Fui invitado el pasado martes por el portal “ Las dos orillas” a dar una opinión durante la denominada “ Marcha del Silencio”, que no fue tan silenciosa en algunos momentos. Las ideas que expresé ese día las resumo en esta columna. No participe activamente de la misma, pero al igual que un día fui a “Puerto Resistencia” y en varias oportunidades a la “Loma de la Dignidad”, sentí que era una nueva oportunidad para conocer una mirada de la forma como se expresa un sector de la ciudad. Me sorprendió las interpretaciones que genera portar una camisa blanca, se ha convertido en una causa de una señalización de estar en un bando u otro, las porto desde hace muchos años cuando decido estar en estos lugares, en ocasiones uso otro color.
Entendiendo que las generalizaciones en todos los casos son perversas y que tenemos que empezar a buscar puntos en común para salir de este atolladero.
Tenemos que conversar en la diferencia para encontrar consensos. No hay territorios exclusivos para unos y otros, ni colores alusivos para determinar quienes son los portadores de formas de verdad, la vida esta llena de matices y no de blancos y negros.
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Después de ver el sufrimiento de jóvenes con hambre, de otros que se animan a protestar desde la cultura, a empresarios que preocupados por su economía piden que no existan bloqueos, de ver cientos de declaraciones como la de la alcaldesa Claudia López que manifiesta que el tema de la protesta evidencia la crisis social, mas que el rechazo a las dos reformas que se cayeron, considero que cada uno habita en una burbuja y no se permite la oportunidad de salir de ella, siente su verdad como única y absoluta y no se dan la oportunidad de escuchar y entender a quine piensa diferente, pero sobre todo la incapacidad de ponerse en sus zapatos.
A la mayoría nos duelen los muertos, los desaparecidos, las perdidas en el sector económico, pero lo cierto es que desde antes vivíamos una serie de situaciones que han salido a la luz pública y nos las ponen frente a la cara para buscar una forma de sanar las heridas.
Existen esfuerzos pero no son suficientes, por eso debemos continuar en buscar acercamientos, dentro del respeto y la prudencia. Ya nos han irrespetado demasiado y en lugar de unirnos para exigir un camino común o habitar “una casa común”, en palabras del papa, seguimos creyendo que agrediendo verbalmente o físicamente al otro vamos a encontrar la solución.
Al final todos queremos lo mismo, una sociedad equitativa, más justa, diversa y solidaridad , respetando principalmente la vida y la dignidad.
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Se deben formular puntos de acuerdo mínimos para vivir juntos en la diferencia, en una paz imperfecta pero posible, donde la empatía prevalezca, donde no se avance en una imposible e inalcanzable verdad. No estoy hablando de unanimismo, estoy invitando, como lo dije en el Facebook live del portal de “las dos orillas”, a que todos podamos conocer los esfuerzos de lucha del otro, por levantarse y tener garantizada sus condiciones básicas para vivir, no para subsistir, donde el empresario entienda que el esta perdiendo hoy, pero hay miles de personas que han perdido siempre y al final no es justo para nadie.
Seremos capaces de encontrarnos en una misma marcha, esa que recorremos día a día en esta tierra que nos parió o nos acogió , marchar en la cotidianidad pregonando unos mismos eslóganes comunes que nos permitan tener un camino sin barreras para todos y buscando formas de solucionar este caos ? De lo contrario las secuelas que va a dejar este momento serán heridas irreparables.
Se necesitan nuevos liderazgos, donde no prime el interés electoral, donde exista un silencio real para pensarse el país y en especial la ciudad. Si cada uno sigue en la burbuja en la que está, se mantendrá el cometido estratégico de “divide y reinarás”.
Escuché a un joven decir que esta situación le había permitido por primera vez en su vida sentirse útil y con dignidad para tratar de tener un mejor país, un líder empresarial manifestaba que se estaban reuniendo con jóvenes para encontrar salidas desde el sector privado para disminuir y ojalá acabar con esa brecha social que para beneficio del país y de sus negocios siguen buscando esos diálogos aparentemente improbables.
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Ya todos conocemos de fuerzas oscuras, pero si podemos construir fuerzas de luz que permitan alumbrar el camino por qué no lo intentamos? Han faltado liderazgos, la academia esta buscando alternativas de encuentro, organismos internacionales, lideres de opinión, ONG nacionales y locales analizan con datos y hechos la situación actual y reclaman aclaración de los desmanes de los distintos actores, los jóvenes han dado ejemplo de resistencia, la iglesia media, empresarios han ofrecido su aporte a la solución, los gobiernos locales buscan desesperadamente alternativas, aún faltan entre muchas soluciones, estrategias colectivas para proteger lo que nos queda de salud mental. Sé que para cada uno de los casos antes mencionados surgirá una duda de la intención del sector que los lleva a formularlo y es comprensible que los hechos recientes nos mantengan en un estado de desconfianza y podremos demostrar con ejemplos las razones que nos llevan a ese estado de incredulidad, pero nos tocó acercarnos al otro , eso no nos hace ser el otro, pero si parte de la solución en la medida en que tengamos el valor de expresar y recibir con respecto su visión.
No debemos excluirnos de los escenarios de encuentro, la ciudad nos pertenece, ni dejar de reclamar hasta que se aclaren cientos de hechos que han violentado la vida, la dignidad , la movilidad y la seguridad, pero no podemos seguir enfrentándonos de esa manera tan salvaje.
Sentémonos y caminemos juntos, con carteles laminados o hechos con colores y cartón.
Debemos tener una organización que lidere un banco de ideas, organice encuentros, busque representatividades y planes de acción de manera local y regional para encontrar por fin un territorio sin tanta polarización, especialmente por creer que nuestra burbuja es la única que nos lleva al camino de la solución y lo que necesitamos es abrir un poco ese mundo que creemos inamovible, que por todo lo que estamos viviendo no nos atrevemos a romper y eso no significa cambiar nuestros principios o cederlos, significa ampliar las posibilidades para convivir en un lugar que nos merecemos.
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