfante del despacho, jugando con una pelota de papel.
La violencia se ha convertido en muchas ciudades del país en una especie de enfermedad crónica e incurable, con la cual nos hemos acostumbrado a vivir. Los deterministas, que no son pocos, invitan a aceptar la violencia, como algo inevitable y poco les importa que esto disminuya nuestra capacidad de asombro y produzca una especie de estado de ánimo muy parecido a la resignación. Para los místicos religiosos las causas de la violencia están llenas de misterio y, en últimas, todo es fruto del pecado original.
Los burócratas, por su parte, apelan a sus particulares puntos de vista, a sus prejuicios y a la ideología para explicar la realidad, pese al enorme vacío que puedan tener sobre la comprensión del mundo. Aquí es donde fallan los gobernantes, una y otra vez.
Pese a que la ciencia poco se emplea para conocer al vecino o para descifrar las causas de la intolerancia o la falta de solidaridad, es el mejor recurso con que contamos para resolver los grandes problemas sociales. Una ciencia que gire en torno al ser humano, no solamente como objeto de conocimiento, sino como objetivo, encaminada a disminuir las causas de la infelicidad y el sufrimiento, puede ser la salvación o mejor la solución.
Los alcaldes y gobernadores electos deben ser conscientes que la violencia urbana no puede seguir siendo enfrentada por funcionarios ineptos, corruptos o improvisadores. Y que la seguridad ciudadana no consiste en mejorar “la percepción seguridad”, engañando con cifras amañadas y campañas emotivas y que tampoco implica militarizar las calles en detrimento de los Derechos Humanos.
Llegó la hora de asumir la complejidad del problema, pero también su finitud y posibilidad de solución. Hay que esforzarse por diseñar una política pública que articule el gobierno con la administración de justicia, la policía y la comunidad, más allá de los comités, que tienden a convertirse en clubes de amigos, que todo lo pasan y todo lo toleran. De esta alianza pueden surgir los diagnósticos, pronósticos, acciones y tareas necesarios para enfrentar la violencia en todas sus manifestaciones. El estado debe volverse más listo, eficaz y metódico y esto solo es posible si dejamos de hacer bolas de papel con la evidencia sobre la realidad.
La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co