¡Aprendamos mitología!
WIKIPEDIA: “En la mitología romana, Caco (en griego antiguo Kakós, ‘malo’ o ‘malvado’; en latín Cacus), hijo de Hefesto y hermano de Caca –nota mía: perfecto el nombre de la hermanita-, era un gigante mitad hombre y mitad sátiro que vomitaba torbellinos de llamas y humo. Vivía en una cueva del monte Aventino en el Lacio (actual Roma), en cuya puerta siempre colgaban, para horror de los habitantes, las cabezas sangrantes de los humanos que devoraba. «Caco» se ha convertido en sinónimo de ‘ladrón’.”
A mi modo de verlo… de ladrón o de persona que hace el mal. Caco es cualquiera que vulnere la propiedad, la paz, la vida, la persona, domicilio o familia de alguien más. Todo aquel que roba, mata, tortura, viola, acecha, ataca, acosa, agrede y toda suerte de acciones que a los ojos de la gente de bien pueden clasificarse como delitos. Todo aquel que hace lo que simplemente NO se debe hacer, porque a usted no le gustaría que se lo hagan. Malvado. Ruin. Egocéntrico. Egoísta. Rata. Eso es un Caco.
Caco es por ejemplo el funcionario (cualquiera responsable) de la compañía de salud cualquiera que permite que la gente se muera porque no recibió un tratamiento a tiempo, o no autoriza un examen, para que los dueños de aquella cuya sigla traduzco siempre como “El Peor Servicio”, puedan darse la gran vida a costillas de los pagos ajenos.
Caco es cualquiera que usa dinero que no le pertenece para irse a pasear a la isla de su preferencia o suministrar alcohol -o drogas- a “niñas” que no están precisamente enfermas.
Caco es el funcionario que habiendo sido electo por el pueblo para representarlo, no asiste a su trabajo por la razón que sea – o peor aún se duerme en la silla-, pero muy puntualmente está cobrando su sueldo. Caco es ese que decidió –o aceptó- que Rosa Elvira Cely tenía toda la culpa, la gran culpa, la grandísima culpa de que la hayan vapuleado y asesinado de manera infame y que luego para quedar bien con el público, se retracta.
Caco es el agente de policía que también cobra sueldo y no cumple con su deber al no acudir a auxiliar a la comunidad, pese a que alguien llama ONCE VECES a denunciar ruido insoportable, cuando el código de su institución así se lo ordena. (El ruido es una forma de tortura y Caco también es cualquiera que lo produzca sin considerar el derecho a la tranquilidad de los vecinos. Qué pena ser tan sincera).
Caco es el que se roba los clientes de alguien con argucias sucias. Caco es el burócrata que se aprovecha de su poder. Caco es el que atenta contra la seguridad y la paz. Caco es aquel que recibe soborno para librar a un criminal de su castigo, cuando la causa de la víctima es evidentemente justa, dejando en la impunidad al ofensor.
Caco es quien literalmente se come la comida de millones de niñitos necesitados que pertenecen al plan de alimentación escolar. Caco es el que permite que otros tantos niños se mueran de hambre y de sed en sitios hermosos pero apartados y tratados con negligencia, como la Guajira.
Caco es cualquiera que ostente la corrupción por bandera. Caco es cualquier miserable que busca reconocimiento público a costa de lo que sea, aunque tenga que vender su alma.
Caco es el que ni siquiera leyó el manual de urbanidad y por ende atropella sin miramientos a la persona de la tercera edad en el pasillo de un supermercado sin disculparse y la mira feo después. Ese mismo Caco que se sube al transporte público y no cede el asiento a quien lo necesita. El mismo Caco que enmugra la ciudad como si hiciera lo mismo en la sala de su casa. El Caco que se salta los puestos en una fila. El mismo Caco que no considera importante el bienestar de nadie más que el suyo propio, a cualquier precio.
Caco es cualquier Caco que lo haga pensar a uno, aunque sea por milésimas de segundo que no hay esperanza y el que despierta la tentación de pensar momentáneamente que lo mejor que le podría pasar a este mundo es el famoso “apague y vámonos”.
Me da vergüenza ajena, la verdad, porque salvo que uno no tenga plata o influencias o pueda decir como buen Caco “¿Usted no sabe quién soy yo?”, al parecer una disculpita infinitesimal es suficiente para librarse de cualquier sanción. Hasta de ir a la cárcel. Porque en Colombia lastimosamente el Caco gana… y el malo es uno que se queja.
Menos mal que está clarísimo que esta es mi opinión y que usted puede por supuesto tener la suya. Pero apostaría bastante a que más de uno tiene exactamente la misma, aunque no tenga la voz –o las criadillas- para expresarla.
Y si a usted le cayó alguna de las consideraciones anteriores… ojalá le sepa a… Eso mismo que está pensando. Sí señor.